Se estima que el 80% de los contaminantes presentes en el medio marino proceden de los continentes, y están integrados por elementos potencialmente tóxicos como el arsénico, el mercurio y el plomo, así como por compuestos sintéticos como plaguicidas, productos industriales como los PCBs o los PBDEs, los hidrocarburos, sustancias radioactivas y la basura plástica.
Entre 50 y 60% de la población mundial vive en la zona de costa y aunque es un espacio muy reducido, si se le compara con la extensión territorial de nuestro planeta, en ella se acumulan las grandes urbes y parques industriales. De hecho, se esperan que a principios de la década siguiente cerca del 75% de la población mundial viva en ella.
José Feliciano Ontiveros, investigador del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM, señala que esto deja una huella muy importante, ya que al haber un crecimiento poblacional tan acelerado en un espacio tan pequeño se generarán contaminantes que finalmente irán a parar a los sistemas costeros o marinos.
Ahora bien ¿cómo afecta la contaminación a los ecosistemas costeros? De acuerdo con el investigador esto se ha relacionado con tres aspectos: la eutrofización, los metales y metaloides, así como a los microplásticos.
La eutrofización se provoca por la entrada de nutrientes –generados por la actividad humana– a las lagunas costeras, a la zona de costa o a los ríos. Esto genera florecimiento de algas y otros organismos (materia orgánica), que cuando mueren y son degradadas por las bacterias, se quedan en la zona fótica, es decir, aquella área que se ubica entre la superficie y el espacio hasta donde llega la luz solar.
METALES.
El segundo problema se relaciona con la presencia de contaminantes metálicos en el ecosistema costero. En la actualidad, se sabe que altas concentraciones de metales y metaloides tienen efectos tóxicos en los organismos acuáticos, además de que pueden llegar a los sedimentos que se acumulan en el fondo marino y que posteriormente pueden ser ingeridos por los organismos bentónicos (ostras, almejas, estrellas de mar, pulpos).
De acuerdo con el doctor Ontiveros Cuadras, estos organismos bentónicos forman parte de una cadena trófica y son el alimento de peces, que finalmente podrían ser consumidos por los humanos.
“A este proceso se le llama biomagnificacion, no quiere decir que el ser humano este consumiendo directamente al contaminante metálico, pero es a través de esta transferencia que quienes consumimos productos pesqueros, capturados en el medio silvestre o cultivados, podemos vernos afectados”.
OCEANOS PLÁSTICOS.
Asimismo, los microplásticos son parte importante de la contaminación de los ecosistemas costeros. El problema con estas partículas son sus efectos negativos a diferentes escalas, que van desde los individuos hasta las poblaciones y comunidades. En concreto, se ha identificado que los microplásticos pueden causar problemas de estrés, obstrucción intestinal, inhibición de enzimas gástricas, retraso en la ovulación, inanición, incluso anormalidades reproductivas y cáncer en organismos marinos.
El científico explica que un trabajo realizado por varios investigadores del ICML durante la pandemia de covid-19 fue analizar distintas variables ambientales para observar si hubo una mejora en el ecosistema costero por el encierro de la gente a causa de la emergencia sanitaria.
En el caso particular de su grupo de trabajo, se tomaron muestras de agua superficial y de arena en el estero de Urías y la bahía de Mazatlán para definir las concentraciones de microplásticos en esas matrices ambientales y si es que han disminuido comparado con años previos a la pandemia. Por el momento se encuentran analizando la información.
“La actividad humana tiene graves consecuencias para el medio marino y todos estos contaminantes que proceden de las grandes urbes, parques industriales, la agricultura u otras actividades similares, pueden llegar a los océanos a través de los grandes ríos, la lluvia o el transporte atmosférico de largo alcance. También hay que tomar en cuenta que el rápido desarrollo urbanístico y de infraestructura en las zonas costeras invade los hábitats naturales y altera su funcionamiento”, concluye el doctor Ontiveros.
*Una colaboración de la Dirección General de Comunicación de la Ciencia
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