La Ciudad de México y otras urbes metropolitanas experimentan estos días altas temperaturas, características de las llamadas islas de calor urbano. En algunos puntos de la ciudad, los termómetros marcan los 35 grados, atípico de temporada.
Las islas de calor urbano es un fenómeno común en el que las temperaturas de la superficie y el aire son más altas en las áreas citadinas que en las rurales circundantes, explica Karla Pereyra Castro, académica de la Universidad Veracruzana e integrante del grupo de investigación de Ernesto dos Santos Caetano Neto, del Instituto de Geografía de la UNAM.
“Pueden formarse bajo una variedad de condiciones, incluso durante el día o la noche en ciudades pequeñas o grandes, en áreas suburbanas, en cualquier estación”, indicó durante su participación en el Seminario de los Avances de Investigación (SAVI) 2024.
De acuerdo con la invsetigadores, estas islas de calor han ido al alza debido a que en 1950 aproximadamente 30 por ciento de la población mundial vivía en ciudades y para 2020 se contabilizó casi 80 por ciento; y se espera que ese porcentaje se incremente.
Si bien a nivel mundial hubo un aumento de 1.5 grados, con lo que el promedio de la Tierra llegó a 15 grados de temperatura, a nivel local se han alcanzado temperaturas de hasta 34 grados, cuando el promedio era de entre 26 y 27º, por lo que en estas fechas estuvimos alrededor de siete grados por arriba del promedio de la Ciudad de México, mientras que en otros estados hubo temperaturas de entre 45 y 50 grados cuando promediaban hasta 38º, señala por su parte Antonio Zoilo Márquez García, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Estas temperaturas extremas son preocupantes ya que “nuestro organismo tiene un límite en la capacidad de resistencia sin implicar complicaciones de salud”, sostuvo el doctor en geología marina, quien mencionó que desde hace cuatro décadas ya se veía que el océano se estaba calentando.
En ese sentido, el término vulnerabilidad está relacionado con qué tanto se puede resistir, estar preparados o estar haciendo algo ante la exposición a las amenazas que conlleva una onda de calor como son sequías, lluvias extremas y vientos fuertes.
Frente a ello se deben emplear medidas de adaptación como sombrillas, bloqueador solar y consumir mucha agua para evitar ser tan vulnerables tanto a nivel personal, familiar, de habitantes de una ciudad o de un país.
Las estadísticas señalan que desde hemos atravesado ya por la primera onda de calor, a finales de abril, y aún no estamos en verano, señala el investigador. “Este aumento de 1.5 grados a nivel mundial está ocasionando un desequilibrio en el clima, que ocasiona que se adelanten las ondas de calor o se atrasen las lluvias”, explicó el experto de la UAM.
MEDIDAS.
La intervención humana es clara en el incremento de la temperatura, precisó Pereyra Castro, porque se ha modificado el uso de suelo, situación que lo convierte en un cambio climático local. No obstante, la especialista expuso algunas iniciativas de planificación para reducir el calor urbano, implementadas en países como Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur:
Reducción de las emisiones de contaminantes en áreas urbanas y gases de efecto invernadero global; diseño arquitectónico con agua, enfriamiento por evaporación y nebulización; adecuación de edificios e infraestructuras, aumento del albedo -porcentaje de radiación que cualquier superficie refleja respecto a la que incide sobre esta-, y de la ventilación; además de proveer refugios del calor.
Por su parte, de acuerdo con Mónica Santillán Vera, del Posgrado en Ciencias de la Sostenibilidad de la UNAM, existe gran desigualdad de carbono entre niveles de ingresos: el decil (uno de los nueve valores que dividen en diez partes iguales un grupo de datos ordenados, en este caso socioeconómico) de más bajos ingresos emite 2.7 por ciento del total de las emisiones de CO2e; mientras que el decil de más altos ingresos, 26.8 por ciento.
“Se identifican tres necesidades como indicadores de las emisiones: transporte, 39.9 por ciento; energía para la vivienda, 26.9 por ciento; y alimentos, 15.2 por ciento. La participación del transporte es superior cuando los hogares se ubican en deciles de mayores ingresos”, finalizó.
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