Cultura

"El Colegio Nacional en el desarrollo de las ciencias de la salud", de Adolfo Martínez Palomo

A lo largo de los ochenta años de vida de El Colegio Nacional, médicos integrantes de la institución han contribuido al diseño del sistema de salud del país, cuya característica fundamental fue la búsqueda del conocimiento

el colegio nacional

Adolfo Martínez Palomo es Premio Nacional de Ciencias y Artes y miembro de El Colegio Nacional.

Dijo Octavio Paz al hablar de la obra de un miembro médico de El Colegio Nacional: “Una tradición no se inventa de la noche a la mañana, la ciencia es un trabajo colectivo, largo y paciente que exige algo más que laboratorios e investigadores. Como todas las grandes empresas humanas requiere fundadores, guías, coordinadores y reformadores; el genio político pero aplicado no a la esfera del poder y de la historia, sino del pensamiento”.

La modernización del sistema de salud en México ha sido en buena medida el resultado de la intuición, de la imaginación y del trabajo metódico de cuatro mentes luminosas. A lo largo de los ochenta años de vida de El Colegio Nacional, médicos integrantes de la institución han contribuido al diseño del sistema de salud del país, cuya característica fundamental fue la búsqueda del conocimiento. En funciones oficiales, al primer subsecretario de Salubridad, Manuel Martínez Báez, siguieron los secretarios de Salud: Guillermo Soberón, Jesús Kumate y Julio Frenk.

A su vez, la profesionalización de la investigación científica de la salud se inició en 1939 con la creación del Instituto de Enfermedades Tropicales, por Manuel Martínez Báez; seguido en 1944 con el Instituto Nacional de Cardiología, por Ignacio Chávez; en 1979 con el Instituto Nacional de Psiquiatría, por Ramón de la Fuente; y en 1987 con el Instituto Nacional de Salud Pública, por Julio Frenk. Las cuatro instituciones fueron planeadas y ejecutadas por miembros de El Colegio Nacional.

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Los otros establecimientos, ahora llamados institutos nacionales, fueron concebidos originalmente como hospitales de especialidad, y a lo largo de los años, han añadido a sus labores asistenciales básicas, las de docencia y de investigación, propias de un instituto.

Manuel Martínez Báez, creador del Instituto de Enfermedades Tropicales, enfatizó:

Fue la primera institución dedicada exclusivamente a la investigación científica de problemas de nuestra salud pública; la primera en la que se implantó la disciplina del “tiempo completo”, sin disimulos ni subterfugios. Quiso ser, también, de avanzada en el método de investigar por medio de equipos de trabajo, y prescindir del individualismo al que nuestra cultura nos tenía acostumbrados. Representó además el deseo ambicioso, pero noble, de que México llegara un día a contribuir con aportación original a los conocimientos útiles para la conservación y el fomento de la salud de la humanidad en general.

A su vez, Ignacio Chávez, fundador del Instituto Nacional de Cardiología escribió:

Un instituto dedicado al estudio y a la investigación es lo único que puede contribuir a renovar el medio científico en el país y a mantener vivo entre nosotros un constante impulso de superación… El Instituto creó una mística derivada de la fe en el trabajo, del culto a la amistad fraterna y a la verdad científica, de técnica depurada y de espíritu generoso.

Ramón de la Fuente, fundador del Instituto Nacional de Psiquiatría, afirmó:

Pensamos que había llegado el momento de fundar un instituto de investigación y de formación de personal en todos los niveles. Desarrollamos el Instituto con laboratorios de investigación básica y clínica, así como un área de estudios epidemiológicos; y sólo después construimos el hospital. Temía que las demandas de la clínica absorbieran los recursos. Sabía que la clave para mantener el Instituto a la vanguardia estaba en la investigación.

Julio Frenk, el director fundador del Instituto Nacional de Salud Pública, reiteró:

El motor de la revolución en salud iniciada a partir del siglo XX ha sido el conocimiento… El conocimiento mejora la salud al manifestarse en evidencias científicas que sustentan el diseño, la implantación y la evaluación de las políticas públicas.

Además de los empeños de miembros médicos de El Colegio Nacional en la creación de los Institutos Nacionales de Salud, recordemos el trabajo fundamental de otros integrantes de este Colegio en el desarrollo de las ciencias de la salud: Bernardo Sepúlveda, Ruy Pérez Tamayo y Donato Alarcón, a los que debemos añadir la contribución arquitectónica de José Villagrán y la jurídica de Diego Valadés.

Es ésta la ocasión propicia para rectificar el recuento formal de la Secretaría de Salud, que ignora, ya sea por olvido histórico o por conveniencia política, el papel decisivo del Instituto de Enfermedades Tropicales. Hoy en día la historia oficial dice textualmente: “La modernidad del sistema de salud en México inicia en 1943 con la fundación del Hospital Infantil de México “Federico Gómez”, primero de los actuales Institutos Nacional de Salud”. No, precisemos: esa modernidad inició en 1939 con la fundación del Instituto de Enfermedades Tropicales.

Después de las décadas de avance continuo aquí reseñadas en los años recientes, el ignorar que el conocimiento es la base para la mejora de la salud, ha dado por resultado la más lamentable de las realidades: la disminución de la esperanza de vida de los mexicanos.

Cartelera de ECN.