Cultura

Discurso de ingreso de Alfonso García Robles a El Colegio Nacional

En conmemoración del aniversario luctuoso del diplomático y Nobel de la Paz Alfonso García Robles, El Colegio Nacional nos comparte un fragmento de su discurso de ingreso a la institución

El colegio Nacional

Alfonso García Robles fue miembro de El Colegio Nacional.

Este martes 2 de septiembre se conmemora el  fallecimiento de Alfonso García Robles (1911-1991). Para honrar la memoria del diplomático, compartimos con los lectores de Crónica un fragmento de su discurso de ingreso a El Colegio Nacional (1972). García Robles presidió la Comisión Preparatoria para la Desnuclearización de América Latina, cuyos esfuerzos culminaron con la firma del Tratado de Tlatelolco el 14 de febrero de 1967. Gracias a su labor en favor del desarme nuclear, recibió el Premio Nobel de la Paz en 1982.

Alfonso García Robles.

El Colegio Nacional

                                               ***

La proscripción de las armas nucleares en la América Latina a la que me cupo el honor de estar íntimamente vinculado desde el período de su gestación y de presidir después la Comisión Preparatoria que debía convertirla en realidad constituye, en efecto, una empresa a la que México ha tenido el privilegio de aportar una 20 contribución de extraordinario valor. los principios y los fines permanentes de la política exterior de nuestro país, como lo comprueba el hecho de que tres administraciones públicas sucesivas, encabezadas por otros tantos presidentes, le hayan prestado todo su apoyo con idéntico entusiasmo.

Los principios y los fines permanentes de la política exterior de nuestro país, como lo comprueba el hecho de que tres administraciones públicas sucesivas, encabezadas por otros tantos presidentes, le hayan prestado todo su apoyo con idéntico entusiasmo. Representa, por último, una realización parcial de la unidad soñada por Bolívar y una conquista de la que Latinoamérica toda puede ajusto título ufanarse.

La primera, que comprenderá las ocho conferencias que me toca dictar en el recinto del Colegio durante el año en curso, estará destinada a reseñar las etapas más salientes de la elaboración del Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina, conocido también como Tratado de Tlatelolco, por el nombre del histórico barrio de esta ciudad donde fue unánimemente aprobado y abierto afirma en febrero de 1967.

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La segunda parte abarcará igualmente ocho conferencias las que espero tener oportunidad de dictar el año entrante, y en ella procuraré analizar las disposiciones del Tratado, a fin de proporcionar una idea lo más completa y exacta posible de su significado y alcance.

La eventual creación de zonas libres de armas nucleares se mencionó repetidas veces en la Asamblea General a partir de 1956 con relación a diversas regiones entre las que figuraron Europa Central, África, los Balcanes, el Mediterráneo, los países nórdicos, Asia y el Oriente Medio.

Los móviles que inspiraron principalmente la presentación de esas propuestas fueron sin duda los mismos que provocaron los redobla-dos esfuerzos desarrollados paralelamente en la Asamblea y en el Comité de Desarme con objeto de poner fin a los ensayos de armas nucleares y de tornar imposible la proliferación de dichas armas.

Cartelera de ECN para este lunes.

ECN

Tres años más tarde, el Comité cuyo título oficial es Comité Científico de las Naciones Unidas para el estudio de los efectos de las radiaciones atómicas, sometió a la Asamblea su primer informe comprensivo entre cuyas, conclusiones figuró la siguiente: La contaminación del ambiente con radiactividad resultante de las explosiones de armas nucleares incrementa cada vez más los niveles de radiación en el mundo. Esto origina riesgos nuevos y en gran parte desconocidos para las poblaciones de hoy y del futuro; estos riesgos, por su propia naturaleza, no pueden ser controlados por las personas expuestas.

Esa alarmante conclusión se vio reforzada por la opinión de la inmensa mayoría de los hombres de ciencia que estaban acordes en sostener que era evidente que la precipitación radiactiva producida por los ensayos de armas nucleares podría acarrear efectos desastrosos para toda la especie humana, especialmente en lo que se refiere a los efectos genéticos.

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A partir de 1958 sus resoluciones cobran un tono cada vez más enérgico y apremiante hasta culminar, en noviembre de 1962, en la resolución 1762 (XVII), en la que la Asamblea condenó todos los ensayos de armas nucleares y pidió que esos ensayos cesaran “inmediatamente y a más tardar el 1o de enero de 1963”.

En 1960 un nuevo proyecto de resolución irlandés, revisado y copatrocinado luego por Ghana, Japón, Marruecos y México, debía convertirse en la resolución 1576 (XV) por la que la Asamblea instó, por una parte, a los Estados que producían armas nucleares a que, como medida temporal y voluntaria mientras se lograba la concertación de un acuerdo permanente para prevenir una mayor difusión de tales armas.

Un año más tarde la Asamblea redobló sus esfuerzos para frenar la difusión de las armas nucleares y, el 4 de diciembre de 1961, aprobó por unanimidad su resolución 1665.

Durante el mismo período de sesiones, Suecia presentó una iniciativa tendiente a conseguir idéntico propósito, pero de alcance mucho mayor que el de las resoluciones sobre no difusión de las armas nucleares, ya que tendía a hacer aplicables en escala universal los principios que servían de base a las propuestas sobre zonas libres de armas nucleares.

Desafortunadamente no fueron muchos los Estados que en sus respuestas mostraron un espíritu similar al que posteriormente se evidenciaría de parte de las repúblicas latinoamericanas para la creación de una zona militarmente desnuclearizada en su región, por lo que fue imposible llevar adelante la iniciativa sueca.

Las propuestas de Polonia han sido consideradas tanto en la Asamblea General como en el Comité de Desarme, pero no han tenido hasta la fecha aceptación por parte de los Estados Unidos y sus principales aliados, los cuales sostienen que cualquier plan de esta índole tiene que llenar el requisito ya aprobado de que ninguna medida de desarme debería crear ventajas unilaterales para un Estado o grupo de Estados, lo que, en su opinión, no es el caso con los planes relativos a la Europa Central, región que, según ellos, plantea problemas especiales y se encuentra vinculada a arreglos políticos y de desarme general referentes a la propia región.

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En cuanto a África, es ésta junto con América Latina, una de las dos únicas regiones acerca de las cuales las Naciones Unidas hayan llegado a adoptar resoluciones relativas a su desnuclearización militar, habiendo la primera resolución africana precedido en dos años a la resolución latinoamericana.

Durante el decimoquinto período de sesiones de la Asamblea, celebrado en 1960, año en que Francia llevó a cabo su primer ensayo de explosiones nucleares en el Sahara, varios países africanos emprendieron una campaña para que África fuera considerada como zona libre de armas nucleares.

El 24 de noviembre de 1961 ese proyecto pasó a ser la resolución 1652 (XVI) intitulada “Consideración de África como zona desnuclearizada”, al aprobarlo la Asamblea por 55 votos a favor y ninguno en contra, aunque con un crecido número de abstenciones que ascendieron a 44.

la Asamblea pidió en su resolución a los Estados Miembros las siguientes tres cosas: “Que se abstuvieran de efectuar o continuar en África ensayos nucleares en cualquier forma; Que se abstuvieran de usar el territorio, las aguas territoriales o el espacio aéreo de África para ensayar, acumular o transportar armas nucleares; Que consideraran el continente africano como una zona desnuclearizada y que lo respetaran como tal”.

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Casi tres años más tarde, en julio de 1964, la Asamblea de jefes de Estado y de Gobierno de la Organización de la Unidad Africana aprobó una declaración en la que, después de confirmar la resolución a que acabo de referirme, los jefes de Estado y de Gobierno participantes proclamaron solemnemente, en términos parecidos a los empleados por los cinco presidentes latinoamericanos en su declaración de 29 de abril de 1963.

La Asamblea tomó conocimiento de esa declaración durante su vigésimo período de sesiones y el 3 de diciembre de 1965 aprobó un proyecto de resolución sometido por veintiocho Estados africanos, con la impresionante votación de 105 a favor, ninguno en contra y sólo tres abstenciones. Fue ésta la resolución 2033 (XX) que llevó por título “Declaración sobre la desnuc1earización de África”.

La resolución incluyó, en sus párrafos 7 y 9, disposiciones cuya redacción se inspiró seguramente en la de los párrafos dispositivos 2 y 4, respectivamente, de la resolución 1911(XVIII) aprobada dos años antes sobre la desnuclearización de la América Latina, de la que hablaré aquí pasado mañana. En esos dos párrafos, la Asamblea expresó la esperanza de que “los Estados africanos inicien los estudios que consideren oportuno para poner en práctica la desnuclearización de África, y adopten las medidas requeridas por conducto de la Organización de la Unidad Africana para lograr este fin”, y pidió al secretario general que “proporcione a la Organización de la Unidad Africana los medios y la ayuda que pudiera solicitar para alcanzar los objetivos de la presente resolución”.

Desafortunadamente, ni las resoluciones de la Asamblea ni la declaración de la Organización de la Unidad Africana han logrado hasta la fecha progresos apreciables en el camino hacia la eventual desnuclearización militar del continente africano. La América Latina sigue, por lo tanto, siendo hasta hoy el único continente o subcontinente, como quiera llamársele, que puede legítimamente enorgullecerse de ofrecer al mundo el estimulante ejemplo de una zona libre de armas nucleares que abarca territorios densamente poblados.

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