Cultura

Eduardo Matos: Cuauhtémoc no fue sumiso cuando lo capturaron los españoles en 1521

El tlatoani sabía su destino como guerrero mexica y no pidió a Cortés que lo matara, sino que lo sacrificara, añade el arqueólogo y Premio Crónica

500 años de la muerte de Cuauhtémoc

El arqueólogo y Premio Crónica Eduardo Matos Moctezuma inauguró el ciclo sobre Cuauhtémoc en el Colnal.

Colnal

El temor de que iniciara una posible revuelta contra los españoles, fue el pretexto que Hernán Cortés encontró para ejecutar sin pruebas y presurosamente al tlatoani Cuauhtémoc. Así lo indicó Eduardo Matos Moctezuma (Ciudad de México, 1940), arqueólogo y Premio Princesa de Asturias en Ciencias Sociales 2022, durante la conferencia magistral del ciclo “Cuauhtémoc: a 500 años de su muerte”, dictada en El Colegio Nacional.

El investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y Premio Crónica explicó que dicha charla inaugura una serie de conferencias sobre la conmemoración de los 500 años de la muerte de Cuauhtémoc, a recordarse en 2025, y los eventos que marcaron el fin del imperio mexica.

Además, Matos Moctezuma comentó que para reflexionar sobre la vida de este personaje, creó una especie de seminario con colegas y amigos -quienes participarán en las próximas ponencias del ciclo- para proponer una serie de actividades, entre éstas, la escritura de un libro y una exposición.

“El 28 de febrero de 1525 fue cuando se llevó a cabo la ejecución del tlatoani y de su primo, el gobernante de Tacuba. Cuauhtémoc fue alguien que defendió su ciudad: Tlatelolco. Y un testigo presencial fue Bernal Díaz del Castillo quien señaló que el tlatoani no llegó a ser sumiso cuando lo capturaron en 1521”, narró.

El arqueólogo explicó que cuando Cuauhtémoc fue hecho prisionero, habló directamente con Hernán Cortés y le dijo: "señor Malinche, he hecho lo posible por la defensa de mi ciudad y ya no puedo más, he sido traído ante tu fuerza y poder, por lo tanto, toma el puñal que tienes en el cinto y mátame con él".

“Conociendo las costumbres mexicas, el destino que se le daba a los guerreros muertos o capturados en combate, era el sacrificio para acompañar al Sol desde el orto hasta el mediodía porque ese era el rumbo masculino del universo. Cuauhtémoc sabía que al ser capturado, su destino era morir en sacrificio, entonces se lo pidió a Cortés”, detalló.

Sin embargo, el conquistador no entendió, sólo lo abrazó y lo perdonó. Tres años después, en 1524, con Cuauhtémoc preso, Cortés envió a uno de sus principales lugartenientes, Cristóbal de Olid, a conquistar Honduras porque se enteró que ahí existían minas de oro.

Las crónicas y fuentes escritas señalan que Olid tuvo que pasar antes a Cuba para abastecerse de armas, lugar donde el gobernador Diego Velázquez lo convenció de levantarse en armas contra Cortés y hacer su propia conquista en Las Hibueras, hoy Honduras.

Cuando Cortés se enteró de la traición, mandó a Francisco de las Casas a detenerlo quien después de algunas complicaciones, lo decapitó.

“Esas noticias no llegaron a Cortés, entonces un tanto desesperado organizó la ida a Las Hibueras, Honduras, para buscar a Cristóbal de Olid y para ello armó toda una expedición con muchos guerreros, pero se llevó a los que habían sido gobernantes mexicas porque temía que si se iban, habría un alzamiento (en la ahora Nueva España) por parte de la población indígena”, comentó Matos Moctezuma.

El investigador del INAH indicó que ese viaje fue una catástrofe porque todos pasaron hambres y, según Bernal Díaz del Castillo, en ese peregrinar iban 3000 guerreros mexicas.

“El hecho es que al enterarse del destino de Olid se regresaron y por el rumbo del estado de Tabasco, llegó a los oídos de Cortés ciertos rumores: que estaban conspirando con matarlo y regresar y liberar la capital de la Nueva España, la antigua Tenochtitlan”, platicó.

Sobre ese momento, al arqueólogo le llama la atención la narración de Bernal Díaz del Castillo quien escribió: “verdaderamente yo tuve gran lástima de Cuauhtémoc y de su primo por ser conocido tan grandes señores y aún ellos me hacían honra en el camino en cosas que se me ofrecían y fue esta muerte que le dieron muy injustamente dada que pareció mal a todos los que veníamos en aquella jornada".

Por su parte, Cortés argumentó ante el rey de España, en su tercera carta de relación, que llevó a Cuauhtémoc a Las Hibueras por seguridad y para evitar la revuelta en que los mexicas intentarían recuperar sus tierras desposeídas.

“¿Qué es realmente lo que ocurrió? Pienso que primero, tenemos el temor de Cortés en dejar a estos dirigentes anteriores de México y de Tlatelolco en la capital de la Nueva España porque teme que haya un levantamiento, por eso se los lleva a Las Hibueras, pero de regreso van hacia al mismo lugar del que ya tenía el temor que algo fuera a ocurrir”, dijo.

Sin embargo, para el arqueólogo lo interesante es que Bernal Díaz menciona que no había motivos suficientes para que Cortés actuara así y ejecutara a los tlatoanis mexicas.

“Para mí fue una manera de que viendo que iba a regresar a la antigua Tenochtitlan, capital de la Nueva España, corría el riesgo de que estos dos grandes señores pudieran ser motivo de alzamiento en contra de la presencia española y entonces, se deshace de ellos. Haya sido verdad o no, el hecho es que hay un pretexto para poder ejecutarlos y hacer un juicio sumario, es decir, un juicio hecho rápidamente y sin muchas pruebas o indicios”, afirmó.

ESPECULACIONES

Matos Moctezuma compartió dos láminas de códices en donde se representa la muerte de Cuauhtémoc, la primera corresponde al Códice Vaticano A donde aparece colgado de un árbol junto con su primo Tetlepanqtétzal y su símbolo: un águila que desciende.

La segunda es la tira de Tepexpan, donde se representa el bulto mortuorio de Cuauhtémoc con su símbolo de tlatoani y del águila, pero con la diferencia que del árbol donde cuelga su cuerpo, éste aparece sin cabeza, es decir, fue decapitado.

“Después vino la especulación. ¿qué pasó con el cuerpo de Cuauhtémoc? Y es pura especulación lo que comentaré. Quizá Cortés entregó los cuerpos de los dos tlatoanis a los mexicas que lo acompañaban para que lo enterraran; recordemos que el destino, una vez muerto, era ser cremados y sus cenizas eran depositadas en una ollita de barro a los pies del Templo Mayor”, expresó el arqueólogo.

Si acaso Cortés entregó el cuerpo, no iba a permitir que quemaran el cadáver porque la religión católica lo prohibía, añadió. “¿Qué es lo más probable? que los hubieran enterrado. Pero no se sabe qué fue lo que ocurrió”, dijo.

Finalmente, el investigador del INAH mencionó la aparición de documentos en Ixcateopan, Guerrero, que señalaban que ahí descansaban los restos del tlatoani, no obstante, éstos fueron analizados por tres comisiones y la conclusión de dos fue que eran apócrifos. Hoy, en El Tigre, en Itzamkanac, Campeche, como posible sitio donde fue ejecutado Cuauhtémoc y su primo Tetlepanqtétzal.