Cultura

Leila Guerriero: “Tendemos a dividir el mundo entre víctimas perfectas y malos monstruosos”

La escritora habla de su libro “La llamada”, una historia sobre las atrocidades de la dictadura argentina

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“Hay un montón de testimonios de sobrevivientes de la dictadura, dice Leila Guerriero

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Silvia Labayru, a sus 20 años y embarazada, fue secuestrada por militares y trasladada a un centro de detención clandestino en Argentina: la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), ahí dio a luz, fue torturada, violada e implicada en la desaparición de tres madres de Plaza de Mayo y dos monjas francesas. La reconstrucción de esos momentos, desde diversas voces, es lo que realizó Leila Guerriero en su libro “La llamada”.

La obra editada por Anagrama y promocionada durante el Hay Festival Querétaro inició como un artículo y no para ser un libro, confesó la autora. Además, el detonador fue una entrevista que Leila leyó en el diario “Página/12” a Labayru.

“Hay un montón de testimonios de sobrevivientes de la dictadura, mucha gente ha hablado con coraje a lo largo de años, incluso en los años 70. Me llamó la atención que muchas mujeres habían pasado por la misma situación que Silvia, ser violadas, eran voces que estaban ausentes de la conversación pública”, dijo en entrevista.

Sobre la dictadura se ha hablado mucho, hay organizaciones centrales como las Madres de Plaza de Mayo, Abuelas de Plaza de Mayo y organismos de derechos humanos diversos como el equipo argentino de antropología forense, pero la revisión de los testimonios de la gente que pasó por todo esto, la voz del sobreviviente no está tan presente, añadió.

“Me asombró mucho cuando entrevistaba a una de las personas que aparecen en el libro y me dijo: fíjate que están reunidas en organizaciones, las madres, las abuelas, los nietos, los hijos, pero no hay asociaciones de sobrevivientes, no están juntos”, comentó.

Guerriero señaló que no haberse encontrado más a menudo esos testimonios naturalmente en un programa televisivo o en algunas entrevistas en diarios, fue darse cuenta de algo evidente de manera tardía.

En el libro, la autora narra cómo Silvia Labayru después de salir de la ESMA, fue juzgada por los compañeros con los que había militado o coincidido durante la dictadura, ya que ella, la protagonista de la historia, perteneció a los Montoneros.

¿Es un error común juzgar o buscar héroes cuando miramos el pasado?

Creo que sí sigue pasando y pasa mucho también en la manera en que los periodistas contamos a las víctimas, tendemos a transformar a la víctima en una especie de santa o santo y si no es perfecto, tienen que ser personas de un comportamiento intachable.

Tendemos a dividir el mundo entre víctimas perfectas y malos monstruosos, pero esa no es la realidad, eso es una mirada que nos tranquiliza de alguna manera a la hora de contar, sin embargo, ninguna víctima es perfecta y ningún monstruo es completamente monstruoso. Eso es muy incómodo de escribir y de ver.

En su opinión, esa percepción hace que las víctimas tampoco se atrevan a contar las atrocidades que vivieron. “Ven todas esas historias de víctimas impolutas y se dicen: yo no soy tan perfecta, no hablo porque si abro la boca no me van a creer, van a decir que me pasó esto porque le pegaba al perro. Es un discurso peligroso”

Un tema que plantea el libro de Guerriero es la posibilidad de condenar en tribunales las violaciones durante la dictadura.

“Hay una cuestión legal, Silvia y las otras dos denunciantes pudieron iniciar un juicio justamente porque la violación se separó del resto de los tormentos que incluye la tortura, aunque el hecho de que te pongan picana, que te hagan simulacro de fusilamiento, que no te den comida ni agua, por supuesto es una situación tortuosa y forma parte de la intención de quebrar y aniquilar a una persona, y fueron las perversiones que hicieron los militares en aquel momento”, dijo.

No obstante, separar la tortura de la violación, permitió que se pueda juzgar a una persona sólo por cometer ese delito, añadió.

¿El periodismo es vital para denunciar delitos?

No creo que sea una tarea que tenga que hacer el periodismo, pero alguien la tiene que hacer y si es el periodismo o una ONG es mucho mejor a que nadie lo haga. Es una responsabilidad del Estado hacer una búsqueda de los desaparecidos, hacer que las fiscalías funcionen de manera coordinada, es una tarea de ellos porque es demasiado grande para un grupito de personas.

La diferencia entre que esas cosas salgan a la luz pública y no salgan es enorme, saber que esas cosas pasan es el primer paso para que no sucedan más. La labor del periodismo es darle voz a los que no la tienen, visibilizar los que no tienen visibilidad y darle llegada con un altavoz al conocimiento público sobre las atrocidades que de otra manera no tendrían espacio en la conversación pública.