Cultura

El tradicional molinillo de café de Sarajevo corre peligro de desaparecer

En el taller situado en el casco viejo de Sarajevo se han sucedido varias generaciones de artesanos, todos ellos antepasados de su actual propietario, Haris Jagnjo

patrimonio

Haris Jagnjo, de 42 años, trabaja en su taller de molinillos de café en Sarajevo, Bosnia y Herzegovi.

EFE

El histórico molinillo de café manual, que antaño tenía cada hogar en Bosnia y Herzegovina para mostrar la tradicional hospitalidad con un buen sorbo de café turco, está en peligro de desaparecer incluso como artesanía.

En el país balcánico, donde tomar café ha sido todo un rito desde los tiempos otomanos, queda hoy apenas un pequeño taller familiar, con sus raíces en el siglo XIX, que produce estos molinillos.

En el taller situado en el casco viejo de Sarajevo se han sucedido varias generaciones de artesanos, todos ellos antepasados de su actual propietario, Haris Jagnjo, de 42 años.

En la zona hay numerosos cafés donde aún se toma el tradicional café turco, hervido en un recipiente de latón con un mango, que deja posos en el fondo de la pequeña taza típica sin asa y que los sarajevitas toman con un terrón de azúcar.

PARA LOS NOSTÁLGICOS

Sin embargo, pocos cafés usan los molinillos que se fabrican en el diminuto taller de Jagnjo, que por su aspecto como de antaño atrae en su escaparte las miradas de los turistas.

Los golpecitos metálicos que salen del taller llaman a mirar al interior, donde el artesano forja en un yunque acero inoxidable y latón calentados a altas temperaturas en un fogón, rodeado de pinzas, limas, abrazaderas, alicates y otras herramientas.

Los molinillos producidos aquí se venden por un precio de entre 25 a 50 euros/dólares.

"No es un material muy caro. Estos 'amarillos' son de latón, y estos que brillan son de acero inoxidable. Los aderezo con algún ornamento para que queden bien engalanados", explica Jagnjo a Efe en Sarajevo.

Tras la guerra civil de Bosnia (1992-1995), el entonces joven artesano fundía el latón de casquillos de municiones.

El molinillo consiste en tres elementos separables: el mecanismo que tritura y muele los granos, el depósito para el polvo fruto de la molienda, y una palanca que activa el mecanismo.

Su tamaño es de unos 20 centímetros y su fondo redondo tiene un radio de unos cinco.

Su capacidad es para unas cuantas tazas, y cada vez que uno quiere tomar tiene que moler una cantidad nueva por lo que el café siempre tiene un olor fresco.

UNA ARTESANÍA QUE DESAPARECE

Los molinillos de Sarajevo son comprados también por muchos visitantes nostálgicos de la antigua Yugoslavia que recuerdan cómo, en su infancia, sus madres y abuelas molían el café apoyando el molinillo en la cadera.

Jagnjo también repara esos aparatos y afila sus cuchillas para los pocos que aún creen que sólo el café molido de esta forma es bueno de verdad.

"Antes (los clientes) tenían que esperar hasta tres meses a la reparación, había mucho trabajo. Ahora ya no es así, sólo tenemos uno o dos (pedidos) por semana para reparar", dice Jagnjo.

"La gente tiene molinillos eléctricos o aparatos de "café expreso" y casi nadie muele el café a la antigua manera. Pese a todo, todavía recibimos pedidos. Necesito dos días para fabricar un molinillo", explica.

Los encargos llegan no solo de Bosnia sino también de Croacia, Macedonia del Norte, Alemania y otros países.

Sin embargo, no se puede vivir sólo de este trabajo, que para Jagnjo, ingeniero de tráfico, es una ocupación adicional.

Su artesanía está en vías de desaparecer, pero Jagnjo no piensa cerrar el taller de sus antepasados, fabricantes de molinillos y afiladores.

En la puerta del taller aún está el mismo anuncio de hace décadas, colocado allí por su abuelo, con imágenes de un molinillo, cuchillo y tijeras dibujados a estilo naíf.

BUEN CAFÉ, UN ORGULLO BOSNIO

En la cultura musulmana, servir un café de gran calidad es un deber, y un café malo se considera como una vergüenza.

Los bosnios están orgullosos por su larga tradición de tomar café, que llegó a los Balcanes de la mano de los otomanos, que dominaron el país durante cinco siglos.

De hecho, cuentan en Bosnia, Sarajevo ya tenía cafeterías a finales del siglo XVI, unos cien años antes París o Viena. Y allí se usaban molinillos similares a los que Jagnjo sigue produciendo.