Escenario

Adiós a Peter Bogdanovich, genio y figura de la generación que cambió Hollywood

ESPECIAL. El cineasta estadunidense, responsable de títulos como The Last Picture Show y Paper Moon falleció este jueves a los 82 años de edad, luego de una vida marcada por pasión por el cine, bancarrotas, amoríos y uno que otro escándalo

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El cineasta falleció este jueves a los 82 años.

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“Todas las buenas películas ya se han hecho”, afirma con algo de desilusión el joven director de cine Sammy Michaels mientras ve The Criminal Code (1931), uno de los filmes de Howard Hawks hecho antes de la imposición del “código de producción” que oficializó la censura en Hollywood. Sammy es uno de los personajes de Targets (1968), el debut de Peter Bogdanovich en el cine, en un filme realizado bajo el auspicio de Roger Corman.

Que el propio Bogdanovich interprete a Sammy Michaels se antoja una curiosa señal sobre su propia carrera: es un nuevo director aceptando la preeminencia del cine clásico. A eso se dedicó Bogdanovich en su cine: a hacernos entender que desde su punto de vista todos los largometrajes contemporáneos son homenajes y visitas a la historia de un arte que él respeta y valora.

Todo sin duda empieza por su formación y sus orígenes cinéfilos. Nació el 30 de julio de 1939, hijo de dos inmigrantes —él serbio y ella austriaca— recién llegados a Nueva York que huyeron de los nazis. Aunque en sus inicios fue actor cuyo aprendizaje lo recibió de la icónica actriz y legendaria profesora de método Stella Adler, que lo llevó a tener presencia en la televisión y teatro off-Broadway, lo cierto es que lo suyo era el cine.

“Le gustaba alardear de que entre los trece años, cuando empezó las fichas, y los treinta, cuando dejó de hacerlas, reunió un total de 5 mil 316. Más tarde, Peter alardearía ante Bob Benton y otros: ‘He visto todas las películas americanas que vale la pena ver’. Sus favoritas — Río rojo, Ciudadano Kane, Río Bravo— las vio varias veces. Ciudadano Kane fue la película que hizo que quisiera ser director”, según recopiló Peter Biskind en su famoso libro Moteros tranquilos, toros salvajes: La generación que cambió Hollywood (2000).

Consiguió trabajo como programador en el New York Theater (allí vio Sombras, de Cassavetes, la película que abrió una senda por la que la autoría entró en Hollywood), luego en el Museo de Arte Moderno de la ciudad (MoMA) y se casó en 1962 con la diseñadora de vestuario Polly Platt, que lo secundaba en su pasión cinéfila. Empezó a escribir monografías para el museo y lo vincularon a la revista Esquire para hacer la sección de cine siguiendo los pasos de sus admirados colaboradores de Cahiers du Cinéma: Francois Truffaut, Jean-Luc Godard, Claude Chabrol y Jacques Rivette, quienes habían creado la Nouvelle Vague. Entre 1961 y 1963 escribió sendos libros sobre Welles, Hawks y Hitchcock, pero él quería otra cosa.

Cuando llegó a Los Ángeles, en 1964, contactó a publicistas para que lo invitaran a las premieres de películas y así conocer a gente de la insdustria.

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Fue en junio de 1964 cuando se mudó a Los Ángeles con su esposa, buscando mejorar sus posibilidades de vincularse a la industria del cine. Contactó a los publicistas, a los agentes de prensa y se hizo invitar a los preestrenos y a las premieres esperando tener acceso a los círculos íntimos de Hollywood: él llevaba trajes usados de Jerry Lewis, los domingos desayunaban invitados por Fritz Lang.

“Vi a Hawks hacer El Dorado y a Hitchcock hacer Los pájaros. En ese momento no había todavía escuelas de cine; aprendí a dirigir observando a estos directores. Fui a un preestreno de El hombre que mató a Liberty Valance, y supe que estaba viendo la última gran película de la Edad de Oro de Hollywood”, dijo Bogdanovich a Biskind.

Fue en uno de esos pases de prensa donde coincidió con el rey de la serie B, Roger Corman, que conocía y admiraba sus textos en Esquire. Corman lo invitó a unirse al rodaje de The Wild Angels (1966) como asistente, pero terminó reescribiendo el guion mientras la cinta estaba en producción. El propio Corman fue quien lo impulsó a dirigir Targets, también conocida como El héroe anda suelto. Platt, madre de su hija Antonia, coescribió y ayudó en la creación del filme.

El rodaje en sí mismo tiene sus curiosidades. El actor inglés Boris Karloff (el famoso intérprete de Frankenstein) le debía dos días de rodaje y Corman se los ofreció a Bogdanovich, sugiriendo que rodara unos veinte o treinta minutos con Karloff, que utilizara parte del metraje de un filme de horror gótico suyo llamado The Terror (1962), donde aparecían Karloff y Jack Nicholson, y que además filmara otros cuarenta minutos adicionales para así redondear, a retazos, un largometraje que contara la historia de un francotirador, modelado en la figura de Charles Whitman, un ex marine que en 1966 abrió fuego desde la torre de la Universidad de Texas en Austin y mató a catorce personas, tras haber asesinado a su madre y a su esposa.

Boris Karloff y Peter Bogdanovich en el rodaje de Targets.

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A Bogdanovich se le dio un presupuesto de 125 mil dólares y quince días para completar el trabajo. Lo que resultó de esa amalgama fue realmente interesante: dos películas en una que reflexionan sobre el crepúsculo del terror gótico reemplazado en el inconsciente colectivo por la visceralidad de los psicópatas contemporáneos.

El éxito de Targets y el buen pulso de su director llamaron la atención de BBS, la compañía que fundaron Bob Rafelson, Bert Schneider y Stephen Blauner y que estaba financiando a los autores de lo que iba a llamarse “el nuevo Hollywood”. Con ellos haría su segundo largometraje The Last Picture Show (1971), a partir de la novela homónima de Larry McMurtry publicada en 1966.

“La película más admirable filmada por un joven director americano desde Ciudadano Kane”, escribió la crítica de Newsweek sobre ese filme que fue un canto de amor a las salas de cine en pequeñas ciudades y pueblos, un monumento a la nostalgia y al pasar de la vida, que también encumbró a la modelo Cybill Shepherd. Durante el rodaje, Bogdanovich se enamoró locamente de Shepherd y dinamitó su matrimonio. Aquella elegía cinéfila en blanco y negro, muy cercana en su esencia a la Nouvelle Vague, logró ocho nominaciones a los Oscar, y lanzó a todo su reparto: además de Shepherd, Jeff Bridges, Ellen Burstyn y Randy Quaid.

Barbra Streisand quiso de inmediato rodar con él, quien incluso ya tenía una idea de comedia romántica al estilo de Howard Hawks: personajes contrastantes, guerra de sexos y voluntades, diálogos rápidos y alocados. Warner Brothers financió el proyecto, en el que Ryan O’Neal —en ese momento pareja de Streisand— sería coprotagonista. El filme al que se le dio vida con esos elementos fue What’s Up, Doc? (1972), una confusión de identidades y maletines, tan alocada e hilarante ahora como lo fue en el momento de su estreno.

Durante el rodaje de The Last Picture Show se enamoró locamente de la modelo Cybill Shepherd.

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Pese al rechazo que Barbra Streisand siempre ha sentido por ella, What’s Up, Doc? fue un éxito absoluto de taquilla el año de su estreno, solo superado por El padrino (1972), que, por cierto, fue un largometraje que Bogdanovich no quiso hacer.

Tras hundirse el proyecto de un ambicioso western que pretendía rodar con John Wayne, James Stewart y Henry Fonda, se da a la tarea de llevar a la pantalla la novela de Joe David Brown, Addie Pray, bajo el título de Paper Moon (1973), que se convirtió en un vehículo para el lucimiento de Ryan O’Neal y su pequeña hija Tatum. Además, con este filme Bogdanovich cuenta ahora con su propia compañía de producción, The Directors Company, creada por él, William Friedkin y Francis Ford Coppola, en asocio con Paramount Pictures.

Cada director disfruta de libertad absoluta para hacer el filme que quiera, si no supera los tres millones de dólares de presupuesto. Paramount distribuirá los largometrajes resultantes, que en teoría se pensaba que podían ser cuatro por cada director. Bogdanovich hizo Paper Moon y Daisy Miller (1974) y Coppola hizo La conversación (1974). Los malos resultados de taquilla de estas dos últimas y la falta de un propósito común, en una época en la que ser un autor independiente y rebelde era el ideal, acabaron con la empresa.

Más adelante, At long last love (1975), homenaje al musical de estilo Lubitsch, también fue un fracaso. Su pasión por Shepherd no ayudó a su buen criterio. Nickelodeon (1976) se convirtió en su última película para un gran estudio, y luego llegó Todos rieron (1981), que rodó con Audrey Hepburn y una Miss Playboy, Dorothy Stratten, que se convirtió en su amante, pero el marido de ésta, Paul Snider, la asesinó (y después se suicidó) cuando se enteró del romance con el realizador. 

Fotograma de Paper Moon.

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Con este filme entró en bancarrota al hacerse cargo de la producción y distribución (cinco millones de dólares) y fracasar en la taquilla: “Todos rieron fue la experiencia más feliz y a la vez más triste de mi vida”, dice el director en su libro El director es la estrella, “aquella tragedia cambió mi vida para siempre, y durante un tiempo la oscureció hasta casi el aniquilamiento”.

Lo curioso es que tres años más tarde, se casó con Louise Stratten, hermana de Dorothy, lo que dio lugar a multitud de murmuraciones más o menos públicas. “Pocas personas han logrado entender esta relación más allá de cuatro ideas superficiales sobre sustituciones y reemplazos. Pero, ¿por qué iban a entenderlo?”, dijo el autor, cuyo matrimonio con la segunda Stratten acabó en 2001.

Tras la depresión mental y económica, Bogdanovich sólo ha realizado un par de estimables películas (aunque lejos de sus comienzos): Máscara (1985) y Noises off! (1992); un fallido eco del pasado: Texasville (1991) —secuela de The Last Picture Show—; un agradable musical decididamente menor: Esa cosa llamada amor (1993); innumerables telefilmes de usar y tirar, y ha visto cómo una de sus películas se estrenaba directamente en vídeo: Illegally yours (1988). De modo que quizá haya que quedarse con su papel como actor en la ya mítica Los Soprano, donde durante varias temporadas ha ejercido de psiquiatra de la psiquiatra.

Bogdanovich siempre estuvo rodeado de bancarrotas, amoríos y uno que otro escándalo. Y de inteligencia mezclada con ego. En la Mostra de Venecia en el 2014 donde presentó su penúltimo filme She’s funny that way contó: “Me encantan aquellas comedias de los años cincuenta, no las actuales de colegas o de chorradas sexuales. La comedia es mucho más difícil que el drama, sin duda. La gran Tallulah Bankhead decía: ‘Una cebolla te hace llorar. Muéstrame un vegetal que te haga reír’. Era tremenda”. Y a la consiguiente pregunta de qué le provocaba la risa, respondía: “Mi película”.

Bogdanovich en la Mostra de Venecia 2014.

EFE

En Venecia también confesaba su frustración con el cine actual: “Cuando empecé, la mayor parte de los genios de la gran época seguían en activo. Yo le preguntaba mucho a John Ford, que me gritaba que dejara de interrogarle, aunque luego respondía. Cuando doy clases de cine les digo a mis alumnos que no vean nada rodado después de 1962. Aquellas enseñanzas no se han engrandecido con las nuevas generaciones, sino que se han diluido. Una pena”.

El cineasta falleció este jueves a los 82 años. Su hija, Antonia Bogdanovich, dijo que el cineasta con medio siglo de trayectoria murió poco después de la medianoche, por causas naturales, en su casa de Los Ángeles. Descanse en paz.