Escenario

Álex de la Iglesia: “El cine debe ser más grande que la vida”

COBERTURA. El cineasta español ofreció una conferencia magistral sobre su trayectoria, incluida una serie de anécdotas y reflexiones como aquel proyecto de cine sobre El Santo que se quedó en el tintero

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El cineasta en el backstage antes de su clase magistral en la 39 edición del FICG.

Cortesía FICG

El cine debe ser más grande que la vida”. Con esta sentencia el cineasta español Álex de la Iglesia resumía su trayectoria en el cine que abarca más de 30 años como director, productor y guionista, y que fue reconocida este fin de semana por el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG) con el Premio Mayahuel Iberoamericano.

A propósito de su visita a tierras tapatías, el realizador ofreció una conferencia magistral sobre su relación con el cine desde sus inicios hasta una serie de anécdotas de su carrera que han puesto a reír y reflexionar a los presentes. Ya desde su primer proyecto defendía ante los productores su estilo “sí, es cine de terror pero con punto de disfrute”, dijo en la charla, para después adentrarse en lo que le fascina de la comedia dentro de sus filmes: “Lo que me gusta es cuando de pronto estás viviendo algo arrebatado al borde total de las cosas. Por eso siempre he querido hacer cine, por esos momentos donde dices a veces no debería reírme, pero sí que lo tengo que hacer”.

No sé cómo funcionan las cosas en mi cine. Hay imágenes y situaciones que coinciden y dan coherencia. La simetría y la falta de dirección tienen coherencia, lo arbitrario tiene sentido, la pasión por el ridículo es una cosa que me resulta fascinante. Tengo unas ganas enormes de entretener, de hacerle la vida más agradable a los demás, con momentos hipotéticamente únicos”, agregó.

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Reconocido por filmes como El día de la bestia (1995) y Las brujas de Zugarramurdi (2013), el cineasta expresó su inclinación por el uso de contrastes y la contradicción como soportes narrativos, así como su preferencia por las historias disruptivas que no se olvidan, entretienen y que sirven como una vía de escape:

Las imágenes dan una sensación de coherencia. Incluso en el caos, hay una especie de coherencia, en la asimetría y, sobre todo, en la falta de acción. Lo arbitrario, al final, genera una especie de sentido, y quizá sea ese: la pasión por el ridículo es algo que me resulta fascinante”, comentó.

En ese sentido el cineasta profundizó en la idea de que el cine que más le apasiona es el que está hecho con “películas imperfectas” que permiten encontrar una fisura a la realidad, pero que también apuestan por el disfrute, la felicidad y la sobrevivencia: “La única manera de sobrevivir es apoyando los momentos en los que la realidad te permite romper, encontrar una fisura y divertirte y, por otro lado, no prestar atención a nadie”, destacó el cineasta.

Siempre lo he dicho, para mí el cine debe ser más grande que la vida. Qué me perdonen algunos colegas que hacen muy buenas películas sobre los temas de la realidad pero yo lo veo de otra forma. Sé que Titanic es una gran película, es muy perfecta, a mí no me importa, y que me disculpe James Cameron pero eso es lo que creo. Si voy a hacer una película que sencillamente refleje la vida, o sea más pequeña que la vida, no me interesa”.

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Durante la conferencia magistral El universo del cine de género fantástico, el realizador destacó la importancia de la música en el arte cinematográfico y la comparó con un amigo que acompaña al espectador a ver una película. La música es “la mitad de la imagen”, añadió.

De la Iglesia recordó su etapa como presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, una experiencia que le dejó aprendizaje en otras áreas relacionadas al cine, pero en la que no logró convencer a sus miembros de la necesidad de vincularse al cine y las plataformas digitales.

En ese momento, 10 años antes de que ocurriera, era esencial que supiéramos que el cine iba a necesitar a las plataformas, que era absolutamente esencial que empezáramos a pensar en una oferta legal en internet precisamente para acabar con la piratería, eso ocurrió mucho más tarde, tenían todo el derecho del mundo a opinar lo que opinaban”, señaló.

Sin duda uno de los grandes momentos de la charla fue cuando habló de algunos proyectos que se quedaron en el camino especialmente llamó la atención el que tenía sobre el legendario luchador mexicano: El Santo.

Se podía hacer la película del Santo, estaba financiada, lo que pasa es que no llegamos a un acuerdo con la familia. Ellos son encantadores, el hijo del Santo es maravilloso, el nieto también; me llevaba fantásticamente bien con ellos, pero no encontramos un acuerdo con la familia”, dijo.

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Y es que la producción enfrentó un giro inesperado cuando los productores estadounidenses sugirieron a un actor entonces desconocido para De la Iglesia: Ryan Gosling.

Los americanos querían que fuera un actor que en ese tiempo no era famoso y me dijeron ‘tú conoces a Ryan Gosling’, a lo que dije que ‘no’, ellos dijeron que él tenía que ser El Santo. Me enseñaban fotos y yo no lo veía como El Santo,” comentó el director, para desatar las carcajadas de la audiencia.

El realizador recordó algunas anécdotas de su vida y se declaró admirador de directores mexicanos como Guillermo del Toro, a quien definió como “un gran ser humano” y al estadounidense Francis Ford Coppola, por atreverse a hacer películas sin importar el dinero.

Durante la clase magistral, Álex de la Iglesia también compartió su experiencia al conocer al escritor George R. R. Martin, autor de la saga A Song of Ice and Fire. De la Iglesia recordó con admiración las primeras impresiones sobre las novelas que inspiraron la exitosa serie de HBO, Game of Thrones.

Conocí a George R. R. Martin cuando apenas publicaba las novelas de Game of Thrones y me parecieron maravillosas. Sin embargo, el escritor dijo que HBO ya le había comprado los derechos de las novelas”, narró De la Iglesia. En ese momento, le resultaba increíble que una serie de televisión pudiera capturar la complejidad y grandiosidad de la historia.

Recuerdo haber visto la serie y haber dicho ‘no lo puedo creer, el gordo de George lo ha conseguido’. Recuerdo que veías las novelas con los dragones, Winterfell y todo eso y decía ‘Georgi no va a salir’ y al final sí salió”, rememoró con una sonrisa, destacando su sorpresa y admiración por el éxito de la adaptación televisiva.

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Así, bajo la fiel creencia de que “lo único importante en la vida es reírse”, el cineasta criticó a aquellos que dictaminan lo que es correcto hacer, lo que el cine debe o no contar, y las formas en las que debería de funcionar el discurso y la lectura de cada proyección creada para la pantalla grande.

A mí no me gusta que me digan qué hacer, ni cómo hacerlo; habrá a quienes sí, pero unos queremos inventarnos algo que te mantenga despierto. A veces es muy difícil enfrentarse a lo de siempre, esa sensación de ‘eso ya me lo sé’; en un momento determinado surgen las ganas de darle la vuelta, de ver qué pasaría si todo fuera al revés”, dijo el director de filmes como Acción mutante y Crimen perfecto.

Partiendo de la idea anterior, expresó su postura frente al panorama en el que se encuentran los discursos sociales y la manera en la que lo cotidiano marca las formas en las que se debe o no expresar el arte.

Ahora todos están muy atentos controlando lo que es correcto, lo que se debe hacer. Cada vez cuesta más variar el punto de vista. Cuando empecé quizás hubo un momento de despiste, e hice cosas que pillaron desprevenidos a muchos, eso me permitió seguir trabajando. Ahora bien, vivimos en un momento de privilegio, socialmente más feliz que otros; aunque con sus inconvenientes deberíamos celebrar y seguir con los discursos que nos ayuden a todos. Lo siento, pero siempre he sido muy positivo”, subrayó.

Además, sostuvo que vivimos en una época privilegiada que nos da la oportunidad de experimentar con el cambio. “Ahora tenemos la responsabilidad de contar historias que ayuden a que una serie de personas dejen de pensar como piensan y piensen de una manera más abierta y más diversa”, comentó.

Por último, recomendó a los presentes no olvidar la risa, “dirigir y hacer de la misma manera en la que se organiza una fiesta en la que todos disfruten y estén contentos”.