Escenario

Un concierto de leyenda: Si Dios tocara la guitarra se llamaría Clapton

COBERTURA. La noche del jueves se presentó en el Estadio GNP el artista británico, nombre propio en el olimpo del rock, con un repertorio de 16 canciones con las que dio cátedra musical

música

Eric Clapton en el Estadio GNP.

OCESA/José Jorge Carreón

Cuando Eric Clapton tenía 20 años ya era conocido por su forma prodigiosa de tocar la guitarra. En las paredes londinenses de los años 60 los jóvenes de la época lo dejaban claro cuando hacían grafitis con mensajes como “Clapton es Dios” o “Si Dios tocara la guitarra se llamaría Clapton”. Este último grafiti continúa en Camden, Londres. Si bien esto reanimaría el debate sobre quién es el mejor guitarrista de la historia, lo cierto es que la noche de este jueves el músico dio una clase magistral musical.

La última vez que el músico nacido en Ripley, pisó un escenario en México fue el 19 de octubre del 2001. Ocurrió en el Foro Sol, recinto que ahora lleva el nombre de Estadio GNP y que volvió a recibir a la leyenda 23 años después, con 79 años y con la compañía de unos músicos formidables que se colaron como electricidad por las más de 33 mil almas que acudieron a la ceremonia parroquial del rock.

El encargado de recibir con blues a los presentes fue el estadunidense Gary Clark Jr., quien mostró que es uno de los talentos que mantendrá vigente el legado del blues en un show de una hora que incluyó siete temas: “Maktub”, “Don’t owe you a thang”, “When my train pulls in”, “This is who we are”, “What about the children”, “Bright lights” y “Habits”. Un gran performance para poner atmósfera a la velada.

Pero a las 21 horas llegó el momento. Vestido de sudadera y gorra, llegó sin fanfarrias acompañando a sus músicos a colocarse en sus lugares. Quienes comenzaron a tocar para calentar motores mientras Clapton se dirigía al centro del escenario a tomar su mítica guitarra “Blackie”, que ha sido la complice de su historia musical por décadas.

Gary Clark Jr. en el Estadio GNP.

OCESA/José Jorge Carreón

Y es que para comenzar a hablar de uno de los guitarristas más célebres vale la pena recordar cómo “Beckie” llegó a sus manos. Aunque en los años 60 el músico ya era conocido y virtuoso no fue sino hasta 1969 cuando comenzó a tocar una Fender Stratocaster (antes tocaba Fender Telecaster con The Yardbirds o Gibson 335 con Cream y Blindfaith). No fue hasta la disolución de Cream que comenzó a tocar la famosa guitarra.

En 1970, el músico adquirió seis Stratocasters nuevas, cada una por un valor de 300 dólares. Decidió regalarle una a su amigo George Harrison (The Beatles), otra a Steve Winwood y otra a Pete Townshend (The Who), mientras que con las mejores partes de las otras tres (de los años 56 y 57) el lutier Ted Newman Jones creó a “Blackie”, un híbrido llamado así por su acabado en negro.

Escogió a su gusto, como por ejemplo, el cuerpo de aliso con acabado en nitrocelulosa es de una Stratocaster del 56, o el mástil famoso con forma en V es de una Stratocaster del 57. El mecanismo del trémolo lo bloquearon con un trozo de madera, y de esa mezcla de las mejores partes que Clapton consideró de tres Stratocaster que tenía, nació una de las guitarras más famosas de la historia. Esta guitarra ha sido portada de varios de sus discos más famosos, como Slowhand.

Esa ha sido su guitarra principal desde el 13 de enero de 1973, fecha del famoso concierto en el Rainbow Theatre, hasta que decidió retirarla en 1985, con ella grabó canciones como “Cocaine”, “I shot The Sheriff”, “Wonderful tonight” o “Lay down Sally”. La guitarra más famosa de su carrera y una de las más caras de todos los tiempos, siendo vendida por casi un millón de dólares y ahora permanece en la tienda insignia Fender en West 44th street, de Nueva York.

El músico salió al escenario con su guitarra "Blackie".

OCESA/José Jorge Carreón

Pero es que la marca creó una línea de guitarras inspiradas en esa “Blackie” y con una de ellas se apareció a las 21 horas en en Estadio GNP, para hacer sonar los primeros acordes del clásico “Sunshine of your love”, del disco Disraeli Gears (1967) que lanzó con Cream. El público enseguida reaccionó con un aullido, principalmente de la mayoría de cabecitas blancas que llegaron a dar una clase magistral de cómo disfrutar un concierto sin usar celulares la mayor parte del tiempo.

Cabe decir que este tema en el fondo es un homenaje al mismísimo Jimi Hendrix, pues los autores (Clapton, Jack Bruce y Pete Brown) la escribieron luego de asistir a uno de sus conciertos en el Saville Theatre de Londres. Bruce tomó la línea de bajo del concierto de Hendrix y la usó para acompañar toda la canción. en una sesión nocturna compuso la letra con Brown y luego el estribillo fue escrito por Clapton.

Una canción que a las primeras cuatro notas es reconocible y que marcó la pauta para que el público conectara de inmediato con el músico británico, y con el lucimiento especial de las coristas Katie Kissoon y Sharon White, quienes junto al resto de los músicos nos hacían pronosticar una velada increíble.

La línea de bajo de Jack Bruce nos acompaña toda la canción excepto en el estribillo y es la parte más reconocible de la canción, sólo oír las cuatro primeras notas y ya sabes qué canción es. Lo mejor de todo es que esta línea de bajo nació de la mano de unos de los mejores guitarristas de la historia: Jimi Hendrix. Tras ir a un concierto de Hendrix, Jack Bruce se quedó con una línea que el guitarrista había estado tocando y la desarrolló hasta convertirlo en el famoso riff que hoy conocemos. 

El guitarrista dio una cátedra musical.

OCESA/José Jorge Carreón

Lo curioso es que después a Jimi Hendrix le gustaba tanto “Sunshine of your love” que la tocó en varias ocasiones sin saber que él mismo había sido la inspiración. Esta melodía cuenta con un ritmo de batería que en su momento el productor Tom Down llamó “ritmo indio”, tomado de las películas de westerns y que se volvió popular con los años.

Una canción que habla de la anticipación y el deseo de estar con la persona amada, expresando la emoción que se siente justo antes del amanecer, cuando el mundo aún está en calma y se aproxima el momento de encontrarse con el ser querido. Algunos quizás la recuerden por aparecer en Los Simpson, La escuela del rock o Goodfellas de Scorsese, pero lo más curioso es que el mismo Hendrix la amaba y tocaba en vivo sin saber que él mismo había sido la inspiración.

El concierto del jueves no solo se caracterizó por ser una cátedra de blues rock, sino que además nos ayuda a definir a Eric Clapton como un músico que ama la historia del género y lo ensalza haciéndolo trascender. Su carrera está llena de homenajes musicales y es por eso que al momento de entonar “Key to the highway” queda implícito el reconocimiento a la historia de sus maestros predecesores.

William Lee ‘Big Bill’ Conley Broonzy, el compositor de tal pieza, nació el 26 de junio de 1893 en Scott County, Mississippi, en el sur de los Estados Unidos. Fue el pianista Charlie Segar, quien se encargó de grabar el tema por primera vez en 1940 como una canción de country y aunque el primer giro eléctrico del tema lo hizo Little Walter, la versión más emblemática es la que tiene Clapton que sacó para el legendario disco Layla and other assorted love songs (1970) de Derek and the Dominos. De las preferidas de Jack Kerouac y luego de Bob Dylan.

Asistieron 33 mil personas.

OCESA/José Jorge Carreón

Además la canción tiene una hermosa y dolorosa letra sobre un hombre que decide dejar su vida actual y emprender un viaje sin retorno. La “llave de la autopista” simboliza la libertad y la capacidad de ir a cualquier lugar, sugiriendo un deseo de escapar de las circunstancias actuales y buscar un nuevo comienzo: “Voy a salir de aquí corriendo, porque caminar es demasiado lento”, dice la letra. “Dame un beso más, mamá, justo antes de que me vaya/ porque cuando me vaya de aquí, no volveré nunca más”. Increíble.

Si bien la canción es un blues simple, de sólo 8 compases y compuesto por 3 grados de la escala, haberla escuchado por eric Clapton daba una sensación gloriosa pues su ejecución tenía una sensibilidad precisa y llena de sentimiento cuando se hacía el acercamiento a las pantallas del recinto que el público no podía dejarlo pasar desapercibido y hacía air guitar junto al músico. Mención especial para Chris Stainton (en el piano y teclados).

Esta primera etapa del concierto en la que destacó la guitarra eléctrica continuó con “I’m your hoochie coochie man”, que cambió el tono melancólico de la balada anterior por un ritmo mucho más alegre. Desde su entrada pausada de rock and roll de los 50 y su remembranza a Elvis Presley o Buddy Holly hasta el giro en que entra la voz carrasposa que enciende las fibras de los presentes y los suma en un alarido.

El tema, original de Willie Dixon que Clapton incluyó en su repertorio en 1994, se sumerge en el mundo del misticismo y la confianza en uno mismo. La referencia inicial a la mujer gitana que predice el nacimiento del “niño varón” que “va a ser un hijo de pistola” establece un tono tenebroso que evoca al destino y el poder predestinado. Un tema alegre para jugar con las emociones del público.

La gente quedaba embelezada por su forma de tocar.

OCESA/José Jorge Carreón

El tema que cerró esta primera etapa de repertorio eléctrico fue “Badge”, ese tema escrito junto a su amigo George Harrison y grabada por Cream en su disco Goodbye (1968) y que es una pieza cargada de nostalgia y reflexión. Desde el inicio, Clapton nos lleva a un viaje por los recuerdos, evocando momentos compartidos en el coche y reflexionando sobre si llevó a su acompañante demasiado lejos, tanto física como emocionalmente.

En este tema Clapton suelta el liderato y ofrece el lucimiento a sus músicos. Su voz luce especialmente y resulta hermoso de apreciar la forma en que se concentra en sentir los acordes cerrando los ojos. El guitarrista Doyle Bramhall II tiene un lucimiento especial durante el tema.

Como curiosidad sobre el tema, por “problemas legales”, en los créditos no podía aparecer el nombre de George, y, por ello, fue sustituido por el de “L’Angelo Misterioso”. Más aún como Harrison ayudó a escribir la letra, el Beatle lo invitó a participar en la grabación de una canción del LP doble de los Beatles llamado White Album, claro que en “While my guitar gently weeps”, compuesta en su totalidad por George.

Cream tenía la encomienda de que cada miembro propusiera un tema para el disco, en un momento Harrison le dictaba la letra a Clapton y en lugar de escribir correctamente como le propuso el Beatle puso “Bridge”, Eric la leyó al revés y comenzó a reír al preguntar “Qué es ‘badge’?”, tuvo que entrar Harrison borracho a explicar que esa frase es sobre los cisnes que viven en el parque. Gustó y quedó.

Tocó un total de 16 temas.

OCESA/José Jorge Carreón

“Gracias por estar aquí”, fueron las palabras que mencionó Clapton al cerrar el tema y dar inicio a un nuevo bloque, esta vez con su guitarra acústica. De la cual vale la pena explicar que para estas partes en conciertos siempre usa las de la marca Martin, especialmente las del modelo 000-28EC que comenzó a usar desde su famoso concierto MTV Unplugged (donde usó una Martin 000-42 que en 2004 se convirtió en la guitarra acústica más cara jamás vendida hasta esa fecha, cuando lo hizo por 791 mil 500 dólares).

Sin necesidad de usar plumilla tomó su instrumento para comenzar a entonar “Nobody knows you when you’re down and out”, un estándar blues escrito por el pianista Jimmie Cox en 1923, en el contexto post depresión económica de 1920-1921, y que se refleja en la letra con una reflexión en forma de advertencia sobre la naturaleza voluble de la fortuna.

Una vez viví la vida de un millonario, gastando mi dinero, no me importaba. Llevaba a mis amigos a pasar un buen rato, comprando licor de contrabando, champán y vino. Cuando empecé a caer tan bajo, no tenía amigos ni ningún lugar donde ir. Así que si alguna vez vuelvo a tener un dólar en mis manos, lo guardaré hasta que esas águilas sonrían”, reza la letra.

En su historia musical este tema es importante porque fue de las primeras que aprendió a tocar. La grabó con Derek and the Dominos para el aclamado Layla and others assorted love songs. Una de las versiones más famosas es la del mencionado MTV Unplugged, de la que dijo al respecto: “También disfruté volviendo a tocar las cosas viejas como ‘Nobody knows you when you're down and out’, que fue como empezó todo en Kingston University hace tanto tiempo”. 

El público presente en su lugar era mayor y disfrutó el concierto sin celulares.

OCESA/José Jorge Carreón

Una progresión musical de ocho compases que hizo palpitar el corazón de los presentes con una actuación solemne más de su pianista Chris Stainton, con su tono campirano y la voz rasposona de Eric que emocionó a más de uno.

Con un tono aún más melancólico llegó el momento de revisitar un poco de su disco Journeyman (1989) con la interpretación del tema “Running on faith” en el que Clapton se enfrenta a momentos de canto más agudos y que hace con maestría. Un tema emocional que explora los sentimientos de incertidumbre y la fe en el poder transformador del amor a través de una expresión lírica de esperanza y la búsqueda constante del amor verdadero.

Bellos coros de fondo de Katie Kissoon y Sharon White para acompañar esta emotiva canción que salió a la luz después de luchar contra su adicción al alcohol a mediados de la década de 1980, con ese solo de guitarra que juguetea con los sonidos más countries denotando una belleza musical estremecedora.

Esta etapa acústica también nos permitió ser testigo de “Change the world”, esa balada rock con toques de funk que puso a bailar en sus lugares a los presentes y que evocaba en algunos presentes el recuerdo de que sonó en la película Phenomenon (1996) que protagonizó John Travolta.

Sus músicos también lucieron en cada canción.

OCESA/José Jorge Carreón

El tema, que es original de Wynonna Judd, es también uno de los reflejos de admiración de Eric Clapton por trabajar junto al productor Kenneth “Babyface” Edmonds, de quien se apoyó para poder hacer una versión con más elementos de blues. Para algunos críticos de la época esta versión también es el reconocimiento del guitarrista al poder del folk pop acústico con un ritmo estimulante y un pegadizo estribillo que alentaba a los fanáticos a completar la frase principal.

La letra habla de un amor tan fuerte que el protagonista cree que podría transformar la realidad. La canción comienza con una metáfora poética, donde el cantante desea poder alcanzar las estrellas y ofrecer una a su ser amado como muestra de su amor y la verdad de sus sentimientos. Un mensaje que llegó con una ejecución musical llena de vibra positiva para el público mexicano; un himno a la esperanza y al poder transformador del amor que necesitábamos.

Después de ese tema tocó el turno de rememorar una canción que refleja uno de los momentos más difíciles en la historia de Clapton. Sonó la melancólica “Golden ring” del disco Backless (1978), que es una de sus canciones favoritas como lo dijo en una entrevista en 1999 para la revista VH1: “es oscura, la gente no la conoce y se trata del matrimonio”, dijo.

La canción narra el complicado triángulo amoroso de Eric Clapton con la modelo Pattie Boyd y George Harrison de The Beatles. La escribió en el año de transición emocional entre el divorcio oficial de Boyd y Harrison y su propio matrimonio con Boyd en 1979. También fue el año en que Harrison se casó con la autora Olivia Trinidad Arias.

El guitarrista tiene 79 años.

OCESA/José Jorge Carreón

A pesar de la amistad con el Beatle, Clapton no pudo ocultar su enamoramiento. En 1970, supuestamente proclamó su amor por Boyd con la mítica “Layla”. Cuando Boyd rechazó sus avances, Clapton se exilió musicalmente por voluntad propia durante más de tres años.

“Fue escrita sobre la situación entre (Pattie), George y yo. Se refería en parte a su reacción ante la noticia de que George se iba a casar de nuevo. Ella se lo tomó muy mal y yo, en mi arrogancia, lo encontré difícil de entender. Así que escribí esta canción sobre la peculiaridad de nuestro triángulo, que termina con las palabras: ‘Si te diera un anillo de oro / ¿Te haría feliz, te haría cantar?’”, dijo en esa entrevista.

El momento en el Estadio GNP de esta canción fue muy conmovedor. Los ojos apretados por momentos del músico en esta sencilla balada transmitían emociones bellas y dolorosas mientras el ritmo cautivando al público movía su cabeza embelesada al ritmo del bajeo y la sutil batería. Otro momento hermoso.

Pero esa ejecución nos estaba preparando para uno de los momentos más emocionantes de la noche. Un juego de guitarra casi confuso iniciaba, hasta que Clapton comienza el peculiar inicio de “Tears in heaven”, esos acordes que se sienten como un rasgueo al corazón adolorido de la pérdida y que, como ocurre en los últimos años en sus conciertos, es maravillosa la forma en que se agregan los otros instrumentos como no dejándolo sentir solo el dolor. 

Así lució el Estadio GNP.

OCESA/José Jorge Carreón

Y es que como es sabido este tema sigue siendo la canción más personal de su repertorio, pues es un homenaje a su hijo Conor, que murió accidentalmente cuando sólo tenía cuatro años. La tragedia ocurrió el 20 de marzo de 1991, cuando el pequeño se resbaló accidentalmente desde la ventana del piso 53 de un edificio de apartamentos en la ciudad de Nueva York.

Casi inconscientemente usé la música para mí mismo como un agente curativo, y he aquí que funcionó... He obtenido mucha felicidad y mucha curación de la música”, dijo en su momento sobre el tema para el canal ABC.

La canción, que musicalmente está basada en progresiones de bajo descendentes emparentadas con la estructura armónica comúnmente denominada “Canon de Pachelbel”, había dejado de ser interpretada en vivo en 2004, así como la canción “My father’s eyes”, pero ambas regresaron a su lista de canciones habituales en el 2013 y 2022, respectivamente.

Un gran gesto final de complicidad entre Clapton y su bajista Nathan East fue cuando el guitarrista le agradeció a su músico por su ejecución. Fue estremecedor escuchar este tema con el sentimiento de Clapton en vivo. Él no lloró pero hubo lágrimas de mexicanos conmovidos con este momento de la noche.

El guitarrista estremeció con su forma de tocar la guitarra.

OCESA/José Jorge Carreón

La oscuridad volvió con una prolongada pausa que marcó el inicio de una nueva etapa en el concierto. De regreso al modo eléctrico tomó a “Beckie” para acompañar a la batería de Sonny Emory. Vibrante, enérgico y elegante. Los amantes de los solos de guitarras no podían dejar de ver su movimiento de mano en la pantalla, esta vez con guanteletes blancos, mientras comenzaba a sonar “Got to get better in a little while”, de Derek and the Dominos, que se incluyó hasta 1988 en el disco Crossroads aunque la primera vez que la tocaron fue en 1973.

Es una poderosa reflexión sobre la lucha personal y la esperanza de un futuro mejor. Desde el inicio, Clapton expresa un profundo sentimiento de desesperación y autodestrucción, mencionando que está viendo y consumiendo cosas que no son buenas para él. Desde luego que estos versos se interpretan como una referencia a sus propias batallas con la adicción, un tema recurrente en su vida y obra.

El estribillo repetitivo, ‘It's got to get better in a little while’, actúa como un mantra de esperanza y perseverancia. A pesar de las dificultades actuales, Clapton mantiene la fe en que las cosas mejorarán con el tiempo. La mención de que ‘el sol tiene que brillar en mi guitarra algún día’ simboliza la esperanza de que su talento y pasión por la música lo guiarán hacia tiempos más luminosos y positivos. La canción concluye con un llamado a la acción espiritual, sugiriendo que la oración y la fe pueden ser herramientas poderosas para superar las adversidades.

Durante este tema Clapton ofrece el solo de guitarra más largo hasta el momento de la noche, haciéndose sentir en el escenario frente a sus músicos como el guía que mueve la melodía al ritmo de su guitarra. La atmósfera del teclado, el vibrato de la otra guitarra y los coros como cantos de soul. Las cabezas de los presentes se agitan con esta pieza de rock y algunos levantan las manos cantando con él en el clímax de la canción. 

El músico agradeció la presencia de los asistentes con música.

OCESA/José Jorge Carreón

De regreso al blues más puro, sensual y estremecedor llegó una canción que partió corazones. “Old love” quedará como uno de los momentos más mágicos de la noche con su sinceridad y sentimiento en la voz, una letra que acaricia heridas y los acompañamientos dulces y entregados a la tragedia.

De nuevo un guiño a Pattie Boyd, esta vez en 1988 cuando se divorció de la modelo y fotógrafa. Es el tema que documenta el final de su relación (un año antes había sido padre en secreto con una de sus amantes). Sin duda una canción para apretar los ojos junto a Clapton y dejar que la música rasguñe el corazón y la memoria con rabia.

El solo de guitarra más trágico de la noche. Más desgarrador. Más catártico. Más sublime. Del tipo que apela a morir lentamente en los acordes como lo ocurría con Gary Moore. En un momento presta la melodía a un solo de sintetizador y piano de Tim Carmon, que no desencaja con el nivel dramático de la melodía y lo eleva con grandeza. La voz casi quebrada que exige la canción y el clímax liberador nos dieron un momento más que extraordinario.

Pasando el momento más oscuro del amor llegó el turno de cambiar los ánimos y cambiar las lágrimas por energía intrépida con “Crossroad blues”, el primero de los homenaje de la noche para el legendario Robert Johnson. Un blues electrificar el cuerpo y hacerlo bailar. 

Otra de las imágenes panorámicas de la noche.

OCESA/José Jorge Carreón

La letra de “Crossroads” se centra en el simbolismo de una encrucijada, un lugar donde se toman decisiones importantes y, en muchas culturas, un sitio donde se cree que ocurren sucesos sobrenaturales. El narrador se encuentra en este lugar, pidiendo misericordia y una señal de dirección, lo que refleja un momento de intensa vulnerabilidad y necesidad de guía.

La canción la tomó prestada desde 1966 mientras aún estaba con los Bluesbreakers, pues tomó la canción de Johnson para una sesión de grabación e hizo su versión con un arreglo combinado las letras de “Cross Road Blues” y “Traveling Riverside blues” también de Robert Johnson, con una adaptación de la línea de guitarra de esta última, que es la versión que más escuchamos.

Este tema cuenta con unos coros majestuosos de Katie Kissoon y Sharon White dignos del jazz más profundo de Nueva Orleans, con un piano simple y efectivo de Chris Stainton y con una línea vocal de Clapton para despertar alegrías y euforias contenidas.

Otro momento magistral de la noche fue el otro homenaje a Johnson con “Little queen of spades” que llegó enseguida del tema anterior. Cambio de ritmo a un blues más sexy y melancólico. Su voz aguardientosa sonó increíble al momento de la lírica y ni qué decir de ese solo de guitarra para exorcizar a los demonios internos más crueles.

Ofreció tanto momentos emotivos como eufóricos.

OCESA/José Jorge Carreón

Esta es una de las canciones habituales de Clapton desde 1970 y es una obra maestra del blues que encapsula la esencia de la vida y las luchas de los músicos de blues en la década de 1930, explorando temas de amor, deseo y la naturaleza humana.

La “pequeña reina de espadas” es una metáfora para una mujer que tiene un poder magnético sobre los hombres, especialmente en el contexto de los juegos de azar. La letra sugiere que esta mujer es irresistible y que su presencia provoca una reacción física intensa en el narrador, simbolizada por el “escalofrío helado” que siente cada vez que ella “hace una jugada”.

El narrador expresa su deseo de encontrar una mujer que sea una jugadora, lo que refleja una búsqueda de emoción y riesgo en su vida amorosa. Esta búsqueda también puede interpretarse como una crítica a las relaciones tradicionales, donde el hombre siente que debe entregar todo su dinero a la mujer.

En lugar de eso, el narrador anhela una relación más equitativa y emocionante, donde ambos puedan beneficiarse mutuamente. La mención del “mojo” sugiere que la mujer tiene un encanto o poder especial, posiblemente relacionado con la magia o el misticismo, que la hace aún más atractiva y peligrosa.

El músico dio una noche memorable.

OCESA/José Jorge Carreón

Todo esto, trasladado a lo que los músicos pueden interpretar desde sus instrumentos a ritmo de blues no es más que una obra maestra. La melodía sirvió también para presentar a sus músicos con un solo de sus instrumentos al presentarlos donde el que se lució más fue Tim Carmon en el piano; Doyle Bramhall II (guitarra), Chris Stainton (teclados), Nathan East (bajo), Sonny Emory (batería) y las coristas Katie Kissoon y Sharon White. Pero el momento de solo de Clapton fue majestuoso, haciendo llorar a la guitarra con delicadez y soltura. Uno de los momentos más emocionantes de la noche.

El final de la noche histórica llegó de la mano de otro de sus temas más emblemáticos. “Cocaine” de J.J. Cale es uno de los grandes himnos de su carrera y llegó al Estadio GNP para revivirlo. El tema lo incluyó en el álbum que da nombre a uno de sus motes más famosos que es Slowhand (1977) y desde entonces ha sido tan polémico por su referencia a la droga que le da nombre al mismo tiempo que se ha aclarado que su mensaje es justamente lo opuesto.

A diferencia de la versión original de Cale que es melancólica la versión de Clapton pierde esa tristeza para darle un tono más distante. Conecta con el público con la gracia de un tema histórico más allá de su letra o su polémica. La noche del jueves lo demostró y el público se rindió en agradecimiento ante la grandeza y maestría de Clapton y su banda de talentosos músicos.

Al momento de despedirse el público apeló a ese tradicional momento llamado encore para hacer regresar al artista y lo logró luego de una larga ovación. El músico regresó para quitarse la gorra y hacer una reverencia al público mexicano; para presentar a Gary Clark Jr. como su acompañante en el final del show y para dar un mensaje sutil y poderoso en apoyo a libertad de Palestina con una guitarra que llevaba los colores de esa bandera. Sin palabras efusivas, qué más poderoso mensaje que uno de los mejores guitarristas de la historia use los colores de su bandera en su prodigioso instrumento.

Una de las grandes postales de la noche.

OCESA/José Jorge Carreón

Además el tema final no fue otro que “Before you accuse me”, cover de Bo Diddley, que en principio es una pieza que invita a la reflexión y la autocrítica en el contexto de una relación amorosa. Pero que en el fondo apela a pensar sobre la tendencia humana a culpar a los demás sin antes examinar nuestros propios errores.

La canción no solo es un testimonio de su habilidad musical, sino también de su capacidad para abordar temas profundos y emocionales a través de sus letras, y para cerrar la noche nos ofreció un juego de solos de guitarra excepcional con su artista invitado y con un Clapton levantando el brazo para despedirse de su público en México luego de una noche catártica.

Aunque el público pedía a gritos “Layla”, los músicos se despidieron y para enfatizar el final sonó el tema de la “Pantera Rosa” de Henry Mancini, que dejó una sonrisa en el rostro de los presentes luego de una velada llena de orgasmos musicales para los amantes del rock.