Escenario

Diego Enrique Osorno documenta la travesía del EZLN en altamar en ‘La montaña’

ENTREVISTA. “Es una película que invita a subirse al barco, no para ser zapatista, pero sí para tener esperanza y para tener una búsqueda de otros horizontes”, dijo el cineasta

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El filme se estrenó este fin de semana en salas mexicanas.

Cortesía

Durante más de 50 días siete delegados zapatistas emprendieron un viaje en altamar al lado de Diego Enrique Osorno, director que creó un testimonio de esta aventura marítima donde el mundo originario hace contacto con Europa para contar la novedad de las comunidades en resistencia.

Esto es La Montaña, documental que estrena en cines y que busca crear una reflexión en el público general sobre el movimiento zapatista y las formas diferentes de ver un mundo urgido de cambio. Charlamos con el realizador para Crónica Escenario al respecto de ello.

“En el 2020, ellos anunciaron que iban a iniciar una serie de recorridos a través de los cinco continentes. Por primera vez iban a salir de México para tratar de organizar redes de resistencia, compartir su experiencia de autonomía y también conocer otras y suscribí esta iniciativa con entusiasmo”, dijo.

“Soy alguien que, como periodista e individuo, ha estado siempre simpatizando con su causa. Luego, en el 2021 recibí la noticia con sorpresa de que lo iban a hacer en un velero”, expresó Osorno sobre el inicio de esta travesía.

Eso me sorprendió porque la navegación marítima no es algo que me hubiera imaginado que se planteara en las comunidades zapatistas. A pesar de que en su historia siempre ha habido guiños al mar, no me imaginaba que eso lo iban a transformar en algo literal”, continuó.

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Error mío porque justamente algo que tienen ellos muy fascinante es el juego entre la imaginación y la realidad. Además me dijeron que querían que fuera un testigo externo que hiciera un registro del mismo”, añadió el realizador regiomontano.

Este ofrecimiento le trajo sentimientos encontrados al experimentado cineasta. “Sentí, por un lado, emoción de tener esa posibilidad, pero inmediatamente después, cambió a bastante preocupación. Por un lado, la responsabilidad que significaba dejar registro de un acontecimiento histórico, no solo para los zapatistas, sino para los pueblos originarios mayas me parecía abrumadora”, comentó.

“Y no hablemos de las cuestiones más físicas y psíquicas pues no tengo experiencia marítima alguna, soy de Monterrey, soy de monte y vivo en el desierto en Sonora, así que también estaba teniendo un chingo de miedo de lo que significaba”, agregó.

A pesar de esas dudas, Diego Enrique decidió embarcarse en la propuesta. “Me subí entonces al barco, estuve los 52 días con ellos, bajé, y después tenía dos tareas. Una, el hacer el registro de ese viaje, entregarlo a ellos, por un lado, pero por el otro también tener la libertad e impregnarle al mismo una mirada propia”, expresó.

“Entonces la película funciona como eso, pero también como un intento de interpretar desde mi mirada lo que significa la travesía zapatista, lo que ha significado su idealismo frente al desencanto de una democracia mexicana que en el siglo XXI ha estado marcada por la violencia”, señaló.

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Por otro lado también, mostrar la claudicación de los progresismos, que terminaron siendo ya regímenes de poder. Como estamos viendo hoy en día con la izquierda, que supuestamente está ahí. Entonces, esos dos aspectos y el sentido de una reflexión más a nivel global sobre el momento que tiene la lucha por la transformación junto a la necesidad de que es necesario cambiar el mundo”, siguió.

Sigue siendo vigente ese postulado tercermundista que surgió precisamente a partir del alzamiento zapatista en el 94. Pero aprendí y traté de plasmar que para hacer ese cambio hay que cambiar primero la mirada”, agregó.

Definitivamente, para Osorno, este cruce de dos mundos era algo significativo que busca abrir la mirada a otros sobre el movimiento. “Justo el encuentro que tienen estos zapatistas de distintas regiones, pueblos y edades de Chiapas con los tripulantes del barco ocurre ahí delante de nosotros y de la cámara”, dijo.

“Y ese es un poco el preámbulo de lo que ellos van a vivir allá en Europa cuando llegan y las discusiones que tienen porque también hay desencuentros respetuosos y todo y eso se traslada a la película también y al espectador. Es un documental que está pensado y motivado, primero que nada, para los pueblos zapatistas”, sumó.

“Pero también está pensada para alguien a quien no necesariamente le interese el zapatismo o no sepa del mismo, porque precisamente en ese diálogo entre dos realidades tan diferentes, como pueden ser las de este escuadrón que viene de las montañas de Chiapas, con esa tripulación europea, en su mayoría alemana, de cierta generación y perspectiva, aún, y cuando son progresistas, me parecía muy fascinante”, complementó el nacido en Monterrey. 

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Ese encuentro es algo con lo que cualquier espectador común se puede identificar también y puede establecer preguntas sobre la propia vida humana, el destino de la humanidad, la crisis civilizatoria que se está viviendo y otros temas más grandes a partir de las experiencias sencillas que tienen los zapatistas”, puntualizó.

La realización de La Montaña planteó ciertos retos y dinámicas diferentes a cualquier otro proyecto. “El mecanismo del viaje marcaba un poco las posibilidades de la película. Y esta es una boat movie. Entonces, hay esa progresión, esa aventura que traté de reflejar en el sentido en el que la viví y en el que la sentí, algo muy reflexivo”, mencionó.

“El velero sí se volvió un espacio donde teníamos que hacer las guardias, tener todas estas faenas en la cocina, limpiando. Teníamos que trabajar y luego había un tiempo para hacer la cinta, descansar y luego volver a lo mismo”, expresó.

Aunque el viaje es el centro de todo, el recuerdo e importancia de la lucha zapatista también se encuentra en el foco del documental.

Algo que ocurría muy a menudo, aparte de la discusión y la reflexión, era el recuerdo de la historia zapatista. Había un integrante del escuadrón de 19 años, Lupita, que nació después del alzamiento y tenía preguntas sobre la historia zapatista. También estaba Bernal, personaje histórico porque había estado en todo el proceso de la lucha. Y entonces había ese recuerdo también”, comentó.

“Estuvimos cerca de 23 días sin comunicación alguna con el planeta, solo ahí en el barco que, de repente para mí, sí se volvió una montaña en donde estábamos recordando la historia zapatista. Un poco eso fue lo que mandó la estructura cuando me bajé, más allá del boat movie, es esa búsqueda del horizonte zapatista, recordar la lucha del pasado y discutir sobre el presente”, declaró.

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Y es que es innegable el impacto que esta lucha ha tenido para otras generaciones. “En la parte del presente, algo a las mujeres zapatistas les resonaba bastante, era descubrir y valorar, en dado caso, que fuera de las comunidades donde ellos han construido su autonomía, se viven unas dinámicas de violencia tremendas contra las mujeres”, destacó.

“La nueva generación de jóvenes creció ya en la autonomía de tierras recuperadas por los zapatistas donde no hay partidos, donde no entró ni la violencia, la barbarie o la demagogia. Al momento de ellas salir e interactuar con la realidad inmediata, les impresionaba mucho esos niveles de violencia que ellos no conocen”, precisó Osorno.

“Chiapas ha entrado en los últimos dos o tres años en una dinámica de violencia tremenda. Creo que eso era muy interesante. Y por otro lado, también, me llamaba la atención la autocrítica, porque ellos en varios momentos hablaban sobre ir a aprender y entender qué estaban haciendo mal y qué podían traer de otros lugares para mejorar”, continuó.

Tampoco es tan común que los movimientos sociales ni políticos tengan esa perspectiva. Ellos, los siete, lo tenían y lo planteaban. Y eso me parecía también muy admirable”, afirmó el cineasta.

Diego Enrique ofreció una reflexión final sobre lo que busca crear con el registro de este viaje de ‘reconquista’ y conocimiento. “La Montaña es una película que invita a subirse al barco, no para ser zapatista, pero sí para tener esperanza y para mirar más allá de nuestras narices, para tener una búsqueda de otros horizontes”, dijo.

“Esa es, creo, la invitación que se le podría hacer a alguien que tenga ganas de mirar más allá de la pantalla de su teléfono celular, mirar en frente a la sala de cine y tener esta experiencia de viaje. Creo que algo puede generar en quien lo haga”, concluyó.