Escenario

‘Los extraños: Capítulo uno’: El miedo se perdió en el bosque

CORTE Y QUEDA. El cineasta Renny Harlin retoma las riendas de la franquicia creada por Bryan Bertino pero con resultados poco favorables para lo esperado

cine

Fotograma del filme.

Cortesía

En el 2008, una cinta del subgénero ‘home invasion’ causaría sensación en los amantes del terror. Basada en supuestos hechos reales en su momento (2008), la cinta tomaba cifras atemorizantes de cómo en EU se cometían 1.4 millones de crímenes violentos, mostrándonos el rostro de uno de los “más brutales” hasta el momento con la triste historia de Kristen McKay (Liv Tyler) y James Hoyt (Scott Speedman) que sucumbían ante una desquiciada triada de asesinos en Los extraños de Bryan Bertino.

Dieciséis años después y con una secuela que causó división entre los fanáticos, Renny Harlin, director que ha entregado cintas entretenidas como Riesgo total (1992) o Duro de matar 2 (1990) así como ostentar cinco nominaciones al Razzie por infamias como La pirata (1996) o El Exorcista: El comienzo (2005), se encarga de tomar las riendas de esta franquicia de asesinos anónimos con Los extraños: Capítulo uno, buscando reiniciar el miedo y la locura de una nación llena de actos injustificadamente violentos.

Pensada para ser una trilogía, este capítulo inicial de Los extraños ofrece momentos terroríficos, pero no por la efectiva creación de una atmósfera como Bertino logró hacer en la original, ni siquiera por alguna respetable secuencia tipo slasher invertida como la secuela. El único miedo que provoca esta cinta es saber que le faltan dos cintas más de un sin sentido que, al menos en esta entrega, pareciera una copia mal habida de la versión del 2008 con mínimos cambios y uno de los peores guiones de los últimos años.

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La trama sigue a Maya (Madelaine Petsch) y Ryan (Froy Gutierrez), una joven pareja que debe pasar la noche en una cabaña remota después de que su automóvil se avería en el camino. Pero lo que no sospechan es que en ese pequeño y lejano pueblo, existen tres asesinos enmascarados que les harán vivir una noche terrible a la feliz pareja. Sí, es prácticamente el mismo planteamiento que la cinta de Bertino del 2008 con un par de diferencias que, tristemente, no ayudan en nada a la tensión que supuestamente se debería sentir en la hora y media de película.

Aunque Harlin trata desesperadamente de crear la misma atmósfera tensa que caracteriza a sus antecesoras, tomando incluso referencias a un interesante reboot de otra saga de terror moderna, Wrong turn (2021), tratando de poner al bosque y la gente conservadora medio mocha como factores que podrían ser la causa o no del acoso que vive la enamorada pareja. Tristemente, eso jamás es aprovechado, ni siquiera esclarecido, en el transcurso de toda esta entrega.

Y es que el experimentado realizador es incapaz de hacer creíble la noche de tortura infernal, cayendo incluso en la repetitiva obviedad de un guion que trata al espectador como tonto al hacer referencia a lo que estamos observando en pantalla o contradecirse constantemente en lo que los protagonistas viven y dicen.

Los silencios tensos y las expresiones actorales son cambiados por diálogos absurdos y acciones torpes de ambos protagonistas, cayendo en actos que provocan más risa involuntaria que miedo o tensión o, simplemente, una horrible aburrición similar a lo que anteriormente le sucedió con la precuela de El exorcista.

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Petsch y Gutierrez jamás transmiten esa química de enamorados perdidos, cayendo por momentos en una cursilería tremenda que resulta anticlimática para el relato, alejándose por completo de la relación rota de la original que proporcionaba un arco de desarrollo interesante. En este caso, Maya y Ryan funcionan como mera carne de cañón de un slasher simplón donde, por momentos, caen en la sobreactuación tratando de hacer digerible un guion tan mal escrito que resulta insalvable por donde se vea.

Aunque Harlin había comentado que le interesaba mostrar otro aspecto de Los extraños, jamás plantea el porqué de su peligrosidad, reciclando escenas clave, diálogos y cuestiones casi de la misma forma que hizo con Duro de matar 2, pero sin siquiera lograr ser entretenida.

Sin embargo, dentro del desastre que es esta cinta existe un guiño interesante en el rediseño de los enmascarados asesinos y ese es el uso de un costal para el único varón asesino, patriarca de esta tríada, que es un respetable guiño a aquel villano del clásico de culto Terror al anochecer (The town that dreaded sundown, 1976).

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Fuera de ello, el comportamiento de estos asesinos anónimos resulta bastante torpe, situación que se acentúa con la pésima escena post créditos sin sentido que amenaza con continuar un relato que nació muerto y no se ve cómo revivirlo. El halo amenazante de la primera versión que hacía referencia al sadismo y violencia psicológica del thriller por excelencia de Haneke, Funny games (1997) aquí se diluye en una mera persecución simplona de un trío de locos que logran todo menos transmitir una sensación de amenaza.

Ni siquiera la musicalización ayuda a que Harlin pueda levantar esta primera parte de un tríptico de cuatro horas y media en total, dejando en completa agonía a Los extraños: Capítulo uno, que se acuchilla a sí misma al ser incapaz de crear un verdadero miedo primal, reciclando por completo la primera cinta de Bertino para perderse en el bosque del absurdo, la incongruencia y, peor aún, de la burla involuntaria, creando una cacería nocturna tan olvidable como innecesaria sin filo, sin sangre, y peor aún, sin terror.