Escenario

‘Una historia de amor y guerra’, una sátira sobre el valor de la memoria histórica

CORTE Y QUEDA. El más reciente filme de Santiago Mohar Volkow formó parte de la más reciente edición de FICUNAM

cine

Fotograma del filme.

Cortesía

A través de la historia de Pepe Sánchez Campos (Andrew Leland Rogers), millonario arquitecto, constructor y CEO de Desarrollos Integrales Sánchez Campos, el realizador Santiago Mohar Volkow, después de la dura crítica a los nuevos ricos en Los muertos (2014) y el reflexivo documental Sísifos (2019), nos entrega una sátira disparatada que toma como base el criollismo y nuestra historia mexicana con una arriesgada puesta en escena y un humor particular en Una historia de amor y guerra, uno de los proyectos más consistentes dentro de la competencia Ahora México en la más reciente edición de FICUNAM.

Con la extraña pero no alejada idea amargamente realista de crear un supermercado diseñado para ricos que buscan vivir y morir aislados del mundo exterior al que bautiza como El Mictlán, Pepe, un regordete, corrupto y pelirrojizo joven está dispuesto a destruir una zona protegida y robarse los recursos naturales del pueblo originario que habita la zona con tal de conseguir su ambicioso objetivo.

Además, su vida millonaria, casi de ‘mirrey’, aparentemente soñada, lo lleva a planear su boda con Constanza (Lucía Gómez-Robledo), otra chica adinerada que tiene sus amoríos con su primo, Teo (Dario Yazbek Bernal). Pero esa aparente armonía opulenta se ve amenazada por una revolucionaria, Justina Venganza (Mónica Del Carmen) y uno de sus reclutas, Engels (Aldo Escalante Ochoa) quieren arruinar sus planes.

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Desde el inicio, el ambicioso relato de Mohar Volkow hace alusión a la época de Maximiliano y Carlota a través de estos riquillos, mezclando de buena forma elementos contemporáneos como de época para resaltar la sátira que el realizador hace sobre la historia de un país como el nuestro que ha tenido monarquías, gobernantes de toda índole, así como nuevos ricos y el marcado desplazamiento de los pueblos originarios, así como la violencia, entre otros aspectos de un crisol cuya vena cómica puede resultar tanto tremendamente absurda como muy ácida e incómoda.

Y es que Una historia de amor y guerra le hace honor a una de las frases que suenan casi al final de su relato: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”, diálogo de nuestra narradora que captura mucho de la esencia de este relato lleno de cinismo e ingenuidad que ciertamente marca un avance en la forma del cine del realizador que deja de lado la vena independiente para, por primera vez, realizar una producción más profesional aún con los límites presupuestales que se tienen.

Uno de los aspectos que se distinguen de esta mordaz sátira es el diseño de producción, que corre a cargo de Ana Ibarra, misma que se conjunta de maravilla con la fotografía de Adrián Cores. Entre ambos, se crea un tono que oscila entre la telenovela melodramática burda que tanto marca nuestra historia como espectadores y hace una clara referencia a la cultura popular, así como notas más ambiciosas, como guiños a la alta cultura criolla. Es interesante como, por momentos, se nota este tono de arte novohispano. El contraste de ambas influencias le da un aire interesante al proyecto, creando en la visión una interesante mezcla.

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Asimismo, Mohar Volkow hace un constante juego entre la representación de los colores patrios que aparecen en la cinta. Por momentos, el verde, blanco y rojo se ven representadas en la exagerada sangre falsa o en el paisaje natural verde, incluso con ayuda de la misma fotografía antes mencionada, dándole una capa extra a esa mirada satírica de los vicios que nuestro querido México tiene y no se puede sacudir, todo esto sin dejar de señalar las injusticias vividas en nuestra historia que, como todo aquel que la desconoce o no se acuerda de ella, son cometidos cíclicamente. Esa es parte de la ambiciosa inteligencia del guion donde el realizador jamás deja de lado la crítica hacia el sistema, dándole indudablemente un aire de originalidad al relato.

Además, hay un correcto juego del absurdo, mostrando estas inexactitudes narrativas y, muy a lo Monty Python pero sin botarga de por medio, muestra hasta animales parlantes (en este caso un sorpresivo xoloitzcuintle) que dotan a Una historia de amor y guerra un absurdo aplaudible por momentos hasta difícil de digerir. Y es que el sentido del humor que este retrato de la historia de México maneja tiene para todos y no deja títere con cabeza, especialmente al hablar de la clase alta y las diferencias sustanciales así como sus comportamientos autoritarios y exagerados que son llevados al extremo.

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Parte del encanto de esta sátira radica en las interpretaciones de los protagonistas, misma que, como la cinta, muestra diferentes caras. Tenemos la solemnidad de Mónica del Carmen como la líder revolucionaria como el exagerado constante de Andrew Leland Rogers, aquel que va desde el malvado y despótico millonetas hasta el niño consentido y llorón que no puede hacer nada que no sea por medio de billetazos. Curiosamente, el actor fue vecino de Santiago y logró conseguir un lenguaje interesante al lado de él que fue un reto interesante, forjando así las formas en que habla, se maneja y encuentra un balance entre lo terrible y lo encantador.

A medio camino entre lo kitsch y la época, Una historia de amor y guerra logra el cometido del absurdo que pretende y explora completamente el pasado y el presente de nuestro país, dejándonos una dura reflexión al aire: ¿qué será del futuro si seguimos olvidando nuestra historia?

No lo sabremos, pero ciertamente no se niega que esta creación de Santiago Mohar Volkow es una propuesta llena de capas interesantes, de guiños a los hechos que han marcado nuestra nación llevados por un camino absurdo y arriesgado que, a pesar de no aterrizar siempre su sentido del humor, no deja de representar un carismático aire de originalidad que, a diferencia de otras sátiras (Que viva México, 2023), tiene una mejor idea y ejecución, oscilando más entre la vibra vista en Patitos feos (2020) y Colozio (2020) con un peculiar toque de Jorge Ibargüengoitia.