Escenario

Man With A Mission en el Pabellón Oeste: La manada que celebra la música de los ánime

COBERTURA. La banda japonesa de rock alternativo, popular por cantar openings y endings de series japonesas se presentó este fin de semana en la CDMX

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Imagen de la banda japonesa en su presentación en el Pabellón Oeste

Especial

El viernes 5 de julio el Pabellón Oeste del Palacio de los Deportes se transformó en el epicentro de una noche inolvidable. Man With a Mission, la enigmática banda de rock japonesa, ofreció una actuación que no sólo desbordó virtuosismo musical, sino que también llevó a la audiencia en un profundo viaje emocional.

Desde el momento en que las luces se apagaron y el murmullo de la multitud se convirtió en un rugido ensordecedor, una palpable sensación de anticipación llenó el aire. Las figuras de los miembros de la banda, con sus características máscaras de lobos, se materializaron en el escenario entre un juego de luces y sombras.

Estas máscaras, más que un elemento estético, son parte de la esencia de la banda, nacida de la imaginación y la historia de su líder, Tanaka. Cada integrante, desde el carismático Jean-Ken Johnny hasta el enérgico DJ Santa Monica, aporta un componente esencial al enigma que es Man With a Mission.

A las 9 de la noche, el singular grupo con máscaras de lobo arrancó su presentación de la manera más enérgica posible con el tema “Into the deep”, conocido por ser parte de la banda sonora de la versión japonesa de Godzilla vs. Kong. Así comenzó la mágica noche de MWAM.

La música resonó por los altavoces y el efecto en la audiencia fue inmediato y visceral. Los cuerpos comenzaron a moverse al unísono, una masa de energía y emoción que respondía instintivamente a los ritmos y las melodías.

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No hacía falta entender las letras para ser arrastrado por la marea de emociones; la música hablaba un idioma universal de euforia y catarsis. La intensidad del momento se reflejaba en los rostros de los asistentes, desde expresiones de alegría pura hasta los ojos cerrados de aquellos que se dejaban llevar por la corriente musical.

Pero esta no sería la única sorpresa de la noche. Los lobos tenían muchos más temas preparados para saltar, cantar y gritar a lo más alto del recinto. Canciones como “Merry-Go-Round” y “Database” fueron interpretadas con el alma, alentando aún más a aquellos que solo conocían a la banda por su participación en Demon Slayer, haciendo que ese nuevo público se sintiera como si conociera a la banda desde hace años.

En los momentos más íntimos del concierto, cuando las luces se atenuaron y la música se suavizaba, se podía sentir una conexión casi tangible entre la banda y la audiencia. Era como si estuviéramos compartiendo un secreto, una verdad universal que sólo podía ser expresada a través de la música. Estos momentos de quietud y reflexión eran tan poderosos como los de pura energía y movimiento, demostrando la capacidad de la banda para manipular el ambiente y llevarnos a todos en un viaje emocional.

Los temas que la banda aportó para series de anime comenzaron a adueñarse del escenario, y qué mejor que con la canción que los puso en el escenario internacional: “Seven deadly sins”. Los fans la cantaban como si hubiera salido apenas el año pasado, y es que no podemos negar que la canción transmite mucho de lo que vimos en la serie de Los Siete Pecados Capitales, haciendo recordar a más de uno cuando empezaron a conocer a la agrupación.

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Tanaka, con su presencia imponente, lideraba la banda con una mezcla de autoridad y calidez. Su voz, potente y versátil, era el ancla que mantenía todo unido. A su lado, Jean-Ken Johnny, guitarrista y vocalista secundario, aportaba una energía cruda que contrastaba perfectamente con la precisión del resto de la banda.

Kamikaze Boy, con su bajo estridente, y Spear Rib, con su percusión implacable, creaban una base rítmica que era el corazón palpitante del espectáculo. DJ Santa Monica, con sus habilidades en los platos, añadía una capa adicional de textura y dinamismo, convirtiendo cada canción en una experiencia multidimensional.

Llegados a este punto, hubo un momento de éxtasis por parte del público, que exigía y gritaba por “Dead end in Tokyo”. En mi opinión, es una de las canciones que puede enamorar a cualquiera con sus potentes cambios de ritmo, y esto realmente se veía reflejado en los espectadores. Incluso aquellos que no conocían mucho a la banda se movían al ritmo de la música, disfrutando junto a los demás.

Entre canciones, los miembros de la banda se tomaron momentos para interactuar con la audiencia. Estos intercambios eran a menudo divertidos y entrañables, mostrando un lado más humano y accesible de estos músicos enmascarados. La barrera del idioma no era un obstáculo; el humor y la calidez trascendían cualquier dificultad de comunicación.

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La euforia seguía y estaba lejos de acabar. “My hero” y “Winding road” preparaban el terreno para el momento que absolutamente todo el recinto esperaba. Esos jóvenes, fans y no tan fans de MWAM, aclamaban que “Kizuna no Kiseki” hiciera retumbar los muros y el suelo. Es ahí cuando el característico sonido del shamisen se hizo presente. Absolutamente todos se sabían el tema, ya que es la canción de la última temporada de Demon Slayer. Era más que obvio que todos la conocían, o al menos la tarareaban.

A medida que el concierto llegaba a su fin, había una sensación de culminación, pero también de anhelo. La última nota resonó en el aire, seguida por un silencio que fue rápidamente reemplazado por un aplauso ensordecedor. La banda se despidió, pero el impacto de su música permaneció, reverberando en los corazones y las mentes de todos los presentes.

Así, “Hasta la vista” y “Raise your flag” coronaban la noche. Para la gran mayoría de asistentes, valió la pena. Muchos se fueron contentos y emocionados por los regalos que la banda lanzó al público, que iban desde bufandas y plumillas, hasta el premio gordo: un sombrero con las firmas de los integrantes de la banda.

Salir del Pabellón Oeste del Palacio de los Deportes esa noche fue como despertar de un sueño vívido. Habíamos sido parte de algo especial, algo que nos había tocado profundamente y nos había dejado con una sensación de conexión y pertenencia. Man with a Mission no es solo una banda; es una experiencia, una misión cumplida de unir a las personas a través del poder de la música.