Escenario

‘Parpadea dos veces’: Extraña y excesiva pero atrevida

CORTE Y QUEDA. El debut como directora de la actriz Zoë Kravitz es una película irregular pero que deja ver algunos detalles interesantes en la generación de tensión

cine

Fotograma del filme.

Cortesía

Nacida en Venice Beach, Los Ángeles e hija del famoso músico y compositor Lenny Kravitz, Zoë Kravitz ha entrado al mundo del cine con papeles diversos y franquicias importantes como Divergente o Animales fantásticos desde el 2008.

Pero ahora toca el turno de presentar su ópera prima como directora, Parpadea dos veces, un thriller que a pesar de ciertos detalles, logra mostrar un relato importante y efectivo sobre la violencia de género y los abusos de poder a través de una retorcida cinta que nos ofrece una Isla de la Fantasía pero con tintes pesadillescos.

La historia, coescrita por Kravitz y E.T. Feigenbaum, sigue los pasos de Frida (Naomi Ackie), una mesera que, durante una noche de trabajo, conoce al multimillonario Slater King (Chaning Tatum). Entre copas y buena charla, King decide invitar a Frida y su amiga, Jess (Alia Shawkat), a su isla privada.

Pero lo que parecería la perfecta historia de Cenicienta se convierte poco a poco en un infierno para ella, pues después de que su inseparable compañera desaparece, Frida empezará a abrir los ojos ante una horrenda realidad donde las apariencias engañan y nada es lo que parece.

Oscilando entre cintas donde las críticas sociales a las clases altas son palpables y hasta retorcidas como El menú (Mylod, 2022) o Saltburn (Fennell, 2023) y la locura de los thrillers que resaltan cierto empoderamiento femenino a base de venganza, Kravitz encuentra un motivo doloroso que detona poco a poco la locura de su relato y ese es el trauma.

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Cual ejercicio catártico lleno de fuerza, impotencia y cierto salvajismo, la ahora directora sabe jugar sus cartas para crear una cinta entretenida y dura a pesar de ciertos aspectos flojos del guión.

Uno de los principales fuertes que encuentra la ópera prima de esta artista reside en Naomie Ackie, que logra sacudirse la terrible biopic de Whitney Houston de encima para ofrecer un personaje cuyo máximo sueño es lograr cierta fama y éxito a través de su emprendimiento.

La oportunidad se presenta cuando su camino choca con el de King (Tatum), permitiéndole entrar a un extravagante círculo de lujos que la seduce por completo hasta que la aparente rutina y la constante pregunta de lo bien que la está pasando comienza a generarle dudas.

Con ella, el guión ofrece ese deslumbramiento al que cualquier ser mortal es expuesto cuando forma parte del glamour y los excesos que siempre ha añorado. Pero es el arco que Frida enfrenta y la dura revelación de las verdades detrás de lo paradisíaco que ofrecen ese giro terrorífico, ampliando su rango actoral y mostrándola salir avante mientras transmite una felicidad convertida en angustia sofocante.

Ni qué decir de Adria Arjona, que ofrece otro papel interesante que complementa de buena forma lo que sucede con Frida con un papel que parece ser completamente sumiso hasta su escalofriante despertar.

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En contraparte está Slater, interpretado por Tatum, que maneja muy bien una cara sociópata al más puro estilo de Ted Bundy que va de lo encantador a lo sociopático. Cuando King es presentado alrededor del glamour, Kravitz muestra una faceta de arrepentimiento que resulta importante para su rol.

Y es que el multimillonario vive atorado en un ciclo de perdón después de una acusación severa que lo hizo retirarse del ojo público sobre exceso de poder en una época post #MeToo. Chaning maneja ese lado de arrepentimiento de buena forma, pero poco a poco esa máscara de sanidad va enseñando su lado más oscuro.

Es este dúo el principal motor del filme, mismo que al principio peca un poco en su ritmo debido a la repetición constante de los hechos. Sin embargo, Kravitz logra tansmitir de buena forma, al lado de su director de fotografía, Adam Newport-Berra, esa atmósfera llena de luz y mucho color donde los colores como el amarillo, el blanco y el rojo, resultan llamativos como amenazantes.

Esto, acompañado de una edición de sonido que juega con los sonidos estridentes que provocan cierta reacción similar a un despertar o un estado de alerta, van poco a poco haciendo mella en una narrativa que explota por completo en su segundo y tercer acto donde las revelaciones comienzan a enseñar la verdadera cara de la isla y los locos ricachones que la habitan.

No cabe duda que Zoë refuerza su idea de la isla con un paralelismo interesante pero retorcido en la vida real que es el paraíso prohibido en donde se acusó a Jeffrey Epstein de cometer actos atroces. Es en ello donde Kravtiz encuentra un paralelo que hace más terrorífico el giro de tuerca del filme, al poder asociarse con algo real.

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Pero a pesar de esos aciertos, la cinta peca de ciertos puntos donde flaquea. Un ejemplo de ello es querer inyectarle un humor medio retorcido y absurdo al más puro estilo de Jordan Peele que no termina ni ser un alivio de los momentos de tensión ni ser completamente gracioso.

Por momentos, incluyendo el final, pareciera que la ópera prima quiere hablar de tantos temas que no logra cerrarlos por completo, escapándosele de las manos algunos o no aterrizando bien otros. Pero a pesar de ello, la actriz y directora logra sortear con revelaciones de locura y unas secuencias violentas, más allá de que el mensaje detrás de la locura pueda sentirse un tanto simple.

A final de cuentas, Parpadea dos veces sabe generar momentos de tensión muy efectivos que sostienen la intriga y el misterio aunque sus giros puedan resultar exagerados o muy burdos.

Y es ese trabajo de atmósferas que convierten la eterna fiesta del verano en la que viven los personajes en una pesadilla terrible para Frida y compañía, especialmente las mujeres.

Eso, sumado a la extrañeza y la ambición argumental de querer hablar de racismo, misoginia, materialismo, violencia de género y hasta de la cultura de la cancelación, hacen que Parpadea dos veces sea una extraña pero atrevida ópera prima por parte de Kravitz que, aunque excesiva en lo que plantea y mostrando aún la inexperiencia de la joven actriz detrás de cámara, aprovecha muchas de las oportunidades presentadas para ofrecer una edición interesante que alimenta una sensación de peligro que va creciendo hasta esa resolución en que ni el parpadear dos veces nos libra de la aterradora realidad que rodea el filme en forma de dolorosa catarsis.