Escenario

‘Río de Sapos’: Una complicada forma de comprender el mismo sincretismo de una región

CORTE Y QUEDA. El más reciente filme de Juan Nuñch formó parte de la competencia Ahora México de la 14va edición de FICUNAM

cine

Fotograma del filme.

Cortesía

No siempre es sencillo poder realizar un ensayo. Ya sea en forma de texto o incluso cinematográficamente hablando, pues es la parte de la exploración, análisis e interpretación de un tema en específico. El cine documental ha experimentado llevar este planteamiento al séptimo arte pero sin encontrar una narrativa del todo eficiente. Tal es el caso de Río de Sapos, de Juan Nuñch, cinta que formó parte de la competencia Ahora México de la 14va edición de FICUNAM.

La propuesta del documentalista y proyeccionista del proyecto Kiltro Cinema de Veracruz sigue los pasos de Francisca Hernández, mujer que pertenece a un largo linaje de parteras, hueseras y exorcistas de la zona veracruzana. Como un ejercicio meramente antropológico, el realizador pone la cámara y pretende solamente ser testigo de los rituales y todo el sincretismo que existe detrás de esas tradiciones.

Nuñch busca retratar la vida de los habitantes de la zona de los Tuxtlas en Veracruz, buscando explorar a través de una cámara en movimiento que se adentra y sobrevuela los bosques, caminos y cuerpos de agua de la región, tratando de mostrar la magia que existe entre sus visiones y conocimientos. Todo eso a través no sólo de las actividades de Hernández y la devoción a la Muerte, queriendo explotar más que un discurso una experiencia mucho más sensorial en la que solamente somos testigos de los sonidos y actos.

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A su vez, Juan, que emprendió este proyecto a partir de su búsqueda del nahualismo, encontró una cercanía con la práctica de Francisca. La necesidad de contar su historia provoca que el realizador practique la denominada “fe cinematográfica”, que radica en creer en lo que vemos. Sin embargo, Río de Sapos muta hacia otras expresiones mucho más experimentales, enfocándose más en los rituales y las sensaciones que en una narrativa sobre la historia detrás de ese sincretismo.

Es esta abstracción su arma de doble filo, pues la constante experimentación causa secuencias efectivas como la de la Isla Cocodrilo, creada con un dron que da la sensación espiritual que, curiosamente, cintas de terror han usado antes (la más clara referencia es Evil dead, de Sam Raimi) para dar la sensación de que hay algo que tiene vida alrededor de esos lugares, que viaja sin fronteras y se posa en un lugar, casi como si fuera convocado.

Si bien hay escenas de danza y de la cultura misma sobre el oficio y las creencias de un pueblo y la labor de Francisca, es la constante insistencia de hacer sentir al público la idea de una energía superior que rodea los rituales, invocaciones y actividades, eso genera una subjetividad excesiva que se siente dispersa en su haber al querer abarcar tantos temas de manera dispersa, todo en busca del sincretismo que existe pero que no se llega a comprender del todo.

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Aunque Nuñch busca generar un halo de misterio alrededor de todos esos temas y no ofrecer una explicación de los mismos, tratando de dejar de lado las preconcepciones que existen sobre la narrativa fílmica o el ensayo, la interpretación libre de lo que vemos en pantalla resulta en extremo retadora, no encontrando ese punto medio entre lo sensorial y lo comprensivo, creando un proyecto bastante pretencioso.

Río de Sapos entonces deja de lado una idea ensayística para convertirse en algo excesivamente lírico que para algunos resultará poético y hermoso, pero para otros le resultará complicado conectar con él. A diferencia de proyectos como Dioses de México (Dosantos, 2022), que exploraba la multiculturalidad del país en formas, fotos y tomas sin decir una sola palabra, este documental falla en transmitir no sólo lo interesante y místico detrás de estas creencias sino en poder comprender el mismo sincretismo que buscaba capturar.

Claro que el arte tiene toda la libertad del mundo en cuanto a sentir, interpretar o verse. Pero por momentos, la sociedad un tanto oculta y la lucha de las mismas por sobrevivir ante otras más hegemónicas o incluso las complicaciones de los rituales que Nuñch busca retratar a través de un ejercicio experimental termina por preferir una abstracción excesiva que, a pesar de ofrecer aspectos sensoriales interesantes, no deja de sentirse muy poco mística.