Metrópoli

"Duele la espalda por cargar los botes, los viejitos ya se cansaron y no pueden"; GAM solapa trabajo infantil

Los niños decidieron participar porque vieron a sus padres enfermarse por cargar pesados botes sobre empinados y largos caminos, sin embargo, para ellos también es difícil realizar trabajos de albañilería sin la protección adecuada

INJUSTICIA

Niños continúan cargando piedras, vaciando botes de grava y arena.

Jorge Aguilar

"Me gusta trabajar arreglando las calles porque así les puedo dar mejores oportunidades a los que vienen después de mi", dijo Bryan, niño de 10 años, vistiendo playera y pantalón roto reparando las calles de Cuautepec. 

"A veces duele la espalda, pero lo hacemos por los viejitos que ya se cansaron y no pueden cargar los botes, nosotros todavía tenemos mucha fuerza", comentó Liz, niña de 9 años, que aun en pijama trabajaba en la construcción de avenida Malacates.

Niños continúan cargando piedras, vaciando botes de grava y arena, excavando zanjas en las calles sin pavimentar durante más de 5 horas diarias en la colonia Malacates en Cuautepec. A pesar del llamado y las súplicas que los infantes y adultos mayores han tenido hacia las autoridades de la alcaldía Gustavo A. Madero para que inicien los trabajos de reconstrucción, la administración de la demarcación continúa solapando el trabajo infantil, pues para los habitantes es imposible transitar entre filosas piedras, socavones y lodo.

Este medio regresó al lugar para verificar si las autoridades habían comenzado los trabajos, sin embargo, la zona sigue en el abandono.

Al llegar a las calles Mirador y Prolongación Atlacomulco, andadores que se sitúan a un lado de la barda perimetral en la parte más alta del cerro que indica los límites del territorio, se pueden escuchar risas y gritos de niños, quienes desde las siete de la mañana se levantan a cargar las piedras y a mezclar el cemento que la administración de Chíguil se negó a edificar.

"Mi mamá me enseñó que hay que trabajar para que los que vienen después de mi tengan más oportunidades que nosotros, me gusta mucho trabajar y vengo desde las siete de la mañana para que todos estemos mejor, mis abuelitos hicieron lo mismo y estoy feliz por ser como ellos", dijo Bryan, niño de 10 años.

Algunos utilizando pijama, otros pantalones y camisas rotas pero forzosamente de manga larga para evitar que las rocas y los escombros lastimen sus brazos y piernas.

Jorge Aguilar

El escenario de la construcción no concuerda con las imágenes del "Festival pa’la Chaviza" celebrado por las autoridades de la GAM el 30 de abril, en donde los niños pudieron jugar y divertirse. Los menores de Cuautepec no tienen la oportunidad de festejar los días de asueto ni de descansar los fines de semana, pues a pesar de no ser obligados por sus padres, su desesperación por vivir en un sitio sin riesgo de colapso o deslave es más grande que sus ganas de jugar o descansar cuando no asisten a la escuela.

Algunos utilizando pijama, otros pantalones y camisas rotas pero forzosamente de manga larga para evitar que las rocas y los escombros lastimen sus brazos y piernas, los pequeños albañiles de Malacates caminan más de 40 escalones con botes colmados de cemento, con el riesgo de caer por la ladera, pues los peldaños están a punto de despegarse por el desgaste de las avenidas.

Los colaboradores, quienes no rebasan los 11 años, están lejos de jugar con carros y muñecas, la desatención de los gobernantes que sus padres eligieron los llevó al camino del trabajo infantil, a aprender albañilería y construcción a la fuerza. Los muñecos de peluche y las pelotas fueron cambiadas por palas y picos, instrumentos que son mucho más grandes que ellos; sus pequeñas manos no están capacitadas para sostenerlos.

En palabras de los adultos, los niños y niñas decidieron participar en el trabajo porque vieron a sus padres enfermarse por cargar pesados botes sobre empinados y largos caminos y rascar la tierra bajo el sol, sin embargo, para ellos también es difícil realizar trabajos de albañilería sin la protección adecuada.

Los botes de algunos niños ya no funcionan correctamente debido a que el peso de las piedras rompió las asas.

Jorge Aguilar

"A veces duele la espalda, pero lo hacemos por los viejitos que ya se cansaron y no pueden cargar los botes, nosotros todavía tenemos mucha fuerza y vamos a ayudarlos para que todos vivamos mejor, si no tenemos nada que hacer y acabamos la tarea temprano nos dejan estar aquí. Los adultos se enfermaron cuando empezaron a arreglar el piso y dejaron de trabajar muchos días, vimos que no estaban avanzando y nos da mucho orgullo que por nosotros la calle esté bonita", comentó Liz, niña de 9 años quien imita a una ingeniera civil, ya que organiza al grupo de pequeños trabajadores.

Los botes de algunos niños ya no funcionan correctamente debido a que el peso de las piedras rompió las asas, por lo que tienen que cargarlos desde la base. A pesar de los inconvenientes, los niños más grandes toman del brazo a los más chicos para que no caigan por las escaleras que conducen a la calle; para aminorar los impedimentos para caminar, algunos utilizan las rampas que excavaron como resbaladillas para acelerar el traslado.

Luego de una hora de trabajo, los niños descansan un momento para beber refresco, el tiempo de laborar es valioso, pues mientras avanzan las horas, los rayos del sol son más penetrantes. En este momento avientan los botes, se limpian sus ropas manchadas de grava y cemento para servir las bebidas que les permitirán seguir con la pavimentación.

"No nos pesa ayudar, lo vemos como un juego pero sí hay muchos problemas de los adultos con los señores del Gobierno, creo que no quisieron venir a hacerlo ellos; pero para eso estamos los que vivimos aquí, los vecinos somos muy unidos y sentimos feo cuando los viejitos se caen o ya no quieren salir, porque así como nos han ayudado, ahora nos toca a nosotros, que los años que les quedan, los vivan felices, pobrecitos", declaró Betty, niña cuyas manos no son visibles, por la gran cantidad de arena que las cubren.

Entre pequeñas pausas que tienen cuando mezclan el cemento, aprovechan para tomar refresco o darle una mordida a una torta.

Jorge Aguilar

"El sol nos da muy fuerte, por eso ya queremos acabar para que juguemos las veces que queramos aquí. Muchos de nosotros ya estamos grandes y nada más pudimos jugar adentro de nuestras casas porque no nos dejaban salir, era muy peligroso porque las piedras están filosas, los niños que van a estar aquí cuando nosotros ya seamos grandes van a poder tener sus bicicletas y si quieren hasta patines, van a tener y disfrutar de todo nuestro esfuerzo y cosas que no tuvimos", explicó la niña mientras vaciaba un bote repleto de piedras.

Sumado al arduo esfuerzo, algunos de los niños prefieren omitir el desayuno para que la pavimentación de la calle termine rápido, no obstante, los ayunos agravan el problema del trabajo infantil que suple las acciones que la alcaldía tiene la obligación de realizar. Entre pequeñas pausas que tienen cuando mezclan el cemento, aprovechan para tomar refresco o darle una mordida a una torta, sin la oportunidad que la comida sea una prioridad a esa hora del día.

"Venimos sin desayunar porque nos importa que nuestra calle quede bonita, cuando juguemos con nuestras pelotas nos vamos a sentir muy bien que todo lo logramos nosotros, luego ya descasaremos lo que queramos, ahorita tenemos la fuerza para acabar pronto. Me dices que esto lo tendrían que hacer otras personas, pero nosotros no lo vemos así, es divertido y bonito que los niños hagamos las mismas cosas que los grandes, todavía aguantamos mucho, yo cargo lo que sea por ayudar a mi mamá", aseguró Mau, niño de 11 años que descansa acostado en la tierra.

A las 10 de la mañana los niños descansan y sus padres entran como relevo, como si se tratara de una obra civil bien organizada y con trabajadores capacitados para ello. Cuando los adultos toman el mando de la construcción, los niños gritan felices "¡Ya casi acabamos, vamos a poder jugar!" Sus rostros alegres incitan a que la reparación de la calle continúe.

"A mi nieto le dije que nosotros hicimos lo mismo por ellos, metimos drenaje y luchamos para que se les quedara un patrimonio, aunque sea chiquito. Pienso que tenemos enseñarlos a trabajar y hacerse camino ellos mismos, así como yo lo hice, ahora van ellos. Si Chíguil quiso gastarse tanto dinero en eventos ¿Qué nos toca hacer? Salir adelante sin su ayuda, cuando vino al recorrido le dije que estaba mal decir que la calle no importa, pero es peor y más grande el gasto cuando tenemos que ir al doctor por las lesiones que nos ha provocado cargar cosas tan pesadas y que en algunos años nuestras casas se caigan porque el piso se está despegando de las paredes", subrayó una habitante.

Los niños más grandes toman del brazo a los más chicos para que no caigan por las escaleras.

Jorge Aguilar