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Escenarios para la guerra o la paz en Ucrania

Todas las cartas permanecen abiertas tras el primer año de la invasión ordenada por Putin, aunque dos están casi descartadas —la rendición de una de las partes— y otra que es catastrófica —la nuclear—, por lo que la esperanza es la apuesta por la cartas de la negociación, pero ¿negociar qué?

primer aniversario

Un niño pasa por delante de una pancarta que pide justicia para Ucrania en Bruselas, Bélgica

EFE

Ucrania es derrotada y capitula ante Rusia

Escenario catastrófico: 24 de febrero de 2024. Vladimir Putin preside desde el mausoleo Lenin de Moscú el desfile de la victoria de las tropas rusas sobre las ucranianas y se deleita con la cabalgada del general que arrestó al presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, y le obligó a firmar los términos de la rendición de su ejército (aceptar la soberanía rusa de los territorios anexionados y un gobierno títere en Kiev), emulando la cabalgada del legendario general Zhúkov, cuando atravesó con su caballo blanco la plaza Roja entre las masas que le aclamaban por haber logrado la rendición de los nazis en 1945.

Putin habría coronado así su castigo contra el pueblo ucraniano que se levantó, once años atrás, contra el presidente prorruso Viktor Yanukovich, derrocado por negociar en secreto una unión “de facto” de Ucrania con Rusia, siguiendo los pasos de Bielorrusia.

Pero la pesadilla no acabaría aquí, porque la meta del presidente ruso es reconstruir el imperio soviético, por lo que, la rendición de Ucrania sería el mejor ejemplo para seguir adelante, empezando por los dos países más vulnerables, Moldavia y Georgia, la dos exrepúblicas soviéticas con parte de su territorio controlado por las minorías prorrusas armadas por el Kremlin, y ninguna de las dos bajo el paraguas de la OTAN, como sí están las tres repúblicas bálticas exsoviéticas.

Escenario casi imposible: La conquista de Kiev en 48 horas que prometieron a Putin sus generales se ha convertido, un año después, en una misión militar imposible, mientras decenas de sus soldados (muchos de ellos reclutas sin experiencias, expresidiarios o sicarios) caen como moscas para defender el territorio en el este de Ucrania que han conquistado.

Mientras Putin confía en cambiar su suerte en las próximas semanas con una segunda oleada invasora de soldados y tanques; mientras espera que se terminen de ensamblar miles de drones portabombas que fabrican a la vez Rusia e Irán para atacar las ciudades ucranianas, la esperanza del Kremlin es que China se involucre finalmente y envíe armamento de forma masiva. Sin embargo, las cuentas no le salen a Putin. Primero, porque EU y sus aliados de la OTAN no van a parar de enviar armamento a Ucrania, ya que no pueden permitir que Rusia (y su modelo de autocracia antiliberal) gane; y segundo, porque China, aunque sí desearía la victoria de sus aliados rusos (que podría animar finalmente a una asustada Taiwán a someterse a Pekín por las buenas), sabe que su economía depende (mucho más que la rusa) de las compras masivas de Occidente.

Rusia huele la derrota y retira sus tropas

Escenario óptimo: De entre las mentiras que lanza desde hace un año la propaganda rusa para justificar la guerra —”gobierno neonazi en Kiev”, “genocidio contra los rusos (del este de Ucrania)”, “Ucrania no tiene derecho a existir como Estado”...— hay una verdad irrebatible: la OTAN está usando a Ucrania como “campo de maniobras militares” para ensayar sus armas convencionales (no nucleares) de nueva generación. Otra cosa, muy diferente, en defensa de los occidentales, es que ellos no empezaron la agresión y están en su derecho a ayudar al país agredido con armas (no con tropas), a condición de no usarlas para atacar territorio ruso.

La terrible noticia para Putin es que está comprobando que muchas armas entregadas por sus aliados occidentales, especialmente los drones lanza granadas antitanques y los misiles estadounidenses Himars, están resultado muy efectivas y están causando muchas bajas a las tropas rusas, que se han visto en muchas ocasiones obligadas a retiradas humillantes, como las de la región de Járkov y Jerson. Para colmo, los rusos juegan con la desventaja de que no conocen el terreno y las tropas ucraniana ofrecen una resistencia feroz.

Emboscada de drones ucranianos destruyen una hilera de tanques rusos que se dirigían a Kiev al inicio de la invasión

Ministerio de Defensa de Ucrania

En consecuencia, Putin, incapaz ya de ocultar los miles de ataúdes que regresan de Ucrania y con un creciente descontento popular por las sanciones y la riada de muertos, tira la toalla y ordena la retirada de las tropas rusas, por decisión propia o a punta de pistola, tras un golpe palaciego.

Escenario posible, pero poco probable: Los rusos (incluidos los militares) ya saben lo que es retirarse de una guerra que empezaron y lograron digerir la derrota sin ánimos de venganza. Ocurrió en 1988 cuando el presidente Mijaíl Gorbachov ordenó la retirada de Afganistán, tras la desastrosa campaña y la feroz resistencia de los musulmanes centroasiáticos.

Pero, desgraciadamente, Putin no se guía por la sensatez y el impulso humanista de Gorbachov, sino que lo impulsa el odio y el deseo de vengarse de la humillación que para él supuso la derrota de su país en la Guerra Fría y la desintegración del imperio soviético.

Rusia aprieta el botón nuclear

Escenario apocalíptico: Putin repite que Rusia nunca usará su arsenal nuclear como arma ofensiva, sino como defensiva, es decir, si considera que la existencia del país está seriamente amenazada o una fuerza enemiga ha atacado su territorio. Pero en el detalle se esconde el diablo: ¿los territorios anexionados (ilegalmente para la comunidad internacional) por Rusia en Ucrania, son parte de Rusia o no? Y si son "territorios rusos" atacados por las tropas ucranianas que luchan por reconquistar su territorio, ¿se verá Putin tentado a apretar el botón nuclear?

La respuesta la sabremos si, en este segundo año de guerra que se inaugura, la situación se encamina hacia un claro avance de las tropas ucranianas sobre territorio anexionado y cómo reaccionaría el Kremlin.

Escenario posible, pero muy improbable: Putin siempre puede decir que no fue el primero en lanzar la bomba atómica. Ahí están las bombas que lanzó Estados Unidos en agosto de 1945 sobre Hiroshima y Nagasaki, suficiente horror para que Japón firmara su rendición incondicional días después. 

Algo similar pasaría en un eventual ataque nuclear ruso sobre Ucrania: Kiev se vería forzada a firmar la rendición para evitar un daño masivo a la población y para que EU no se vea obligado a responder con otro ataque nuclear, con el peligro existencial para la humanidad.

Sin embargo, es muy difícil que se llegase a esta situación extrema, porque hay una diferencia que no puede obviar y que mancharía la imagen de Rusia ante el mundo para siempre: la ONU “perdonó” el terrible castigo nuclear estadounidense porque, hace poco más de un siglo, Japón era un imperio agresor que cometió genocidio en los países que iba conquistando, principalmente contra la población china; por el contrario, Rusia no es un país agredido, sino que es el agresor, que está asesinado en masa a la población ucraniana sin justificación alguna y que, como no la ha podido poner de rodillas, le lanza una bomba atómica. La diferencia, ocurrir este escenario, es abismal.

Ucrania y Rusia aceptan negociar, ¿pero qué?

Escenario malo: Rusia logra revertir la contraofensiva ucraniana y, con la ayuda de los drones iraníes y armamento llegado de China y Corea del Norte, se pone de nuevo a las puertas de las grandes ciudades, como Járkov y Kiev. Llegados a este punto y si la sangría de dólares enviados por el presidente estadounidense Joe Biden se vuelve en su contra, con los republicanos exigiendo que frene la ayuda, el presidente Zelenski podría verse forzado a una negociación, que pasaría, probablemente, por renunciar definitivamente a Crimea y parte de los territorios ahora conquistados por los rusos, además de firmar un compromiso de no adhesión a la OTAN; todo esto a cambio de un compromiso ruso de no agresión y, quizá, de una compensación económica “por los daños causados”.

Escenario bueno: Rusia y Ucrania aceptan negociar tras llegar ambos bandos a la conclusión de que ninguno de los dos ganará y sólo lograran prolongar una inútil carnicería humana.

Esta situación de paridad podría aprovecharla Kiev para que se imponga el derecho internacional amparado por la ONU, que es el principio inviolable de integridad territorial y de no invasión por parte de una potencia extranjera. Llegados a este punto, Moscú y Kiev podrían acordar la retirada de las tropas rusas del territorio ucraniano anexionado, a cambio del compromiso ucraniano de protección de la minoría rusa y de otorgarles el derecho a mayor autonomía y protección de su lengua y cultura (que es lo que Kiev debería haber hecho en cumplimiento de los Acuerdos de Minsk de 2015 y cometió el trágico error de no cumplirlos).

Por su parte, Occidente (que debería haber presionado con más fuerza a Kiev para que cumpliera lo pactado en la capital bielorrusa) podría facilitar el acuerdo entre ambos bandos, levantando las sanciones internacionales contra Rusia y comprometiéndose a no integrar a Ucrania en la OTAN; a cambio de un pacto de no agresión, de cancelar el despliegue de misiles en Polonia, del reingreso de Rusia en los tratados de desarme nuclear y del derecho de Ucrania a participar en organismos internacionales no militares, como su ingreso en la Unión Europea.

La torre Eiffel de París, iluminada la madrugada de este 24 de febrero de 2023 con los colores de la bandera de Ucrania

EFE