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Israel castiga sin agua a los gazatíes y agudiza su agonía

600 mil palestinos huyen aterrorizados al sur de la Franja, mientras Israel ultima la invasión terrestre. La falta de gasolina paraliza las ambulancias y agudiza la crisis humanitaria de 2.3 millones de personas sometidas a bombardeos

guerra en oriente medio

Habitantes de la Ciudad de Gaza se amontonan frente a una pipa de agua, que está a punto de agotarse

EFE

Gaza agoniza a medida que se agota el combustible que genera electricidad a los hospitales, las ambulancias y la que alimenta la única planta desalinizadora de la hacinada y bombardeada Franja, donde unos 600 mil palestinos del norte han huido con lo que llevan puesto, muchos de ellos caminando una distancia de 40 kilómetros, en medio del terror a que estalle una bomba en cualquier momento.

Tal como relata la agencia EFE, la mayor riqueza que alguien puede tener hoy en Gaza es una botella de agua, un recurso extremamente escaso, a medida que se acaban las existencias tras imponer Israel el bloqueo total a Gaza, en castigo por el ataque terrorista de Hamás del pasado sábado 7 de octubre.

El drama de la sed se cierne sobre una población de 2,3 millones de gazatíes, en la que se han registrado ya 2,670 muertos (de ellos más de 300 niños) y 9,200 heridos por los bombardeos israelíes en venganza por el ataque por sorpresa de la milicia islamita, que dejó más de 1,400 muertos en Israel y entre 120 y 150 rehenes, algunos de ellos bebés.

En las últimas 24 horas se han registrado 357 muertos y un millar de heridos, según el Ministerio de Sanidad gazatí.

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La falta de agua en Gaza se debe a la escasez de combustible para las desalinizadoras de Gaza que abastecen a la población repartiendo agua en pipas. El agua de la llave en la Franja, extraída del subsuelo, es prácticamente imposible de beber por su alta salinidad.

Mientras tanto, el éxodo de palestinos del norte de la Franja al sur amenaza con llevar al colapso total a las dos ciudades cercanas a Egipto, Jan Yunis y Rafah, cuyo paso fronterizo es el único que no controla Israel. Pese a la gravedad de la crisis humanitaria, el presidente egipcio, general Abdelfatah al Sisi, se resiste a permitir el paso de camiones de la ONU con ayuda humanitaria y a recibir a refugiados.

“No sé cuánto tiempo podremos aguantar”

“Han desplazado por la fuerza a 90 de mis familiares, y tenemos que acomodarlos en una casa de 140 metros cuadrados. Hemos dividido la casa en dos mitades, una para las mujeres y otra para los hombres”, explicó un vecino de Rafah, Abu Muayyed al-Hour.

“La responsabilidad de los hombres es salir temprano por la mañana, con unos intentando conseguir algo de pan, otros buscando agua y otros buscando verdura o latas de conservas, siempre haciendo inmensas colas. Otros tienen el encargo de encontrar un punto con electricidad para cargar la radio y los celulares, nuestros últimos salvavidas”, cuenta.

“No sé cuánto tiempo podremos aguantar. Ya estábamos en aprietos económicos y ahora estamos al borde de la hambruna”, agrega.

Además, Israel ha seguido bombardeando todos los días, también este segundo domingo de venganza, incluidas poblaciones en el sur, aunque con mucha menos intensidad que las del norte, donde los ataques no cesan en todo el día.

Muchos gazatíes se han debatido largamente entre abandonar su hogar o arriesgarse a quedar, y otros no han podido elegir, al no ser capaces de afrontar un viaje de hasta 40 kilómetros a pie, rodeado por bombardeos.

“Me parecía imposible abandonar el hogar que construyeron mis antepasados al llegar aquí en 1948. Pero nuestros vecinos han empezado a huir y Gaza se ha convertido en una ciudad fantasma, donde solo se oyen los cazabombarderos, así que decidimos huir al sur también”, cuenta Abu Ahmad al Masari, de 48 años.

“Tras cuatro horas de búsqueda encontramos un coche por valor de unos mil dólares, pero el dueño se negó a venderlo y tuve que pagar 15,000 para poder venir”, agrega.

“Ya no nos queda casi agua potable, no tengo leche en los pechos y solo me queda una lata de leche para mi hija. Pero no me iré, no tengo otro lugar que mi casa y me tendrán que sacar de aquí muerta”, asegura Nancy Hamdan, una madre de 24 años con una hija de ocho meses, residente en la zona costera de Gaza.

La escasez de combustible ha paralizado incluso el servicio de ambulancias y la administración local ha empezado a abrir fosas comunes para enterrar numerosos cuerpos de víctimas de bombardeos que no han podido ser identificados, pero tampoco pueden conservarse ya, al escasear la electricidad en los hospitales.

Israel también ha exigido la evacuación de cuatro hospitales, en una nueva señal de que la invasión terrestre es inminente, pero el Ministerio de Sanidad gazatí asegura que sus equipos seguirán en sus puestos, aunque se derriben los hospitales con ellos dentro, y ha agradecido a Jordania la decisión de mantener en servicio del reputado hospital de campaña jordano establecido en 2009.