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Los partidos tienen muchos déficits, pero no podemos quedarnos sin ellos: Ugalde

Una entrevista con el ex consejero presidente del INE 

¿Y ahora qué con la democracia?

Entrevista para Crónica con Luis Carlos Ugalde

Adrián Contreras

Luis Carlos Ugalde, director general de Integralia Consultores y ex presidente consejero del entonces IFE,  habla de partidos y democracia. Los partidos, señala, son necesarios aunque deban tanto a la sociedad y tengan adeudos sociales evidentes. Sin ellos, mientras no inventemos otro sistema, la democracia no puede ser.

Aquí la entrevista.

–¿Es la ley la que debe de cambiar o son los partidos los que deben transformarse?

–Son las dos cosas. Necesitamos reglas más efectivas y políticos más responsables. ¿Cuáles son las cosas que me preocupan muchísimo de la democracia? Primero, cada vez es mayor el financiamiento ilegal de las campañas. Ahí es donde nace la corrupción de los gobiernos. Si un candidato necesita conseguir 100 millones de pesos para poder ganar, ahí se gesta un vínculo con quien da el dinero, porque el candidato tiene que pagar esos 100 millones cuando gane.

El segundo tema tiene que ver con el crimen organizado que cada vez penetra más en las campañas, incidiendo en los procesos electorales y en quién es el candidato.

El tercer tema tiene que ver con el papel de los gobiernos. López Obrador pidió hace 18 años que se cambiara la ley para que los presidentes no se entrometieran y ahora él es quien más lo hizo.

Cuarta cosa a resolver es el uso de programas sociales con fines clientelares, amenazando a la gente que vote por un partido. Ya existía, pero se ha magnificado, este uso de dinero público para apoyar a los partidos.

Para mí esos son los cuatro principales temas que están muy mal en este país.

–¿Cuál crees que es el principal déficit de los partidos actualmente? La eficacia, la rendición de cuentas, la representatividad…

Los partidos tienen muchos déficits. ¡Hay partidos propiedad de familias!, y no hay rotación de liderazgos. Empecemos con Movimiento Ciudadano, cuyo dueño ha sido Dante Delgado por más de 20 años, desde cuando era Convergencia. Lo mismo pasa con la familia González y el Partido Verde; con Alberto Anaya y el Partido del Trabajo; con Alito Moreno que prolongó su estadía en el PRI. Morena, en los hechos, es propiedad de López Obrador. Veremos si eso cambia o no.

También vemos que la calidad de sus liderazgos es cada vez más degradante. Todos los partidos comparten la tendencia a la corrupción dentro de sus cuadros.

Agregaría la falta de congruencia ideológica. Morena es el partido con más oportunismo en sus cuadros y, curiosamente, es el que goza de más confianza ciudadana; pero lo que está ocurriendo al interior de Morena, en un futuro cercano, va a generar un enorme rechazo.

–Busco en mi memoria cómo se construían los liderazgos dentro de los partidos. Había escuelas de formación de cuadros, el militante hacía méritos, ganaba experiencia y así sucesivamente hasta obtener un lugar destacado. Había un escalafón. En la actualidad no veo figuras más que menos jóvenes, ni nuevas. ¿A qué lo atribuyes?

–Sí hay jóvenes, lo que no hay es un mecanismo meritocrático de acceso a los cargos directivos o las candidaturas.

La degradación del ascenso político tiene que ver con que el populismo ofrece una revancha contra las élites de cualquier tipo y, como hay que destruirlas, pues también al mérito, la formación académica o el conocimiento técnico especializado. López Obrador se ha dedicado a destruir todos estos valores. En su lugar ha generado la sumisión, la lealtad, la exclusión y la polarización.

Se está banalizando la política, por esta idea de que la sumisión y la lealtad son más importantes que el mérito o la capacidad.

Partidos como Movimiento Ciudadano tienen cuadros meritocráticos, pero con liderazgos emergentes y populistas, como el de Samuel García, gobernador de Nuevo León- cuyo único mérito es tener ‘likes’.

–¿Cómo podemos conciliar la visión del que quiere progresar y el de la sumisión?

–Son visiones irreconciliables. Lo que López obrador ha creado en la sociedad es una grieta, donde ya no hay manera de juntar a polos opuestos.

La sociedad mexicana sí requiere apoyo del gobierno, pero sobre todo lo que requiere es apoyo para que su esfuezo individual o familiar tenga resultados. Ese elemento de emprendimiento personal, que es natural en los seres humanos ha sido destruido por AMLO bajo la siguiente premisa: ‘Eres víctima, porque hay una élite rapaz que abusó de ti’. Para construir su relato, López Obrador ha victimizado a la población

Esa es la gran desgracia del populismo: genera posiciones radicales y evita que haya un proceso de inclusión, de aprendizaje, de encontrar puntos coincidentes.

–Qué bien que podemos cambiar de partido en el poder, pero también indicaría que ninguno ha satisfecho a las poblaciones que gobiernan. ¿Es ineptitud e ineficacia de los partidos o es que los ciudadanos ya no están dispuestos a esperar?

–Cuando tú no supervisas y castigas el abuso del poder, el poder se vuelve para beneficio personal; en México, el control del ejercicio del poder es deficiente y frágil.

En los últimos 30 años, se empezó a construir un mecanismo incipiente, de supervisión, pero hoy en día no hay respeto a esas leyes de control. En los hechos, el llamado humanismo mexicano de AMLO está reproduciendo los abusos del neoliberalismo. No hay ninguna diferencia.

Estamos yendo en reversa, porque AMLO y Sheinbaum se dedicarán a concentrar el poder, bajo el supuesto de que la concentración es un requisito para transformar. Eso es muy peligroso.”

–En este mecanismo de control y rendición de cuentas, ¿qué papel debe jugar el Congreso?

–El Congreso es el actor más importante en cualquier democracia para controlar el ejercicio del poder. Su papel es vigilar al Ejecutivo, autorizarle los gastos, castigar a los que se corrompen… Y en México, el Congreso ha sido históricamente sumiso al poder.

Esto cambió temporalmente entre 1997 y 2009, cuando el Congreso se liberó del yugo presidencial porque el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados. Luego, el Congreso se empezó a corromper. Los gobiernos se dieron cuenta de que si se les daba dinero a los diputados, los comprabas; así se generó la industria de ‘los moches’ y se jodió todo.

Y con López Obrador ha empeorado la situación, porque no les da dinero, pero los somete a la humillación de que no le pueden cambiar una coma a sus iniciativas de ley; él es ‘el gran legislador’.

El Congreso ha pasado a ser un actor intrascendente, rubricador de iniciativas.

–Siguiendo con los déficits de los partidos, ¿Cómo ves el problema de que los legisladores ya no representan intereses locales o del partido?

–Yo vería ese problema desde otro ángulo: la falta de valores cívicos de la población... Y nadie quiere hablar de ello.

Cada seis años hay una buena participación en las elecciones, pero después a la gente le vale, no participa. Eso nos da un sistema de representación muy frágil; si la gente no pone de su parte, los diputados tampoco, porque nadie les exige.

El origen inicial de la mala calidad de nuestra democracia es la falta de valores cívicos en la población.

–Según la medición 2023 de Latinobarómetro, 58 por ciento de los mexicanos cree que la democracia puede funcionar sin los partidos. Sin embargo y esto es paradójico, las candidaturas independientes no han funcionado. Así pues, los partidos todavía tienen la llave para el acceso al poder. ¿Crees que podamos funcionar sin partidos?

–No se puede funcionar sin los partidos. Con todas sus deficiencias, con toda su problemática y descrédito, son instituciones que deben seguir existiendo, mientras no inventemos otro sistema.

Lo que se puede hacer es regularlos; hay cosas que podemos hacer desde ya para mejorar el desempeño de los partidos. Uno, es prohibir los cacicazgos como los que ya mencioné. Dos, se puede regular el chapulineo. Tres, garantizar que haya una vida democrática interna.

Entrevista para Crónica con el Dr Luis Carlos Ugalde

Adrián Contreras

–Algunos argumentan que los partidos ya no están para defender valores, sino para defender causas específicas de la población. Otros argumentan que la defensa de causas corresponde a la sociedad civil organizada. ¿Cuál sería tu posición?

–La ideología es cada vez más irrelevante. Lo que en definitiva los partidos sí deben tener es una serie de postulados sobre el modelo de país que proponen. Por ejemplo, un modelo en el cual el gobierno cubra todas las deficiencias de las familias o un modelo de país en el cual haya más iniciativa de la personas.

Con base en esos postulados, un partido ha de persuadir a la gente de caminar en ese sentido. Yo creo que los partidos tienen una función de liderazgo; de jalar a la gente hacia un modelo de país y hacia ciertas política públicas y valores como concepción de país. Ese es el papel de los partidos.

–La democracia es lenta para dar resultados, los gobiernos autoritarios son rápidos en sus respuestas, aunque no sean las mejores. 56 por ciento de los encuestados mexicanos por Latinobarómetro declara que ‘no le importaría que un gobierno no democrático llegara la poder, si así se resuelven los problemas’...

–A una porción de la gente no le importa sacrificar parte de su libertad a cambio de disponer de más bienestar material. No se dan cuenta de que al final pueden arriesgar toda su libertad.

Pensemos en qué libertades le pueden interesar al promedio de la población. La libertad de prensa, ¿a quién le importa? ¿La libertad de asociación política?, tampoco; desgraciadamene la mayor parte de la población no participa en actividades políticas. Entonces, creo que la gente se dice: ‘Si voy a vivir mejor o va haber más seguridad en las calles a cambio de perder algo de libertad, ¡adelante!’

Ve lo que está pasando en El Salvador.

–Tal y como está actualmente el crimen organizado, ¿ves algún riesgo de que la gente le dé la bienvenida a una mano autoritaria?

–Sí, claro. No dudaría que en el 2030, una de las candidaturas va a ser el modelo Bukele, en la medida en que el proceso de inseguridad continuará degradándose. Va llegar un momento en que si alguien sale a ofrecer orden y meter a todos a la cárcel, esa persona va ganar mucha popularidad y podrá ganar la Presidencia.

–En los últimos años, han surgido gobiernos populistas, que hacen un enorme uso de la posverdad y de la polarización, como Trump en EUA, Orban en Hungría o Kaczynski en Polonia, suelen enamorar a sus clientelas, pero dejan fuera a muchos otros ciudadanos. ¿Crees que ese electorado rebasa la clientela y funcion más como secta, que acepta y cree lo que le digan?

–Sí, el populismo desarrolla sectas y zombies. El populismo es un movimiento de resentimiento social, de venganza colectiva; hay un fin superior que es castigar al de enfrente y todo se permite en aras de conseguir ese propósito. Son sectas a las cuales no les importa la verdad, sino la causa.

En EUA ya no importa si Trump es un delincuente. La gente cree en él porque defiende una causa; no importa si es corrupto o si es un riesgo para la seguridad mundial.

Lo mismo sucede en México y en todos los experimentos populistas con ese sentimiento de venganza. Ese sentimiento es más poderoso emocionalmente que pensar en que tal cosa o cual cosa es falsa o en qué va a pasar con el país. El imperativo es la reivindicación que le dice a la clientela: ‘necesitamos castigar a los malos’.

–¿Es una suerte de necesidad de pertenencia?

–Sí, el populismo cubre una necesidad de identidad colectiva. En ciertos grupos, el populismo les da sentido en la vida; los meten en una comunidad. Un gran éxito de López Obrador es haber creado esa sensación de comunidad del pueblo y el decirle a la gente todos los días: ‘Tú eres parte de mi pueblo, del pueblo bueno y sabio que vale la pena. Los de enfrente son los que te han agredido, los que te minimizan. Yo soy tu líder, yo te veo a los ojos’.

Esta es una de las razones por las cuales AMLO es tan popular y tan querido. Porque les ha dado sentido de comunidad a millones de mexicanos que se sentían excluidos.

–¿Qué riesgos de estabilidad social ves con esta polarización?

–No lo veo todavía. La grieta provocada por la 4T todavía no atraviesa la sociedad política; todavía está en la superficie. Esa es la diferencia con EUA, donde la grieta corroe toda la sociedad y que los puede llevar a la violencia en las elecciones de noviembre de este año.

–¿Qué recomendaciones de comunicación darías a los partidos para que conecten con la gente? ¿Qué hacer con las cámaras de eco y la atomización de grupos en redes sociales?

–Antes que hablar de la comunicación, debemos hablar del sentido de reclutamiento de cuadros competentes y responsables. La mayoría de los partidos ha perdido el sentido de responsabilidad comunitaria y la capacidad de vender un modelo de país atractivo para la gente.

El modelo de país que vende el PAN, de emprendimiento social y responsable es atractivo para las clases medias; sin embargo, el PAN ha sufrido un desgaste por la corrupción de sus cuadros. El modelo de país del PRI está desdibujado; no veo qué ofrecen. Tal vez esto nos lleve a un modelo bipartidista. No lo sé.

–El modelo de país que vende Morena es muy atractivo; pero yo veo un problema de instrumentación...

–Sí y la gente se va a dar cuenta muy pronto. Todavía no lo hace porque ha habido estabilidad económica, porque ha tenido mucho dinero que repartir y no se dan cuenta de los daños colaterales.

En los próximos dos o tres años empezarán a ver los límites del modelo morenista, porque es un poco una fantasía: Uno, no es sustentable fiscalmente; dos, tiene mucha corrupción interna; y tres, no soluciona problemas de fondo.

Genera felicidad inmediata porque la gente tiene dinero para gastar, pero no mejora las condiciones estructurales de educación, salud y seguridad, que es lo que hace que un país progrese.

–Los gobiernos de la altenancia que hemos tenido de 2000 para acá, ¿cuál es el principal déficit que tú les ves? ¿En qué han fallado más?

–Que no han implementado un sistema de Estado de derecho para regular la vida del país. Ni Fox, ni Calderón, ni Peña Nieto, ni López Obrador lo hicieron. No han gobernado con la ley en la mano. Ese es el mayor déficit.

Por ahí habría que empezar para solucionar una buena parte de los problemas del país. Si cumples con la ley y lo haces de manera imparcial, empiezas a arreglar la corrupción, el acceso a la Justicia y de ahí se seguirían otras soluciones. Por ahí empezaría yo.”

La clase política, sin duda, nos queda a deber. Pero también es mucho lo que los ciudadanos le quedamos a deber a nuestra democracia y al país.