Opinión

Aciertos y desaciertos: balance mínimo para que no nos cuenten

Aciertos y desaciertos: balance mínimo para que no nos cuenten

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En nuestro país se ha posicionado en el imaginario colectivo una idea catastrofista de que vivimos una de las peores crisis económicas, al grado de que nos encontramos a un paso del precipicio. El clima electoral ha dado cancha abierta para que cualquier candidato o actor político –generalmente los opositores al gobierno– inventen cifras, interpreten datos a su antojo, minimicen y/o satanicen indicadores, porque al final del día sólo buscan demeritar, sacar raja política y sumar voluntades a costa del engaño y la desinformación.

Sin duda, los problemas socioeconómicos de México los viven día a día los que están en situación de pobreza, los desempleados, la niñez mal alimentada, los que carecen de servicios de seguridad social y de salud, y los que son víctimas de la delincuencia organizada, el narcotráfico y la corrupción. Esta realidad es innegable, pero, principalmente, es obligación irrestricta de los gobiernos en turno superarla y transformarla generando condiciones de bienestar, acceso e igualdad.

Los indicadores de percepción ciudadana, confianza en las instituciones y calidad e impacto gubernamental nos muestran con claridad que a los ojos de los mexicanos, la corrupción y la inseguridad son nuestros principales problemas. Sobre estos diagnósticos se han promulgado reformas y nuevos marcos jurídicos para resolverlos. Por un lado, ya contamos con derechos de acceso a la información pública, una lista de sujetos obligados a trasparentar el uso de recursos públicos, leyes de trasparencia y un Sistema Nacional Anticorrupción. En materia de seguridad, tenemos un Código Nacional de Procedimientos, una Ley de Seguridad Interior y la nueva Ley General de Víctimas, por mencionar algunas.

El gran problema es que la realidad no cambia por Decreto y para que se cumplan estos nuevos ordenamientos se requiere de la suma de muchas voluntades para romper con la inercia negativa que generan las malas prácticas y los vicios en las diferentes esferas públicas y niveles de gobierno. Dicho de otra manera, estas leyes necesitarán de un periodo de concienciación e implementación.

Sin embargo, los problemas no esperan y los gobiernos tienen que utilizar todos sus instrumentos para cumplir con sus obligaciones ante la sociedad. En ese sentido, durante el presente sexenio se alcanzó la cifra más alta de empleo y la tasa más baja de desempleo en los últimos 10 años; en tres años nos convertimos en la décima potencia agroalimentaria y somos una potencia turística, ocupando el sexto lugar de destino en el ranking mundial, se redujo por primera vez la pobreza extrema, se logró la inflación más baja desde que se tiene registro y se aprobaron un sinnúmero de reformas, donde destacan las 11 reformas estructurales que constatan de manera fehaciente que estamos en un proceso de transformación y crecimiento.

Pero también se tiene que reconocer que la estrategia de seguridad no dio los resultados esperados y que vivimos lamentables niveles de violencia. Esta situación opaca cualquier logro, pero tampoco se pueden subestimar ni mucho menos demeritar los grandes avances, máxime cuando se ha buscado consolidar la libertad económica.

Recordemos que en la experiencia internacional los países que tienen mayores libertades económicas poseen mayor crecimiento económico, mayores ingresos per cápita, mejor educación, mejor atención médica, menores índices de pobreza, y por lo tanto, mejor calidad de vida. En México, pese a las deficiencias y problemas, hoy nos encontramos en el lugar 63, del ranking mundial del Índice de Libertad Económica 2018, que nos coloca como un país moderadamente libre. En el escenario, de dar un retroceso con políticas populistas y la instauración de un modelo estabilizador, viviríamos una verdadera hecatombe. Revisemos datos duros e indicadores nacionales e internacionales, comparemos experiencias y daremos cuenta que nuestro país avanza, pese a las críticas –que son comunes en los sistemas presidencialistas, donde el presidente siempre tendrá la culpa de todo, generalmente de lo negativo–.

Senadora de la RepúblicaMichoacán de Ocampo@RocioPinedaG