Opinión
Guillermo Puente Ordorica

Asuntos pendientes

El Fondo de Cultura Económica publicó en 2018 las Conferencias Políticas de Carlos Fuentes en las que aborda temas de preocupación contemporánea en educación, sociedad y democracia.

En una de las 210 conferencias seleccionadas para la publicación de dicho libro —disponibles en su biblioteca en San Jerónimo—, la titulada “La situación mundial y la democracia: los problemas del nuevo orden mundial”, pronunciada en febrero de 1992 en el Coloquio de Invierno, organizado por la UNAM, Conaculta y la Revista Nexos, Carlos Fuentes exponía que “aunque el orden legal de la postguerra fue admirable, el orden real resultó deplorable: dos ideologías, dos sistemas, dos superpotencias de la era atómica, se enfrentaron de uno y otro lado de lo que, en su famoso discurso pronunciado en Fulton hace cuarenta y seis años, Winston Churchill llamó ‘la cortina de fierro’”.

El escritor Carlos Fuentes

EFE

Fuentes anotaba en esa ocasión que la caída del muro de Berlín trajo consigo numerosas alegrías, entre otras, “el fin de las escleróticas tiranías comunistas de Europa Central, la unificación de Alemania, los cambios internos en Unión Soviética, la transición hacia la democracia en América Latina, las esperanzas de liberalizar el comercio y de establecer una relación de cooperación compartida entre el Norte y el Sur, justificando efectivamente el carácter global de las relaciones económicas internacionales, el fin de la guerra fría y, acaso, de la política armamentista que durante cuarenta años tanto pan le robó al hambriento, tanta medicina al enfermo, tanto techo al desamparado, y tanto alfabeto al iletrado, y sobre todo, el paso de una estructura bipolar a otra, multipolar: muchos centros, no sólo dos; muchos rostros, muchas culturas, muchas soluciones, no sólo dos.”

Conviene recordar que casi inmediatamente después del término de la segunda guerra mundial pasamos al periodo de la guerra fría, concepto que permitió analizar y describir desde una perspectiva teórica y práctica el estado de las relaciones internacionales en el marco del enfrentamiento bipolar de dos superpotencias nucleares que pregonaron dos superideologías. A su fin, con la caída y desaparición de Unión Soviética, pasamos a hablar de la postguerra fría. Después, la teoría y la práctica acuñaron el término de la globalización económica para definir a la aldea global, el mercado libre y el supuesto fin de las ideologías, y la creciente multipolaridad mundial.

Más recientemente, ante el declive de la globalización se ha comenzado a hablar de la reedición de la guerra fría, una especie de versión 2.0 de la misma, como en las aplicaciones tecnológicas. Si bien poco convincente, pareciera ser más acertado hablar de asuntos pendientes de la guerra fría cuyas manifestaciones hemos atestiguado y padecido en años recientes, como lo son los conflictos entre Ucrania y Rusia y el de Gaza y los territorios palestinos ocupados.

Volvamos a Fuentes, quien en el coloquio de 1992 señalaba que “acostumbrados a llevar puesta la estrecha pero habitual camisa de la guerra fría, muchos sienten que, al perderla, la camisa, como la del mitológico Neso, nos arranca la piel”.  

Fuentes habla también de la necesidad de analizar los obstáculos que debían enfrentar las sociedades mundiales en lo sucesivo, “un mundo suspendido entre la globalización económica y la balcanización política, y entre aquélla y el surgimiento de bloques de comercio rivales; entre el modelo de desarrollo capitalista y la persistencia de problemas sociales que no pueden resolverse sin la acción política de la izquierda, o sin la intervención del Estado; entre la integración de un club de ricos en el Norte y la dispersión de una barriada pobre y anónima en el Sur”.

En ese entonces, Carlos Fuentes identificaba los riesgos de pasar de una teología comunista a una teología capitalista “… olvidando que las realidades políticas y económicas actuales son el resultado de una simbiosis crítica y pragmática en la cual los éxitos del capitalismo son inexplicables sin la crítica socialista -de la misma manera que la esclerosis del comunismo burocrático puede explicarse por la ausencia de la crítica liberal y democrática”.

También identificaba una mentira repetida incesantemente: “… la riqueza acumulada en la cima, tarde o temprano, se desparramaría hacia abajo, distribuyéndose con justicia. Esto no sucedió. Esto jamás ha sucedido. A menos que la institución estatal intervenga para asegurar el cumplimiento de normas de equidad social.” Además, problemas como la xenofobia, el fanatismo religioso, el antisemitismo y el antiislamismo, entre otros, señalaba Fuentes, cobraban cada día más fuerza en diversas latitudes, incluida la “Europa próspera y comunitaria”.

Frente a los agobios de la postguerra fría en la que Fuentes elaboró su discurso, se preguntaba ¿cuánta pobreza puede soportar la democracia, y cuánto subdesarrollo tolera la seguridad global? Y sugería que el primer deber de los países ricos y pobres era poner en orden “sus propias casas”, en otras palabras, “unir la democracia al desarrollo, y éste a la justicia social”.

Para Fuentes, la respuesta para crear un mundo equitativo que pudiera salir de los escombros de la guerra fría y del enfrentamiento bipolar tenía que ser política y jurídica, así como humana, cultural y social, a fin de encauzar “el vasto y tumultuoso río de las culturas a cauces que superen los escollos y alimenten las cosechas de la postguerra fría.

Concluyó su discurso de 1992 de manera optimista preguntándose si “¿sabremos… darle tiempo a la historia a fin de que los valores opuestos, en vez de aniquilarse mutuamente, se resuelvan el uno en el otro?”.

Las palabras pronunciadas por Fuentes hace más de tres décadas sorprenden por su vigencia en el análisis del mundo contemporáneo.