Opinión
Fran Ruiz

Se avecina un gobierno ibérico conservador… y antimexicano

España votará este 23 de julio un nuevo gobierno. Así lo anunció este lunes el presidente Pedro Sánchez, en plena resaca electoral, tras el fiasco socialista en las elecciones locales y regionales del domingo, que confirmaron el avance imparable de la derecha y de la extrema derecha.

La decisión del líder socialista de adelantar cinco meses las elecciones tiene dos lecturas: la ética, que se interpreta como “si el pueblo castigó en las urnas al partido del gobierno y a su alianza con la extrema izquierda ¿para qué alargar el gobierno?"; y la segunda lectura, la maquiavélica, que podría interpretarse como un aviso al electorado progresista que se quedó en casa (el voto conservador es más disciplinado) para mostrarle la urgencia de salir cuanto antes a votar para que no sumen más diputados el Partido Popular (PP) y los ultras de Vox y formen el gobierno más radical desde la dictadura de Franco.

Pero a Sánchez, que se siente cómodo con jugadas audaces, el tiro podría salirle por la culata, ya que, convocar elecciones generales menos de ocho semanas después del batacazo electoral del oficialismo, es una apuesta de alto riesgo que podría acelerar el deseo mayoritario de los españoles de que el próximo inquilino de La Moncloa sea el actual presidente gallego y líder del PP, Alberto Núñez Feijóo.

Lo que sí es un hecho es que ninguno de los dos grandes partidos españoles está en condiciones de lograr mayoría absoluta. Si gana el PSOE tendrá que buscar los votos de todos los partidos a su izquierda, incluidos los independentistas vascos y catalanes; mientras que si gana el PP tendrá que buscar el voto del partido que está a su derecha: Vox, orgullosos tanto de su pasado franquista como de su pasado imperialista.

Visto desde la perspectiva mexicana, si ya de por sí las relaciones entre los gobiernos de Pedro Sánchez y de Andrés Manuel López Obrador fueron malas, desde que el líder morenista se empeñó en que el rey Felipe VI pidiera perdón por la conquista (la inversión española en México se desplomó el año pasado a causa de esta “pausa” en las relaciones); la llegada al poder del PP y de Vox, la consecuencia podría ser una abierta “hostilidad” que no conviene en absoluto a dos naciones con vínculos, como dirían los gringos, too big to fail; o lo que es lo mismo: demasiado grandes para mandarlos a la chingada.