Opinión
Fran Ruiz

Bofetadas huracanadas a DeSantis y Trump por negar el cambio climático

El pasado 15 de mayo, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, firmó un decreto que eliminaba de todos los organismos estatales y libros de texto la palabra cambio climático, como si, con no nombrarlo, el problema dejara de existir. En dicha orden prohibió también los parques eólicos en alta mar y apostó por la quema de combustible con ayudas a la industria del gas, en un gesto entre infantiloide y chulesco para demostrar a los progresistas y a los ecologistas quién es el amo.

El gobernador de Florida, Ron DeSantis, junto al exmandatario Donald Trump/

cnbc.com

“Estamos restaurando la cordura en nuestro enfoque energético y rechazando la agenda de los fanáticos verdes radicales”, dijo insultando DeSantis en un post en la red social X, lanzando, de paso un guiño a Donald Trump, otro negacionista del cambio climático, para que le perdone por haberse atrevido a tratar de quitarle la candidatura presidencial republicana (y haber fracasado estrepitosamente en su intento).

La guerra de DeSantis alcanzó tintes delirantes cuando incluyó en el decreto una cláusula por la que se elimina el requisito de que las agencias gubernamentales lleven a cabo conferencias y reuniones en hoteles certificados como “alojamientos ecológico” por la agencia medioambiental del estado, y que las agencias gubernamentales den prioridad a la eficiencia energética en la compra de nuevos vehículos.

De un plumazo, DeSantis tumbó la ley promulgada en 2008 por el gobernador Charlie Crist (republicano como él) para hacer frente al cambio climático y promover las energías renovables, y que fue aprobada por unanimidad en ambas cámaras legislativas de Florida. Ya nada queda de ese “conservadurismo compasivo” tras la conversión del Partido Republicano en la secta trumpista, conspiranoica y negacionista.

Justo un mes después, el 15 de junio, DeSantis se vio obligado a declarar el estado de emergencia en el sur de Florida por las históricas inundaciones causadas por una tormenta tropical de una potencia nunca vista al comienzo de la temporada de lluvias. En respuesta, su jefa de comunicación, Christina Pushaw, escribió mofándose de los activistas: “Bienvenidos a la temporada de lluvias. El sur de Florida está en el trópico. Habrá tormentas durante los próximos 4-5 meses”.

En paralelo, el gobierno estatal firmó esa misma semana el presupuesto estatal que eliminó los 205 millones de dólares que estaban previstos para proyectos de cauces fluviales y aguas residuales, pese a las inundaciones y a que gran parte del estado se asienta en tierras bajas y pantanosas.

Como dice el refranero “Al que no quiere caldo, dos tazas”, en apenas tres semanas de diferencia el gobernador republicano ha sido abofeteado en la cara, no por uno sino por dos dos huracanes mayores, como un recordatorio de que el cambio climático es una realidad y cada día se hace más presente en cualquier punto del planeta.

Primero fue abofeteado por Helene, el 13 de septiembre, un peligroso huracán categoría 4, con un gravísimo balance de muertos, tras adentrarse 800 kilómetros tierra adentro y golpear en otros cinco estados; y el 9 de octubre lo hizo el huracán Milton, de categoría 3. Entre ambos y a falta de un balance provisional, más de 250 muertos, decenas de desaparecidos, mientras decenas de personas siguen desaparecidas y los daños en viviendas, negocios e infraestructuras se cuentan por decenas de miles de millones.

En vez de perder el tiempo el gobernador y los republicanos con eso de “mis pensamientos y oraciones están con las víctimas” —la frase con la que los republicanos esquivan las críticas ante cualquier tragedia evitable, como los tiroteos masivos—, deberían escuchar a los expertos y sacar la calculadora para que entiendan este dato: la temperatura para que se forme un huracán en alta mar debe ser de 27 grados centígrados, y la temperatura media en el golfo de México ha ido subiendo hasta alcanzar este agosto un pico nunca registrado de 29.5 grados, por lo que el combustible en forma de vapor de agua para formar huracanes es cada vez mayor.

Y si alegan causas naturales para la subida de la temperatura del mar, ahí están los informes del Graham Institute del Imperial College London, cuyo equipo lleva analizando modelos de comportamiento del clima desde la era preindustrial y concluyeron que las altas temperaturas oceánicas de las que se alimentaron Helene y Milton han sido entre 400 y 800 veces más probables por el calentamiento global derivado de la quema de combustible fósil, y que si el mundo no frena en seco esta práctica suicida, habrá que ir inventando categorías superiores a 5 para definir la potencia de los futuros huracanes.