Opinión
Guillermo Puente Ordorica

Cambio de régimen (2)

A lo largo del siglo XX en el marco de la guerra fría que caracterizó las relaciones internacionales de la segunda posguerra, en el que las dos superpotencias con ideologías irreconciliables delinearon el enfrentamiento entre las ideas, los movimientos políticos y sociales y los partidarios de cada uno de los dos polos, dejó escaso margen al cambio, particularmente en los países del llamado mundo en desarrollo.

Es un periodo de alineamientos que dio poco espacio a la disidencia y al pluralismo. No sobra mencionar que las izquierdas fueron en todo ese tiempo contenidas, reprimidas o cooptadas con el fin de neutralizarlas, disipar su ideario o bien intentar erradicarlas. También son los años de la lucha armada a través de guerrillas urbanas y rurales en diversos lados del mundo, y en los que la vía armada arrojó algunos ganadores en países en desarrollo como China, Cuba y Nicaragua, por citar unos cuantos.

En general, las vías de acceso a la vida política a los movimientos de cambio fueron literalmente canceladas, como lo demostraría en su momento el golpe de Estado en Chile en donde la izquierda había accedido al poder por los cauces democráticos. El conservadurismo mundial y nacional no estaba preparado para ceder espacios a las izquierdas independientemente de su orientación.

Militares chilenos a las órdenes del general golpista Pinochet, el 11 de septiembre de 1973 durante el bombardeo y asalto al Palacio de La Moneda

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En ese contexto general, el tradicional autoritarismo mexicano había encontrado las formas democráticas para su renovación sexenal, privilegiando la estabilidad política y sentando las bases para el crecimiento económico del país. No en balde a pesar de la ausencia de una democracia real y canales políticos de expresión y de organización, el país creció a niveles notables dando forma al célebre milagro mexicano.

La fórmula parecía ideal: control político con crecimiento económico. Casi de inmediato quedó claro que una de las prácticas más logradas del autoritarismo mexicano, es decir, el fraude electoral, había cobrado nuevas formas para permitir la prolongación de intereses y la permanencia de ciertos grupos de poder dentro y fuera del sistema político. Transcurrirían las décadas y con ellas las progresivas crecientes fisuras en el edificio del autoritarismo que se creía podía resistir toda clase de temblores políticos, económicos y sociales.

En todo caso, hacia finales de la centuria pasada dados los avances regionales y locales de carácter democrático en el país, fue posible hablar de la existencia de una democracia frágil e incipiente.

Si bien las izquierdas continuaron dando la batalla, por decirlo de algún modo, el cambio político suponía la marginalización de las mismas, en todo caso, era factible aceptar como parte del proceso electoral democrático de nuevo cuño en el país, algunos de sus triunfos locales en las urnas. Probablemente lo más inesperado y sorpresivo después del masivo fraude electoral operado en 1988, es que nueve años después la izquierda conseguiría el triunfo electoral para la jefatura de gobierno de la Ciudad de México a pesar de trampas, inercias y, ciertamente, de represión.

Pocos debieron suponer que en esas circunstancias sería posible el avance político electoral de las izquierdas hasta el grado de llevar a su candidato más perseverante a la presidencia del país en 2018, como resultado del sufragio ciudadano mayoritario, no obstante el cúmulo de circunstancias adversas que se debieron enfrentar.

Para agrado de muchos y pesar de algunos, la izquierda electoral reunida alrededor de un partido movimiento, reconvino a las izquierdas y movimiento progresistas, a fin de conducir al país por una senda de responsabilidad y aciertos en lo fundamental durante los seis años de mandato del presidente López Obrador, quien ha utilizado su poder democrático para sentar las bases de un cambio de régimen político por vías pacíficas y democráticas.

Este cambio de régimen ha procurado la separación del poder político y del económico, de particular importancia en un país tan inequitativo como México. Debe tenerse en cuenta, como lo hemos anotado en otras colaboraciones, que el origen de las izquierdas en Europa en el siglo XIX, al menos de una parte de ellas, tiene que ver con la búsqueda central de respuestas y cursos de acción a los excesos y abusos del capitalismo a partir de la aspiración de lograr la igualdad de condiciones entre sociedades e individuos.

En teoría un cambio de esa naturaleza, permitirá hacia futuro el desarrollo del país sobre bases más equitativas por encima del país de privilegios y de autoritarismo que ha caracterizado nuestra historia política. Probablemente uno de los elementos más notables de este proceso local, tomando como referencia el sistema mundo, es que se ha dado como producto del elemento central de la democracia que es el voto, al margen de la violencia y de las armas, que había sido el método recurrente de intento de cambio.

En junio pasado, los electores en amplia mayoría, decidieron prolongar la presencia de este movimiento por seis años más, agregando a las novedades sustantivas la elección de la primera mujer presidenta en la historia de la república mexicana, con un mandato claro de proseguir con los cambios hacia la construcción de la sociedad equitativa que México nunca ha sido en su vida independiente y cimentando las bases para un desarrollo que atienda las necesidades de los segmentos más desfavorecidos del país en beneficio del conjunto nacional.

Los retos políticos, económicos, sociales y culturales siguen siendo mayúsculos pero de consolidarse el cambio de régimen, será más factible albergar la idea de un país próspero e igualitario en el futuro cercano, que permita al país reafirmar el tejido de fraternidad que debía prevalecer, al margen de intereses creados y privilegios minoritarios.

Serían las mejores noticias en el contexto general de un escenario internacional cada vez más delicado y preocupante con conflictos armados de potencial expansión, problemas de creciente desigualdad y de efectos irreversibles al medio ambiente, por mencionar tan solo algunos aspectos de preocupación contemporánea.