Ya no se qué decir o hacer
Hace poco tiempo escuché una frase que se me quedó tatuada: “saquemos las pandemias del menú”, y cuánta razón tenía quien la pronunció porque no salimos de un problema sanitario cuando la humanidad ya entramos en otro a causa principal del irracional e insaciable consumo de animales de todo tipo, que además, han de sufrir estigmatización y muerte como ahora justo está pasando con gallinas de explotación a partir de ave migratoria que penetró a México portando una cepa de gripe aviar altamente contagiosa, dado lo cual ha debido protegerse la poderosa industria avícola procediéndose drásticamente. ¿Cómo? Sencillamente con la eliminación de toda criatura infectada o sospechosa. Aquí lo malo… ¡qué digo!… lo siniestro, es que por la velocidad de contagio y el alto número de plumíferos y hasta de humanos en riesgo, su matanza no se produce ni piadosa ni compasivamente, lo que me trae pasando aceite de sólo imaginar la angustia y el terror de esas criaturas, muchas de las veces encaladas y enterradas aún con vida…
En esa crueldad andaba meditando cuando hube de sulfurarme aún más tras leer, aquí mismo en La Crónica, una nota de Alejandro Paez dando cuenta de un determinado uso del ganado por parte de grupos criminales, viéndose por ello afectados ¡más de un millón 200 mil ejemplares por año! que son introducidos ilegalmente a territorio mexicano por la frontera sur del país, peeeero, con el plus de traerlos “cargados” con productor ilícitos. Tal “advertencia” (¿?) fue pronunciada por el mismísimo Víctor Manuel Villalobos, titular de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, quien tan pancho implicó al crimen organizado en ese paso ilegal de las conocidas como vacas “panzonas”, o séase, criaturas re-lle-na-das con sustancias ilegales que por medio de fístulas les son introducidas hasta el estómago. Los animales, además de ser traficados de noche, por obvias razones son fuertemente custodiados hasta llegar a su destino final con la mercancía que les importa, más a saber en qué condiciones llegan y cómo son “sacrificadas” una vez consideradas inservibles. Lo que en todo esto resulta definitivamente i-na-cep-ta-ble, es que la balandronada sea tan descarada y que ni el Secretario ni la Guardia Nacional no lo impidan, pero…
Tampoco se crean que me saltó el tema como novedad, pues hace muchos años, estando a cargo del Zoológico de Chapultepec, desde EE. UU. se dio aviso sobre un tráfico ilegal de numerosos reptiles que arribarían en avión a CDMX. Tratándose de cargamento así, se me ordenó presentarme de inmediato en el aeropuerto BJ, acompañada de personal calificado, ya que además algunas víboras habían comenzado a salirse de los contenedores y los pasajeros estaban histéricos. Entre crías de boas, tejus y tortugas mata-mata (ninguna especie de preocupación médica) casi sumamos tres mil individuos a los que por petición estricta tuvimos que revisar uno a uno, incluso pasándolos por RX, al sospecharse que aparte de tratarse de tráfico ilícito de fauna los animales pudieran haber sido usados para contrabandear ¡piedras preciosas! En fin, que GAD ninguno de los bichos portaba nada. Estancada en ese recuerdo…
Me llegó un tercer derrumbe emocional al comenzar a recibir información sobre un terrible hecho acontecido el pasado domingo 6, cuando a ojo de video (nunca entenderé la razón por la que quien grabó el hecho no detuvo la felonía a tiempo, pese a estar en compañía) quedó documentada la agresión a mansalva y presumiblemente mortal a un perro, cuyo único pecado fue tratar de saciar su hambre acercándose a un establecimiento con venta de comida. Pero ahí, en EL BUEN GUSTO (recuérdese borrarlo del mapa: San Miguel Ajusco, Tlalpan) su búsqueda por sobrevivir terminó, aunque en realidad no se alcanza a ver muerto. Sólo una escena final que me sigue revolviendo el estómago al verse al chucho arrinconado, desorientado, pero con la cabeza erguida aguantando los golpes que le propinaban, al parecer padre e hijo propietarios del changarro, y que como buenos cobardes violentadores huyeron, supongo que incluso con el cuerpo del delito, aunque segura estoy de que en la Alcaldía Tlalpan los deben tener perfectamente fichados. Sin embargo, sin el cadáver a saber si la Fiscalía correspondiente podrá proceder con todo rigor sobre esos asesinos, teniendo presente que como dijera don Alphonse de Lamartine, entre la crueldad con el ser humano y la brutalidad con los animales no hay más diferencia que la víctima.
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