Opinión

En defensa de la democracia

Desde muy temprano en su sexenio, el presidente López Obrador dejó en claro su desconfianza en las instituciones electorales. A lo largo de sus casi cuatro años de gobierno, el INE y el Tribunal Electoral han sido blancos frecuentes de sus críticas al identificarlos como parte fundamental de un complot encabezado por oscuros intereses que forman parte del conservadurismo nacional e internacional y al que también pertenecen los medios de comunicación, los partidos de oposición, la sociedad civil organizada y todos aquellos que no se identifican con el gobierno. El complot que el presidente acusa, sin embargo, solo lo ven él y sus seguidores, quienes confunden el disenso, la inconformidad, los derechos de las minorías, la crítica y las libertades, con complots y golpes blandos.

En su concepción, el presidente identifica a la democracia con ese indudable liderazgo social del que goza desde hace tiempo y que en 2018 se tradujo en un respaldo electoral de más de 30 millones de votos y que hoy coloca a Morena en las encuestas como el partido con más simpatías ciudadanas. Fuera de eso, nada es democracia, sino perversos intereses obsesionados con golpear su proyecto y evitar la transformación de la vida nacional. Si en la Francia del siglo XVII y principios del XVIII Luis XIV podía afirmar que el Estado era él, en el México del 2022, Andrés Manuel López Obrador nos deja saber que la democracia es él.

Por eso no sorprende que las líneas del discurso político que se han alentado desde Palacio Nacional y que han sido replicadas por quienes apoyan al presidente y su partido, se centran en la descalificación de algunos consejeros y magistrados electorales y de personajes del pasado, así como en señalamientos carentes de fundamento y lógica. Lo que se pretende es desacreditar un modelo electoral que ha probado ser eficaz y eficiente, confiable para la gran mayoría de la ciudadanía y con reconocimiento internacional, a partir de críticas con nombre y apellido, resabios del pasado o mentiras flagrantes, para proponer la creación de un sistema que se adapte no a una nueva realidad social, sino a las necesidades del gobierno en turno. Lo que se quiere es, en realidad, justificar mediante ataques y mentiras la desaparición del actual modelo por no ser conveniente al poder en turno.

Sin embargo, y para pesar del presidente, la democracia es mucho más que él, su gobierno, Morena o la Cuarta Transformación. Más aún, la democracia trasciende a las fobias y descalificaciones del presidente, a los partidos políticos y sus dirigentes, al INE y sus consejeros, a las elecciones y los votos e incluso a la Constitución y las leyes secundarias. La democracia es una forma de vida colectiva y la máxima aspiración de nuestra sociedad; el ejercicio de la soberanía del pueblo y el mejor mecanismo de control del poder; la máxima representación de nuestro desarrollo político y la ruta que hemos decidido trazar para encontrar la paz, el bienestar, el desarrollo, los derechos y las libertades.

En días aciagos como los que vivimos, es necesario entender una cosa: la democracia está siendo amenazada desde el poder y corresponde a la sociedad su defensa. La democracia, con sus instituciones y sus normas, no pertenecen a un gobierno, a los partidos políticos o al poder, sino a 130 millones de mexicanas y mexicanas que creemos en ella como un modelo de vida y convivencia social. La infausta intención de socavar lo que tanto nos ha costado solo podrá ser detenida por la protesta clara y contundente de una ciudadanía que ve más allá de las divisiones alentadas desde la voz presidencial. Defender al INE es defender la democracia. Defender la democracia es defender la viabilidad de nuestro país. Somos muchos quienes creemos en México y su futuro.

Cuartoscuro

Profesor de la UNAM y consultor político

Twitter: @JoaquinNarro

Correo electrónico: joaquin.narro@gmail.com

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