Opinión

Los derechos humanos

La orientación dogmática, doctrinaria y colectivista de la Nueva Escuela Mexicana es un obstáculo para que los derechos humanos consagrados en la Declaración Universal de la ONU de 1948, estén incluidos en el plan de estudios de educación básica.

A lo largo del plan de estudios, los derechos humanos sólo son mencionados como añagaza retórica y, en ningún caso, se presenta como un contenido prioritario que deba estudiarse y enseñarse de manera sistemática para formar ciudadanos aptos y críticos.

Las razones de esta exclusión son varias:

1) En primer lugar, el enfoque nativista y aldeano de la NEM es contradictorio con el enfoque cosmopolita de la Carta Universal que se elaboró sobre el noble supuesto de que todos los seres humanos nacen iguales y poseen derechos comunes. Este enunciado se cancela o anula cuando se sostiene, como lo hace la NEM, que no hay identidad universal del hombre, que la única identidad del hombre que ella reconoce es la identidad étnica o local.

Los Maestros fueron reconocidos por su trabajo para consolidar la Nueva Escuela Mexicana.

SNTE

2. La NEM no concede centralidad pedagógica al individuo y sostiene que todas las creaciones humanas son exclusivamente de origen social. El hombre-individuo no es capaz de crear nada. La Carta Universal de los Derechos Humanos, en cambio, consagra la idea de que el sujeto individual es soberano y detenta una dignidad única e intransferible.

3. En ningún caso, la política, o las posiciones políticas puede cancelar a los derechos humanos. “No se hará, dice la Carta, distinción alguna fundada en la condición política” postulado que se opone a la orientación partidaria de la NEM y al estilo de gobernar de AMLO que acostumbra atropellar los derechos humillando, degradando y calumniando a sus adversarios.

“Todos los seres humanos, dice el primer capítulo de la Carta, nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. La libertad es el principio fundamental de la Carta. Libertad de expresión, libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. Nadie puede limitar el pensamiento y la opinión de los demás y todos deben tener derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de la persona.

Esta doctrina es una doctrina humanística que niega cualquier sectarismo y parte del postulado central de que el hombre es un ser racional y moral. Predica la tolerancia. No impacta sólo la inteligencia, impacta también sobre los valores y los sentimientos.

De ahí que enseñar los derechos humanos no sea una tarea simple: se trata, primero, de desarrollar el juicio intelectual y el pensamiento crítico y, segundo, de formar el carácter moral y emocional de la persona.

La dimensión moral y emocional son tal vez las dimensiones menos atendidas en nuestra educación, aunque la educación moral debe ser una, de las dos, columnas vertebrales del plan de estudios. Repito, en el presente, con la Nueva Escuela Mexicana, la moral está totalmente abandonada, algo inexplicable tomando en cuenta el papel destacado que se otorga a la moral en el discurso del presidente AMLO.

EN la NEM la educación moral, en tanto formación individual, no existe. Es probable que los autores de este proyecto piensen que no existe una educación moral universal, sino muchas, de acuerdo con cada cultura comunitaria. En tal caso, no habría moral universal, sino morales relativas. Esta es una coartada para rehuir la formación en valores universales como la libertad, la justicia, la tolerancia, la responsabilidad, la empatía, la honradez, la honestidad, la generosidad, la solidaridad, el cuidado del medio ambiente y el respeto a la diversidad sexual y cultural

Lo que es evidente, es que la NEM no acepta los valores éticos universales. La urgencia para contar con esta herramienta nace de reconocer que nuestro país atraviesa por una grave crisis de convivencia manifiesta en hechos como la extensión de la violencia, el ascenso del autoritarismo, el atropello a los derechos humanos, los estallidos episódicos de auténtica barbarie como los linchamientos, la persistencia de la pobreza, las desigualdades sociales, las deficiencias de las instituciones públicas y la pobreza de la deliberación pública.

Todas estas circunstancias se asocian a un creciente sufrimiento y malestar en la población. México tiene un auténtico rezago moral y donde ese rezago adquiere el carácter más alarmante es entre los niños y los jóvenes. La política, bajo el influjo nefasto del populismo, se ha convertido, no en oportunidad para alcanzar la unidad, la colaboración, la negociación y los acuerdos, sino en lugar de desencuentro, polarización, intolerancia y enfrentamiento.

Con mucha frecuencia los mexicanos solemos dar la espalda a los problemas colectivos y recogernos o pertrecharnos en la privacidad de la familia. Nos distanciamos de los demás. A la vista de este fenómeno, que puede calificarse de egoísmo, a veces tenemos la impresión de que la confianza en los demás, la unidad y la solidaridad social son ilusiones perdidas. Existe entre nosotros una gran decepción respecto al consenso y respecto a los valores que nos unen como nación.

Por añadidura, domina entre nosotros una cultura marcada por el individualismo egoísta, las conductas personalistas atadas a la lógica del interés propio y despreocupada por los problemas colectivos. O bien solemos depositar nuestra lealtad total en un partido político. Esta moral estrecha siempre ha existido, pero ha logrado mayor difusión con las prácticas económicas neoliberales, los nuevos desarrollos tecnológicos en comunicación y las políticas populistas. Con este bagaje a cuestas los maestros debemos, sin embargo, esforzarnos para cambiar esta realidad y pugnar para que las nuevas generaciones asuman cada vez un mayor compromiso con los valores morales compartidos y el supremo valor social que es la democracia.La orientación dogmática, doctrinaria y colectivista de la Nueva Escuela Mexicana es un obstáculo para que los derechos humanos consagrados en la Declaración Universal de la ONU de 1948, estén incluidos en el plan de estudios de educación básica.

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A lo largo del plan de estudios, los derechos humanos sólo son mencionados como añagaza retórica y, en ningún caso, se presenta como un contenido prioritario que deba estudiarse y enseñarse de manera sistemática para formar ciudadanos aptos y críticos.

Las razones de esta exclusión son varias:

1) En primer lugar, el enfoque nativista y aldeano de la NEM es contradictorio con el enfoque cosmopolita de la Carta Universal que se elaboró sobre el noble supuesto de que todos los seres humanos nacen iguales y poseen derechos comunes. Este enunciado se cancela o anula cuando se sostiene, como lo hace la NEM, que no hay identidad universal del hombre, que la única identidad del hombre que ella reconoce es la identidad étnica o local.

2. La NEM no concede centralidad pedagógica al individuo y sostiene que todas las creaciones humanas son exclusivamente de origen social. El hombre-individuo no es capaz de crear nada. La Carta Universal de los Derechos Humanos, en cambio, consagra la idea de que el sujeto individual es soberano y detenta una dignidad única e intransferible.

3. En ningún caso, la política, o las posiciones políticas puede cancelar a los derechos humanos. “No se hará, dice la Carta, distinción alguna fundada en la condición política” postulado que se opone a la orientación partidaria de la NEM y al estilo de gobernar de AMLO que acostumbra atropellar los derechos humillando, degradando y calumniando a sus adversarios.

“Todos los seres humanos, dice el primer capítulo de la Carta, nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. La libertad es el principio fundamental de la Carta. Libertad de expresión, libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. Nadie puede limitar el pensamiento y la opinión de los demás y todos deben tener derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de la persona.

Esta doctrina es una doctrina humanística que niega cualquier sectarismo y parte del postulado central de que el hombre es un ser racional y moral. Predica la tolerancia. No impacta sólo la inteligencia, impacta también sobre los valores y los sentimientos.

De ahí que enseñar los derechos humanos no sea una tarea simple: se trata, primero, de desarrollar el juicio intelectual y el pensamiento crítico y, segundo, de formar el carácter moral y emocional de la persona.

La dimensión moral y emocional son tal vez las dimensiones menos atendidas en nuestra educación, aunque la educación moral debe ser una, de las dos, columnas vertebrales del plan de estudios. Repito, en el presente, con la Nueva Escuela Mexicana, la moral está totalmente abandonada, algo inexplicable tomando en cuenta el papel destacado que se otorga a la moral en el discurso del presidente AMLO.

EN la NEM la educación moral, en tanto formación individual, no existe. Es probable que los autores de este proyecto piensen que no existe una educación moral universal, sino muchas, de acuerdo con cada cultura comunitaria. En tal caso, no habría moral universal, sino morales relativas. Esta es una coartada para rehuir la formación en valores universales como la libertad, la justicia, la tolerancia, la responsabilidad, la empatía, la honradez, la honestidad, la generosidad, la solidaridad, el cuidado del medio ambiente y el respeto a la diversidad sexual y cultural

Lo que es evidente, es que la NEM no acepta los valores éticos universales. La urgencia para contar con esta herramienta nace de reconocer que nuestro país atraviesa por una grave crisis de convivencia manifiesta en hechos como la extensión de la violencia, el ascenso del autoritarismo, el atropello a los derechos humanos, los estallidos episódicos de auténtica barbarie como los linchamientos, la persistencia de la pobreza, las desigualdades sociales, las deficiencias de las instituciones públicas y la pobreza de la deliberación pública.

Todas estas circunstancias se asocian a un creciente sufrimiento y malestar en la población. México tiene un auténtico rezago moral y donde ese rezago adquiere el carácter más alarmante es entre los niños y los jóvenes. La política, bajo el influjo nefasto del populismo, se ha convertido, no en oportunidad para alcanzar la unidad, la colaboración, la negociación y los acuerdos, sino en lugar de desencuentro, polarización, intolerancia y enfrentamiento.

Con mucha frecuencia los mexicanos solemos dar la espalda a los problemas colectivos y recogernos o pertrecharnos en la privacidad de la familia. Nos distanciamos de los demás. A la vista de este fenómeno, que puede calificarse de egoísmo, a veces tenemos la impresión de que la confianza en los demás, la unidad y la solidaridad social son ilusiones perdidas. Existe entre nosotros una gran decepción respecto al consenso y respecto a los valores que nos unen como nación.

Por añadidura, domina entre nosotros una cultura marcada por el individualismo egoísta, las conductas personalistas atadas a la lógica del interés propio y despreocupada por los problemas colectivos. O bien solemos depositar nuestra lealtad total en un partido político. Esta moral estrecha siempre ha existido, pero ha logrado mayor difusión con las prácticas económicas neoliberales, los nuevos desarrollos tecnológicos en comunicación y las políticas populistas. Con este bagaje a cuestas los maestros debemos, sin embargo, esforzarnos para cambiar esta realidad y pugnar para que las nuevas generaciones asuman cada vez un mayor compromiso con los valores morales compartidos y el supremo valor social que es la democracia.