Opinión

Durango, alacranes y secretos

Durango es tierra de alacranes y secretos. Se dice por allá que las licitaciones del gobierno de Durango, bajo el mando de Esteban Villegas, se están haciendo al viejo estilo; o sea, con dedicatoria previa, lo que suele traer consigo moches jugosos para quienes toman la decisión.

Esteban Villegas Villarreal, gobernador de Durango

Cuartoscuro

La trampa es un clásico: obligan a las empresas participantes a presentar sus ofertas en cuestión de horas, sin darles tiempo ni siquiera para leer y analizar las bases del concurso. La empresa que al final del día resulta ganadora ya tiene, de manera milagrosa, todo listo como si alguien le hubiera filtrado las bases con tiempo de anticipación. No es raro que haya dudas sobre la transparencia del proceso. No es que sea algo nuevo, es que algunos ingenuos pensaron que las cosas cambiarían, pero no.

Si el gobernador Villegas no está enterado de las irregularidades, malo; si está enterado, pero las deja pasar, peor, porque emana un tufo de complicidad inadmisible. La oposición en la entidad ya sospecha que en casi todas las adquisiciones del gobierno del estado se han aplicado las mismas maquinaciones oscuras. Ya se prepara una batería de denuncias.

Las empresas que caen en el garlito porque actúan de buena fe se alejan de Durango. Solo quedan a la mano de las autoridades estatales aquellas con las que puede llegar a algún acuerdo previo en lo oscurito. Que las investigaciones digan la última palabra.

Glifos

Camarada Putin. Justo lo que necesitamos en este momento. Tener a Vladimir Putin entre nosotros. ¿Cómo no se nos ocurrió antes? Es uno de los líderes políticos más odiado del mundo, junto a Netanyahu, perseguido por la justicia internacional. Está en el poder en Rusia desde que arrancó el siglo XXI y no hay señales de que piense retirarse en los próximos años.

Putin es un hombre con suerte. Varios de sus más enjundiosos rivales políticos han muerto súbitamente después de alguna comida. No se crea que fueron envenenados por los servicios de inteligencia del régimen ruso, sino que se empacharon por tragones. Que en varios de ellos hayan aparecido huellas de Novichok, el agente nervioso preferido de los rusos es lo que podría considerarse una causalidad producto de la menta fantasiosa de los medios de occidente.

A Vladimir le gustan los retruécanos. Desde muy joven su anhelo fue pertenecer a la KGB, la temible agencia de inteligencia del régimen soviético. Intento varias veces que lo reclutaran, pero sin éxito. Gracias a que cuando estaba en la universidad destacó en el judo finalmente se le abrieron las puertas de la agencia. Ahí se convirtió en un costal de mañanas que pulió durante su estadía en Alemania, la parte dominada por los soviéticos claro. Sus colegas de la Stasi le enseñaron lo que le faltaba aprender y, ya maleado, quedó listo para dar el salto a los negocios y la política.

La caída del Muro de Berlín lo sorprendió en las oficinas de la KGB de esa ciudad por lo que tuvo que volver a San Petersburgo donde conoció a quienes con el tiempo se convertirían en los oligarcas rusos dominantes de nuestros días. La leyenda cuenta que puso sus conocimientos de espía al servicio de Boris Yeltsin quien lo encumbró en su primer círculo desde donde lanzó el asalto al poder de ese país colosal.

Como otras potencias imperiales Putin decidió invadir a su vecino, en este caso Ucrania. Lo hizo porque pudo. Se dice de él que es un hombre con mentalidad de espía más que de soldado, un autócrata preocupado por su legado, un dirigente aficionado al secretismo, la brutalidad y el engaño. Los que piensan mal, que casi nunca se equivocan, dicen que la invitación a Putin es una revancha contra el gobierno de Estados Unidos por la forma hostil en que manejó el caso el Mayo Zambada. Solo que sea por eso.

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