Opinión

La independencia nacional y la judicial

La independencia de los individuos, las comunidades y los pueblos es un valor político supremo y el resultado del ejercicio de las libertades, la autonomía y la soberanía. También es una condición producto de los procesos de emancipación frente a la concentración del poder o lo extraño (extranjero) que imponen un orden o modo de vida a una población. Igual es una forma de ser en la que se exige del otro respeto y tolerancia.

La independencia es un concepto multívoco y multifacético. Nunca es absoluta, pero sí se siente cuando no es suficiente para vivir con dignidad. Es una expresión del individualismo, pero también de la soberanía de los pueblos y tiene muchas manifestaciones como la entereza, la autodeterminación y el autogobierno. La condición contraria, la dependencia, atenta contra el principio de igualdad entre los seres humanos y el derecho a existir como una colectividad políticamente diferenciada.

La independencia es la existencia efectiva del respeto, la garantía, la defensa y la promoción de los derechos humanos y es una consecuencia de que los órganos del Estado actúen bajo la convicción de que su Misión (asi con mayúscula) es el bienestar y la felicidad de las personas. Un pueblo se forja como sujeto político a partir de la conciencia colectiva de que debe ser independiente para otorgarse a sí mismo su propia forma de gobierno, sus leyes y su justicia. Gana el reconocimiento del resto, cuando lo logra en libertad con igualdad.

La independencia de un pueblo exige una estructura de poder, una institucionalidad, suficientemente fuerte y permanente para oponerse a otros pueblos. El Estado y su aparato administrativo y militar son los que garantizan que las aspiraciones de libertad individual y colectiva sean una realidad histórica. La representación del Grito de Dolores en Palacio Nacional y en todas las sedes del poder civil en las entidades federativas, municipios y demarcaciones territoriales nos recuerda el inicio de la forja de una Nación y la posterior confirmación de nuestra identidad.

Este año, el 4 de octubre celebramos los 200 años de la promulgación de la Constitución Federal de 1824, que es la expresión jurídico-política de la independencia y en su artículo primero establece: “La nación mexicana es para siempre libre é independiente del gobierno español y de cualquier otra potencia” y esta se ha mantenido con varios tropiezos históricos en 1847 y 1862-1867 y se ha fortalecido con los procesos emancipatorios internos en los que se logró el Estado laico y el Estado social.

Sin embargo, uno de los grandes pendientes de nuestra historia independiente es la efectiva igualdad social, que es el sustento de una auténtica independencia de las personas, y una garantía real del derecho humano a que el poder no se concentre en una sola persona, corporación o grupo. Nos falta alcanzar el Estado democrático. Paradójicamente, la independencia de un pueblo frente a potencias extranjeras es una ficción si las personas y comunidades no ejercen efectivamente sus libertades y autonomía.

La independencia judicial es el bastión de la libertad y dignidad humana de las personas, ya que es el único freno efectivo al abuso al gobierno y a las leyes injustas. Estoy convencido que la independencia nacional sólo es auténtica en la democracia, el respeto al Estado de derecho, la división de poderes y los principios de convivencia republicana, que se basan en la tolerancia, la pluralidad política, las elecciones equitativas y la posibilidad real de alternancia en el poder. La concentración excesiva del poder cancela las libertades y en un país de personas sometidas a un poder despótico la defensa discursiva de la soberanía se convierte en un instrumento ideológico autoritario. Basta revisar lo que está ocurriendo en Cuba y Venezuela.

El domingo 15 por la noche, como todos los años, los mexicanos en las plazas públicas o en el seno de nuestras familias viviremos el Grito pensando en los héroes que nos dieron patria, los reconocidos en los anales de la historia oficial, y los millones de hombres y mujeres que han construido a lo largo de más de doscientos años y siguen construyendo el espacio de libertad, pero también reflexionaremos y debatiremos sobre la enérgica y rápida acción gubernamental para aprobar una reforma judicial que pone en riesgo la independencia de los jueces y magistrados, que evidenció el sometimiento de los poderes legislativos federal y locales a la voluntad presidencial.

Un ambiente de inquietud por Sinaloa y crispación social (reforma judicial), pero también de esperanza por el arribo de un nuevo gobierno, es el contexto en el que celebraremos nuestra Independencia. ¡Felices fiestas!

Profesor de la Universidad Panamericana

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