Opinión

La Política y la política

La política es aquello que se refiere a nuestro gobierno y de lo que todas y todos podemos opinar. Por eso, cuando alguien dice “No hay que politizar”, está pidiendo que algo se saque de la discusión pública. Claro, no todo puede decidirse mediante la discusión, hay asuntos que requieren una determinación técnica, de especialistas.

Si la política es aquello de lo que todo podemos opinar, entonces hay una Política que requiere ciertas actitudes.

La primera actitud es, justamente, la de apertura, en un doble sentido: primero, respecto a los temas que se pueden discutir, bajo una idea de maximización; segundo, en cuanto a los participantes en el diálogo. La segunda es el respeto por la otra persona; si cualquiera puede hablar, eso quiere decir que su opinión (y su razón) van a ser respetadas, pero como en un espejo, al que habla también se le exige respeto para quien le escucha.

No se puede pretender convencer mediante el insulto a quien nos atiende. Diálogo y Política parten de la igualdad, por tanto, del respeto.

La tercera actitud es la convicción. Participar en una actividad Política implica convicciones; cierto que siempre hay un espacio para negociar, pero no es menos cierto que cada participante en el diálogo público lo hace desde sus certezas; dicho de otra forma, no es válido decir, como Groucho Marx: “Estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros”.

También hay una política que parte de la idea de exclusión.

Esta otra visión reclama una limitación de los temas que se pueden discutir; mientras menos asuntos tenga la agenda pública, mejor; mientras más generales y etéreos, será ideal. Por tanto, hay una segunda exclusión respecto de quienes pueden participar en el debate; se exigen credenciales académicas, cuentas de banco mínimas, códigos postales; un sínodo de guardianes restringe la agenda pública y controlan el acceso a la discusión.

Esas credenciales pueden ser distintas. Por ejemplo, referirse a una determinada clase o grupo, o incluso afirmarse: “Sólo pueden opinar (participar, decidir) quienes piensen igual que yo”, lo que sustituye al debate por el consenso prefabricado.

La Política es abierta, la política requiere cadeneros.

Pero, sobre todo, la política niega el valor democrático más esencial: la igualdad. Tal vez el defecto de la Política sea el barullo, pero el pecado de la política es el silencio.

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