Opinión

El último deseo para Loubo

Loubo

Y ya que estoy con eso de irse al ¿otro mundo?, ahora tocó que el pasado domingo y a la edad de 88 años el hombre más completamente bello del Planeta Tierra… lo que le sigue… se marchó para siempre. Obvio es que me refiero al actor, director, interprete y todo lo demás que se quiera adjudicar al monumento francés que fue Alain Delon, de quien se podrá decir harta cosa y juzgar bajo diversos cánones, pero todo lo que haya hecho, dicho o ignorado seguramente quedó difuminado a la hora en que presentó cuentas al Creador y fue identificado como uno de los seres humanos más distinguidos por su amor y protección a los compañeros animales más desvalidos y por ello, siendo además gran compañero, complemento y apoyo de otra grande en esa materia como es Su Excelencia Brigitte Bardot, que con la fundación que lleva su nombre ha defendido a nivel mundial la seguridad, el respeto, la integridad y los derechos de los otros animales, no importando su especie. Es por ello que personalmente me duele la partida física del astro del cine francés (y no por su carrera fílmica que no me tocó más que a oídas de mi madre), ya que aunque él se dio por muerto desde que en el 2019 sufrió un derrame cerebral que lo disminuyó, nunca olvidó su deber y compromiso hacia los compañeros animales, repudiando incluso públicamente la caza. Según algo de lo tanto que han publicado a su muerte, dejó ordenado que al morir y ser enterrado en su propiedad de Douchy-Montcorbon, también hicieran partir con él a su adorado perro LOUBO, que lo acompañó fielmente hasta su último suspiro. Es una idea que nos ronda por la cabeza a muchos protectores que sabemos perfectamente lo que pasa con las criatura que dejamos huérfanas, pero GAD en el caso del “último perro” del Señor Delon, de entre los más de 50 que acogió a lo largo de su vida, no sólo media a favor del Malinoa la familia del actor... sus tres hijos... sino que de inmediato la Fundación Brigitte Bardot hizo de conocimiento público que LOBOU seguirá con vida y muy amado hasta que naturalmente termine su existencia. Eso llamo yo contar con bendiciones extras y una inmensa tranquilidad para cuando nos llega LA FECHA…

Por cierto, en este día 22 de agosto se recuerda la existencia de San Guinefort, personaje sobre el que algunos habrán escuchado y otros se preguntarán de quién se trata y por qué viene a colación. Les cuento. GUINEFORT era un lebrel que según una leyenda del siglo XII vivía en la comuna Villars-les-Dombes, Francia, al lado de un ricachón que poseía un castillo, estaba casado y tenía un hijo pequeño. Resulta que en ocasión en que el cuate invitó a su esposa de juerga dejaron al bebé al cuidado del servicio doméstico y de GUINEFORT, pero, al regresar se encontraron con que el nene no estaba, encontrando a cambio la cuna volteada, revoltijada y la ropita de cama manchada de sangre al igual que el hocico del lomito. Sin mediar reflexión y culpando al perro de la desaparición del bebito, el caballero desenfundó la espada dándole inmediato cran al perro. Tras la iracunda reacción se comenzó a escuchar el llanto del pequeño y buscando debajo de la cuna dieron cuenta de que a su lado estaba una serpiente venenosa a la que GUINEFORT había eliminado y de ahí el sangrerío. Se sintió tan mal aquel furibundo hombrecillo que ordenó enterrar con honores al canuto en sitio especial rodeado de flores. Desde entonces fue venerado por cientos de personas como si se tratara de un santo, hasta que la Iglesia Católica determinó que adorar de esa forma a un perro era una herejía. Eso no importó y la gente siguió tiempo más acudiendo a pedirle milagros, perdurando esta historia hasta 1870.

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