Cultura

La obra trata la historia verídica del perverso Conde Francesco Cenci y su hija Beatrix

Beatrix Cenci de Ginastera

Desde hace más de un siglo, algunos artistas han creado obras que reflejan la crudeza de su realidad
Ópera Beatrix Cenci de Ginastera. Una escena de la ópera Beatrix Cenci de Ginastera, que se presenta en el Palacio de Bellas Arte. (Archivo)

La ópera Beatrix Cenci de Alberto Ginastera (1916–1983) fue compuesta en 1971 y se estrenó el 10 de septiembre de ese año en la Opera House de Washington D.C., por encargo de la Opera Society de Washington. Es la tercera y última ópera de Ginastera.

La obra trata la historia verídica del perverso Conde Francesco Cenci y su hija Beatrix, quien fue violada por su padre. Posteriormente, Beatrix asesina al Conde con la ayuda de sus hermanos. Finalmente, cuando el cuerpo del Conde es descubierto, Beatrix es ejecutada en el cadalso.

La música es perturbadora, pero así debe ser: es intencional, ya que la anécdota que se nos cuenta en el escenario también lo es. Desde hace más de un siglo, algunos artistas han creado obras que reflejan la crudeza de su realidad o de la historia que desean narrar. Tan impactantes fueron algunas de estas obras que el público las rechazó inicialmente; mientras que otras, con el tiempo, fueron apreciadas y alcanzaron gran valor, incluso millonario. Esto depende, en parte, de la calidad: cuando nos cuentan algo terrible, pero con un alto nivel de maestría, el resultado se valora de manera distinta.

Ginastera demuestra ser un músico y compositor de gran talento, muy vanguardista para su época. Sin embargo, en mi opinión, a esta ópera le falta un libreto más efectivo, un guión más sólido. Debería contar con un gancho argumental (un hook, como lo llaman en Estados Unidos) al inicio y otros más a lo largo de la obra para mantener al público interesado y evitar que abandone la sala. También sería conveniente incluir momentos de belleza y serenidad, donde la vida se perciba como hermosa y los personajes experimenten cierta bendición. Esto serviría para contrastar los momentos climáticos más oscuros y terribles. Sin esos respiros, y si todo es sombrío desde el principio, el público puede caer rápidamente en el tedio y el desinterés.

Las grandes obras maestras de la ópera suelen haber pasado por varias revisiones por parte de sus autores, lo que les permitió convertirse en los clásicos que hoy conocemos. A Beatrix Cenci, en mi opinión, le faltan revisiones de ese tipo para alcanzar la categoría de obra maestra. Revisiones que, por cierto, solo el autor podría haber hecho, pero Ginastera ya no está entre nosotros.

En consecuencia, considero que es una obra fallida. Carece de melodías memorables, como muchas óperas contemporáneas, lo cual podría deberse a una consigna consciente o inconsciente de evitar la belleza melódica, considerada algo del pasado. Sin embargo, esta falta de melodías encantadoras podría ser una de las razones por las que estas obras tienen una corta vida. En contraste, la música popular no comparte esa consigna, y casi contemporáneamente a la composición de Beatrix Cenci, Freddie Mercury estaba escribiendo Love of My Life.

¿Qué buscaba lograr el autor con esta obra? Ginastera expresó que en Beatrix Cenci deseaba explorar el lado oscuro y trágico de la naturaleza humana, la violencia y la opresión. Su objetivo era transmitir a través de la música una atmósfera de tensión emocional constante, que reflejara la brutalidad y la angustia de la historia. En una entrevista, mencionó que buscaba que la música de la ópera tuviera un carácter intenso, con pasajes orquestales y vocales que resaltaran la lucha de los personajes, el sufrimiento de Beatrix y la opresión a la que estaba sometida.

En cuanto al elenco, Hildelisa Hangis estuvo estupenda como Beatrix, y Genaro Sulvarán fue soberbio como el Conde Cenci. A ratos no se le oía bien, pero eso, a mi parecer, se debe a que Ginastera no supo escribir de manera adecuada para las voces, además de que la directora de orquesta, en algunos momentos, permitía que la sonoridad de la orquesta lo cubriera, lo mismo al coro que la verdad lo hizo muy bien. Julia Cruz, la joven directora española que condujo la orquesta, hizo un trabajo formidable con una partitura muy compleja; ya la habíamos visto en El Cascanueces. Marta Eguilior llevó a cabo una buena puesta en escena, aunque hubo elementos adicionales que, aunque no venían al caso, ayudaron a hacer la obra menos tediosa. Elba Flores y Belem Rodríguez, por su parte, brillaron tanto en su canto como en su actuación, a pesar de lo difícil de la partitura.

No acabo de entender cuál es el corpus conceptual de la temporada de la Ópera de Bellas Artes. Fue audaz por parte de María Katzarava montar este título, y el balance final será determinado por la historia.

¿Es escatológica la puesta en escena? Pues cuando los obispos lanzan excrementos a los desnudos invitados en la fiesta del Conde, podría considerarse así, según mi parecer. ¿Y usted, qué opina?

En fin, así están las cosas, señores.

Y el próximo título será: La Bohème de Puccini.

Por su atención, mil gracias.