Cultura

El escritor presenta su libro “Cómo vi a la mujer desnuda cuando entraba en el bosque”(Random House 2024)

“Una de las cosas que sólo la novela nos puede decir, es nuestra relación con el destino”: Martín Solares

Con la publicación de “Cómo vi a la mujer desnuda cuando entraba en el bosque”(Random House, 2024), Martín Solares cierra la trilogía del detective Pierre Le Noir, que aborda hechos escalofriantes atestiguados por los surrealistas en el norte de Francia, en noviembre de 1927.

“Desde el principio yo vi tres picos muy marcados que me recordaban a los acantilados de Normandía y dije eso es lo que quiero hacer: una especie de cordillera muy afilada, que tienen que ser tres historias y vamos a terminar con una en lo más alto”, comenta el escritor.

Anteriormente, el autor presentó al detective a través de Catorce colmillos (2018) y Muerte en el jardín de la luna (2020).

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En conversación por la que augura ser la última publicación de este universo literario, Martín Solares explica que emprendió este camino avistando con claridad tres cumbres en el horizonte- es decir, las tres novelas que ha construido- y considera que la longitud del recorrido iniciado en 2015 - cuando renunció a su trabajo editorial para dedicarse a escribir- forma parte importante de la historia que quiere contar.

“La existencia de relatos largos, en los que el personaje cae y se levanta varias veces nos permiten recordar que ese es el destino del ser humano”, considera.

La intención del autor es que la gente pueda leer cualquiera de las tres aventuras de manera independiente, pero que si leen las tres novelas de corrido completen la etapa de la vida de Pierre Le Noir, de cuando entró en la Brigada nocturna a lo largo de tres semanas consecutivas, así como la manera en que aprendió el significado del “amor, la libertad y la poesía” a través de los ojos de los surrealistas.

-¿Por qué hacer una trilogía de novelas en una época de formatos cada vez más cortos?

“Dime quién sigue contando relatos largos y la pregunta más amplia debajo de esa es para qué necesitamos los relatos largos, fíjate que durante los últimos cinco años me he dedicado a escribir un libro de ensayos de manera paralela a estas tres novelas y con esa pregunta en mente”, responde Martín Solares.

Para él es evidente que no todo se puede decir a través del cuento, el guion cinematográfico o teatral, ni el ensayo (que pronto publicará algunos).

“Hay cosas que solo la novela puede decir, y como esa ‘cosa’ es indispensable para el ser humano, por eso seguimos escribiendo novelas y leyéndolas y contándolas”, añade. Una de esas cosas que solamente la novela nos puede decir, es nuestra relación con el destino.

“Los cuentos narran una historia muy breve, como un relámpago en la cual un personaje abre los ojos y comprende quién es y cómo se encontró y chocó con su destino, cómo está condenado a vivir un destino de manera inmediata. El cuento es un género que crea en la fatalidad”, ahonda.

En cambio, la novela le parece un género completamente ateo, “no es creyente como los cuentos; no es crédulo, es un género completamente ateo que está hecho para contar cómo un ser humano desafía el destino, es lo que cuenta una novela en cualquiera de sus vertientes, siempre va a estar descontento con un destino injusto arbitrario o que no le conviene”.

En ese sentido, para Martín Solares una de las cosas más importantes de la novela, es que muestra cómo los personajes intentan refutar ese destino y en el camino fracasan estrepitosamente, pero se vuelven a levantar.

“La forma de una novela se parece a una serie de caídas y ascensos que nunca terminan. Es el género que nos recuerda que no estamos obligados a aceptar lo que otros nos quieren imponer, es el género rebelde por excelencia y con ese espíritu escribí estas tres novelas”, manifiesta.

Desde su perspectiva, mediante las vidas que narramos en las novelas, los humanos asemejamos las fases de la Luna “en que pasamos de la oscuridad más atroz a la claridad más prístina y que una y otra vez va a ser, para siempre”.

“Por eso no tenemos que morirnos de miedo y tampoco confiar en la felicidad, porque no va a ser para siempre, es un ciclo que se repite y cambia y nos va transformando y haciendo cada vez más sabios. Eso es lo que cuenta la novela”, explica. “Nadie puede sustituir a una buena novela”.

-¿Y qué perspectiva te ha dejado este largo proceso?

“Vi una similitud importante y es que el París de 1927 se parece muchísimo al México del 2024: estamos en una sociedad en efervescencia, hay algunos que quieren renovarlo todo, cortarlo todo y empezar desde cero, y otros que se quieren aferrar a lo que ya existía. De eso nace un choque tremendo. El riesgo es que de ambos lados han surgido cargas de veneno que se vierten en la vida cotidiana, sobre todo en el lenguaje, a través de la propaganda y de la publicidad”, apunta el autor.

Martín Solares opina que es la primera vez, en los últimos 100 años de México, estamos ante un país “ultra dividido, en el cual ambos bandos se odian con mucha ferocidad y son absolutamente implacables con el otro. No hay perdón, hay excomunión constante y en eso nos parecemos al París que acaba de salir muy mal herido de la Primera Guerra Mundial”.

En la actualidad, al igual que en ese entonces, hay una necesidad de purificar el lenguaje a través de nuevos poemas, nuevas novelas, nuevas obras plásticas y películas “que nos hagan dejar de lado la carga bélica de odio y violencia soterrada dentro de las palabras envenenadas”.

“Ahora tenemos el mismo reto que París en 1927: refutar, rechazar ese lenguaje envenenado donde lo veamos y buscar uno más puro, que nos hermane y no nos separe”, enfatiza.

-En este contexto, ¿qué implica decirnos que ‘México es un país surrealista’?

“Yo creo México no es un país surrealista, cada que alguien lo dice está cediendo a la facilidad de decir que tenemos una parte irracional, que no se podrá componer nunca y estaremos siempre sumergidos en el caos y en la locura y bueno, eso no es lo que quisieron decir ni Bretón ni Dalí cuando se refirieron a México”.

De acuerdo con el escritor, ellos más bien querían resaltar la capacidad creativa e inventiva de los mexicanos y de la cultura popular, no decir que hay una parte irremediable.

“Yo creo que hay que superar esa etapa en la que se cree que todos somos unos infantes de Carrión, absolutamente irrefrenables y que no podemos detenernos ante los impulsos bestiales que sufrimos, porque si aceptamos eso la corrupción y la impunidad serían absolutamente el pan de cada día y merecemos mucho mejor que esa posibilidad”, continúa.

“Quien diga que México es un país surrealista, está cediendo ante la complacencia, ante la ignorancia y ante la brutalidad: México no es un país surrealista, es un país en efervescencia que necesita una purificación”.

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