Cultura

La escritora recupera la vida de María Azambuya en el libro Amar a tu monstruo, próximo a publicarse, y del cual adelanta en entrevista algunos detalles de su investigación sobre la compañía uruguaya El Galpón

Mariana Percovich: “El exilio no sólo es lo que vives en el momento sino lo que puede ocurrirte después”

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Actriz La actriz y directora teatral María Azambuya. (Archivo)

La compañía uruguaya El Galpón siempre se apartó de la norma. Surgió en 1949 como proyecto independiente, su vocación resultó tan incómoda que el gobierno de Juan M. Bordaberry la declaró ilegal en los años 70, a partir de entonces los actores vivieron la persecución, solicitaron exilio en México, fueron aceptados, se fortalecieron y regresaron a Montevideo para continuar su arte.

En esa historia de resistencia destaca el nombre de María Azambuya (1944-2011), actriz y directora teatral para quien el exilio representó aprendizajes con los que forjaría el teatro uruguayo contemporáneo.

“El exilio no sólo es lo que vives en el momento sino lo que puede ocurrirte después”, afirma Mariana Percovich, dramaturga que recupera la vida de Azambuya en el libro Amar a tu monstruo, próximo a publicarse y del cual adelanta en entrevista algunos detalles de su investigación.

La excepción de El Galpón fue notoria en México: llegaron 30 personas, incluidos niños, su teatro cabía en un baúl, recorrieron todo el país logrando la gestión de apoyos con la Secretaría de Educación Pública, Petróleos Mexicanos, la Universidad Nacional Autónoma de México y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Además, cada peso ganado lo ahorraban, querían regresar a su país para recuperar lo que la dictadura les había arrebatado.

“El Galpón tuvo una sala en la calle Mercedes, en el centro de Montevideo, pero la dictadura se las expropió y después la democracia se les devolvió. La agrupación conformó un teatro político. Cuando Azambuya se unió a ellos, en 1973, los espacios independientes eran el reducto de la izquierda y las autoridades no admitían centros de resistencia cultural”, narra Mariana Percovich.

Antes de ser disidente, Azambuya era una joven actriz egresada de la Escuela Municipal de Arte Dramático con pequeños roles en la Compañía Nacional donde conoció al director Rubén Yáñez, con quien tuvo un hijo.

La dramaturga Percovich explica que El Galpón siempre programó guiones de Bertolt Brecht, montó la obra -hoy icónica- Libertad, libertad y fue común que se presentara en fábricas. Al poco tiempo que Azambuya ingresó a la compañía, el gobierno apresó a algunos integrantes y a otros los persiguió. La opción para una mayoría fue el asilo en la Embajada de México en Uruguay.

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Teatro La compañía de teatro El Galpón en México. (Cortesía Mariana Percovich)

“Ella es hija de su tiempo, tomó una decisión muy arriesgada: en lugar de hacer un camino oficial, optó por el teatro político, por al arte que ya había recibido una bomba en sus instalaciones y que estaba abriendo una gran sala en la avenida principal del centro de la ciudad que los visibilizaba como colectivo”, narra la investigadora.

En Uruguay, el exilio de El Galpón y su cronología se ha estudiado bastante, añade. Sin embargo, son trabajos sin la mirada de género porque en el exilio, las mujeres eran esposas, madres, compañeras y actrices, pero no directoras. “Todo lo que esta compañía estrenó en México fue dirigido por varones, claro, era la lógica de época donde las mujeres no tenían espacio”.

Percovich comenta que de Azambuya se debe rescatar su compromiso político, el arriesgarse a la vida en exilio y su mirada hacia América Latina, cualidades que la formaron como la futura directora y pedagoga de la postdictadura.

PIONERA DE LO DIVERSO

En México, El Galpón presentó obras para infancias y se convirtió en una agrupación de actores trashumantes por eso su teatro debía caber en un baúl, tanto escenografía como vestuario, ya que el elenco salía en camionetas recorriendo todo el país para montar sus obras en plazas públicas, en patios de escuelas e incluso, en el desierto de San Luis Potosí.

“Iban a cualquier lugar, a comunidades donde estaba llegando la luz eléctrica por primera vez y donde las maestras rurales les habían enseñado a los niños dónde quedaba Uruguay. Toda esa experiencia hizo de Azambuya la primera gran directora del teatro para infancias en Uruguay”, detalla Percovich.

La actriz exiliada aprendió en México producción, gestión de espectáculos con pocos elementos y, principalmente, creación colectiva.

“Entendió que no siempre se necesita hacer una obra, no siempre hay que hacer a Chéjov, también se puede crear con los actores, crear en colectivo fue el sello en su carrera. Ella regresó a Uruguay en los 80 y dirigió primero para niños y jóvenes haciendo un teatro que no se hacía en la época, en sus montajes no había gente vestida de ratón, no, era obras de calidad y con muy buena investigación”, afirma la investigadora.

Azambuya también adelantó temas gracias a su experiencia en México, por ejemplo, trabajó el indigenismo que en su país no se abordaba, escribió textos sobre la dictadura y el silencio.

La autora platica que en Uruguay existe una marcha por los desaparecidos de la dictadura militar, se llama la Marcha del Silencio y Azambuya, años antes de que esta manifestación se creara, dio vida al montaje El silencio fue casi una virtud.

“Con esa obra ella ganó el premio de mejor directora y mejor espectáculo en 1990, versa sobre las vivencias de los jóvenes uruguayos en la dictadura, mezclado con El diario de Ana Frank. Es decir, fue muy buena detectando la temperatura social”, señala.

- ¿En México trabajaron con otras compañías?

El Galpón llegó a la embajada mexicana sin nada, todos vivían en un hotel, después consiguieron unas pequeñas salas de cine de los Salinas de Gortari que era un espacio de 50 butacas, ahí formaron un primer Galpón del exilio, empezaron a trabajar por todo México porque tenían que sobrevivir, recorrieron este país y entonces el encuentro fue con otros exiliados.

“Hicieron una coproducción con la UNAM, Artigas, general del pueblo, pero no trabajaron con otras compañías, ellos guardaron el dinero para volver, nunca pensaron quedarse en México. Se mantuvieron y sobrevivieron como grupo, crearon una manera de vivir del teatro porque en Uruguay era imposible, allá todos tenían otros trabajos y después de sus jornadas laborales, hacían obras”.

La investigadora enfatiza que en el país lograron establecer relación con diversas instituciones, lo que evidencia un trabajo de gestión.

Algunas de las obras que realizaron en México fueron: Pluto de Aristófanes (1977, dirección de Rubén Yáñez), Pedro y el capitán de Mario Benedetti (1979, dirección de Atahualpa del Cioppo), Voces de amor y lucha de varios autores (1980, dirección de César Campodónico) y Ah, la ciencia de Víctor H. Rascón (1982, dirección de César Campodónico).

El Galpón construyó experiencias inusuales. “Que una compañía entera logre sobrevivir, se haga profesional, viva del teatro, cree producciones para caminar por todo México, vuelva a su país y reabra su teatro, es excepcional”, asevera Percovich.

El 12 de octubre de 1984 esta agrupación regresó a Uruguay. El primero de marzo 1985, el entonces presidente Julio María Sanguinetti les devolvió el teatro y redactó un decreto exonerando al elenco de cualquier delito y persecución.

- ¿Hay archivo sobre el trabajo que hicieron en México?

Hay cosas filmadas, sólo fragmentos, Cuando regresaron a su país, presentaron en Montevideo los espectáculos que hicieron aquí: Artigas, general del pueblo, Pluto, Puro cuento, Voces de amor y lucha y El enfermo imaginario.

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