Cultura

Son objetos poderosos que permiten la comunicación con nuestros muertos, añade la escrtora

Los libros producen realidad y comunidades: Cristina Rivera Garza

Libros
Rivera La escritora Cristina Rivera Garza, integrante de El Colegio Nacional, coordinó la mesa “¿Libros libres?: la edición como práctica colectiva”, en celebración del Día Nacional del Libro. (Colnal)

Además de entretenernos y acercarnos a las historias, los libros crean realidades. “No vamos a un libro solo para distraernos, o conocer una historia; vamos en busca de una experiencia compartida con alguien más, quizás con el autor o la autora del libro, pero también con los otros y las otras lectoras de esa obra”, sostuvo la escritora Cristina Rivera Garza, integrante de El Colegio Nacional. Al encabezar la conferencia “¿Libros libres?: la edición como práctica colectiva”, celebrada en el Aula Mayor de la institución en el marco del Día Nacional del Libro, la colegiada hablo sobre las afinidades que se generan a partir de los libros: “Estas comunidades que se han formado a través de la lectura, de los comentarios sobre lo que leemos, de los chismes sobre la lectura, del ¿qué opinas del libro?, ¿ya leíste esto?, ¿cómo te fue con aquello?”.Para celebrar al libro, Rivera Garza convocó en la mesa a las editoras independientes Andrea García Flores, directora del sello feminista Miau Ediciones, y Marina Azahua, cofundadora de Ediciones Antílope.El libro, abundó la colegiada, “ya sea como artefacto, objeto, relación, cuerpo, o dispositivo, es algo poderoso. Tan poderoso que no sólo nos permite comunicarnos con personas que no vemos, que pueden no estar presentes en ese momento, sino que incluso nos facilita tener una relación constante, estrecha, abierta, creativa, con nuestros muertos”.“Creo que el libro es capaz de hacer todas esas cosas y más. Podría estar aquí diciéndoles una y otra vez, que todos esos clichés que se dicen sobre los libros —por algo son clichés—, tal vez sean una exageración, pero también tienen fundamento en experiencia que muchos de nosotros, los que estamos aquí celebrando, hemos compartido en algún momento”.Rivera Garza advirtió: “No soy ingenua, también soy muy consciente de que el libro, que llega a nuestras manos, el libro que leemos en nuestras pantallas es también una mercancía. Tiene un valor de uso y por eso nos acercamos a ese objeto, o cuerpo: pero también tiene un valor de cambio: un libro se presta, a veces nos lo roban de nuestros libreros, podemos regalar, pero también se vende y se compra”.Rivera Garza compartió que en su experiencia como profesora de la Universidad de Houston, donde dirige “un programa de doctorado en Escritura Creativa en español, el primero de su tipo en Estados Unidos”, impulsó la creación de una pequeña editorial independiente: Canal Press. “Nos llegó un poco de dinerito y compramos un risógrafo. No tenía mucha idea de qué hacer con el risógrafo en aquel entonces, pero por una de esas grandes casualidades de la vida, conocí la genialidad y la energía maravillosa de Andrea García, aquí presente. Ella es una editora que, en ese entonces, llevaba diez años editando y produciendo libros en Gato Negro. Viene del mundo de la edición, y trabajó también con nosotros para echar a andar nuestra pequeña editorial independiente”, explico. Andrea García Flores intervino para contar que su inicio en la edición “no tiene mucho de romántico”, ya que ocurrió cuando llegó a la Ciudad de México, tenía 21 años, y comenzó a trabajar como diseñadora editorial. “Yo pensaba que todos los libros se hacían en una editorial, en un ecosistema muy estructurado, con los correctores de estilo, por un lado, los ilustradores por otro, los de mercadotecnia en otra área… y, seguramente, así es en editoriales muy grandes. Pero tuve la fortuna de que no fuera así. Hacía libros con León Muñoz, con quien trabajé en su sala”, relató.Para Marina Azahua, el gusto por los libros comenzó en la infancia. “Creo que desde niña sabía que quería hacer algo con libros y creo que lo logré, porque ahora me dedico a hacer muchas cosas diferentes con ellos. Mas que un oficio en particular, me gusta todo lo que los libros involucran: me gusta traducirlos y escribirlos y editarlos e imprimirlos”.“A mí me gusta, de hecho, reivindicar el carácter artesanal de esta labor”, explicó. “El hecho de que no puedes simplemente estudiar para ser editor, o que, aunque estudies para serlo, en realidad no te conviertes en editor hasta que lo practicas. Sería como si uno estudiara danza solo en teórico, pero realmente uno se vuelve bailarín cuando ya está ejerciendo”. Un trabajo colectivo Un libro nunca es lo que fue inicialmente, sino que está mediado por la mano y la visión de muchas personas. En ese sentido, comentó Cristina Rivera Garza, un libro siempre es colectivo. “Un libro nunca es la primera versión del libro, hay un montón de trabajo, un montón de versiones, y en ese sentido siempre es una obra colectiva y una colaboración”.“La idea de los autores de que ‘no me mueva una coma porque yo la puse ahí’ ha sido revisitada miles de veces. A mí, en lo particular, me encanta trabajar muy de cerca con mis editoras, —son casi todas editoras últimamente— y las cosas que me hacen ver en mi texto, las sugerencias que me invitan a considerar han sido realmente importantes”.Andrea García reflexionó sobre las renuncias que un autor debe hacer con su primera creación. “Una cosa es el autor y su texto y, otra cosa es el libro. Hay una distancia que los lectores en general no conocen; me refiero al contenido, a esa idea de que lo que está en tu libro, es lo que escribiste por primera vez. En realidad, ni siquiera podemos entrar ahí; cuando ha llegado para que funcione como dispositivo, en esa mecánica”.La distancia entre el libro que propone el autor y el objeto final, añadió, es abismal. “Ese libro ya no es de ese autor; ha cambiado, ha transmutado en algo que va a sobrevivir, a separarse de él, de ese ser humano, de esas primeras intenciones. Habrá que preguntar en 20 o 30 años en qué se ha convertido tu primera novela; qué es de ella ahora”. En ese sentido, un autor que también ha sido editor y que hace libros “entiende esa renuncia, esa serie de renuncias y se vuelve menos grotesco con los editores, como que se vuelve más amigo” comentó.Marina Azahua agregó que en todo libro existe un trabajo colectivo, entre editores y autores, lo cual “termina siendo una forma de arte en sí mismo”. Detrás de cada volumen “hay una multiplicidad de personas: el editor, el corrector de estilo, el diseñador, el impresor, el personal de prensa, la persona que hace la factura, quien calcula las ventas para determinar las regalíasanuales., Es un nivel de multidisciplinariedad enorme”.Para un escritor, que también edita, como en su caso, la ganancia es significativa: “El resultado es mucho trabajo, cero pagas, pero mucha satisfacción. Si, de verdad, mucha satisfacción y no tengo ninguna duda de que ser editores nos ha vuelto mejores autores y ser autores nos ha convertido en mejores editores”.

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