De pequeña, Elisa de Gortari notaba que en las películas se destruían ciudades que siempre eran Nueva York, Los Ángeles o Tokio y se preguntaba por qué no sucedía en México, “yo quiero que destruyan mi ciudad, se ve que eso le pasa a los ricos”, pensaba.
“Escribí esta novela con la intención de destruir Veracruz, es mi mayor sueño de infancia”, explica en conversación por la reciente publicación de «Todo lo que amamos y dejamos atrás» (Alfaguara, 2024)
Aunque es originaria de la Ciudad de México, Elisa de Gortari pasó su infancia en Veracruz. En su reciente novela presenta un futuro distópico: a la Tierra le salieron anillos como los de Saturno, que impiden la electricidad, la noche como la conocemos y el brillo de la luna. La gente continúa su vida gracias a inventos decimonónicos y el rescate de conocimiento anterior a las tecnologías eléctricas.
“Yo imaginaba desde el principio una novela en que la gente del futuro analizara y se pasmara viendo cómo vivíamos nosotros, con nuestras computadoras y nuestros celulares, pensando en cómo se miraría nuestra basura y cómo sería vivir sin luz eléctrica”, introduce la autora.
En ese contexto, una periodista de la Ciudad de México llamada Grijalva y su hijastro, Indiana realizan una investigación en un pueblo llamado Tamarindo. Ahí los niños viven aquejados por una extraña enfermedad de la memoria: recuerdan las vidas que vivieron otras personas y se comportan como ellos, poseídos por historias lejanas y dolorosas.
“El problema más grande no es que recuerden cosas, sino las cosas que están recordando. Metafóricamente, eso nos pasa a nosotros y muchas veces nos vemos heridos por cosas que le ocurrieron a otras personas”, considera Elisa de Gortari sobre sus propios personajes.
LO QUE DEJAMOS ATRÁS
Además de completar la gran ilusión que tenía de destruir Veracruz, como en las películas que veía de pequeña, en esta novela la escritora teje una serie de reflexiones en torno a la memoria y la resiliencia humana.
“Me di cuenta que la memoria no solamente es necesaria para sobrevivir, no solamente es indispensable para que los animales puedan moverse e interactuar con el ambiente; la memoria también puede ser dañina, en este caso es una versión extrema de lo que es la memoria. También pensaba que es un poco como el Funes de Borges, que recuerda toda su vida con extremo detalle y eso lo paraliza”, ahonda.
Al momento de idear esta historia, en 2017, Elisa de Gortari se enfrentaba a los cambios socioculturales que acompañaron su transición de género y le parece que la situación marcó un tono “mucho más sombrío y triste del que debería haber sido”.
“Fue algo que yo no elegí. Hasta cierto punto me sorprende cuando la gente que leyó la novela me dice que el estado de ánimo que les genera es de tristeza y desasosiego, francamente me pregunto cómo ocurrió eso, porque es la manera en la que yo me sentía cuando estaba escribiendo ese libro, pero no pensé que se iba a reflejar tan dramáticamente en sus páginas”, confiesa.
Para ella, esta novela está cargada de despedidas y decepciones, pero también de mucho agradecimiento.
“A pesar de que es una novela lúgubre, yo no soy una persona lúgubre y no creo que el futuro vaya a ser así para nosotros: yo creo que el futuro puede ser mejor. Eso sí, exige que la gente tenga más esperanza que optimismo. La esperanza es un compromiso progresivo con la realidad, es honesta, es racional y en cambio el optimismo es supersticioso, es falaz, está lleno de mentiras”, expresa la escritora.
A lo largo de sus propias páginas, Elisa de Gortari pudo darse cuenta de lo mucho que admira la civilización y, aunque se siente feliz de vivir en estos tiempos, “es probable que pudiéramos ser felices incluso en los momentos más adversos”.
En cuanto a elementos de la historia que reflejan las noticias contemporáneas sobresalen las inundaciones y problemáticas de migración que parecen intensificarse cada año.
“Fue un proceso muy largo escribir la novela y hubo muchos temas que yo incluí en ella que obviamente no anticipaba que fueran a retomar relevancia. Muchas de las experiencias que están reflejadas en la novela vienen de los tiempos en que yo era reportera en Televisa y cubrí la caravana migrante -tuve que ir a Honduras, viajar a Arizona a cubrir cosas relacionadas- y también dediqué algún tiempo a cuestiones climáticas”, relata al respecto.
Sin embargo, la escritora subraya que en ningún momento fue su pretensión hacer un libro sobre migrantes o que explotara las historias que conoció en ese entonces.
“En cambio, me pareció muy natural que terminarán insertas en una novela de ciencia ficción, tal vez porque yo no consideraba que se iban a retroceder esos temas tan rápidamente”, apunta.
Ahora que ganó Trump, “el tema que puso sobre la mesa fueron los migrantes, con un desprecio muy semejante que expresan algunos de los personajes de esta novela en contra de los migrantes del futuro, que van a migrar por cuestiones climáticas”, continúa.
“Con las inundaciones, lo que noto es que varias ciudades de las costas mexicanas -particularmente en el sureste- no van a ser habitables dentro de 100 años, en gran medida por estas inundaciones constantes y no es algo que yo me hubiese inventado; había consultado en artículos científicos en investigaciones académicas… sin embargo, a mí sí me ha tomado por sorpresa lo rápido que se ha reproducido el fenómeno, especialmente en el caso de Acapulco y del sureste de Veracruz en el que tal vez varias comunidades vayan a tener que migrar y buscar un nuevo hogar”.
¿Por qué vernos desde la ciencia ficción?
“Lo que más me atrae de la ciencia ficción es que sirve para celebrar lo que somos. A mí me gusta celebrar la imaginación de los seres humanos, saber historia, de cómo las personas rebasan sus circunstancias y limitaciones a través del conocimiento. La ciencia ficción me ha dado una manera y perspectiva para entender y celebrar lo que somos como especie y que hemos sido desde antes, como especie, porque el fuego se inventó antes de que fuéramos seres humanos”, opina.
“Antes que nada, creo que esta novela puede disfrutarse. Si la gente extrae un mensaje o una reflexión importante al respecto, yo lo voy a celebrar mucho y lo voy a agradecer, pero lo que más me gustaría es que la gente tomara este libro y lo disfrutaran en el metro o en el camión durante las tres, cuatro o cinco horas que les tome”, invita
CAMINO LITERARIO
“Mi editor siempre me regaña de que yo ya no digo que soy poeta”, es una de las primeras cosas que Elisa de Gortari comenta sobre el tono poético de su narrativa.
Aunque inició dándose a conocer como poeta, hace varios años que la escritora ya no publica sus poemas -que sí sigue escribiendo- “porque la gente ya no me invita a publicarlos y no ando presionando a los editores para que lo hagan tampoco”.
“En 2022 me reeditaron un libro en Chile, publicado originalmente en México en 2015, Código Konami, pero también tiene que ver que con Chile tengo una relación más larga( allá publiqué mi primera novela, en 2015)... pero si un editor me propusiera publicar poemas, yo lo haría encantada, pese a que me siento, en este momento, más identificada con mis novelas”, agrega.
Actualmente, además hacer la promoción de «Todo lo que amamos y dejamos atrás» (Alfaguara, 2024), Elisa de Gortari acaba de terminar una nueva novela, que dejará descansar, “porque es es bueno que los libros descansen antes de publicarlos, pero creo que me ha gustado el resultado”.