“Los rituales funerarios son necesarios porque hoy afrontamos sociedades que incentivan la competitividad, la soledad, los seres intercambiables y fomentan el que no puedas velar a tu ser querido, no sé cuánto tiempo de permiso laboral tienen en México, pero en España es muy poco, tienes que volver al trabajo enseguida”, señala en entrevista la filósofa Ana Carrasco-Conde.
La autora del reciente libro “La muerte en común. Sobre la dimensión intersubjetiva del morir”, editado por Galaxia Gutenberg y ganador del II Premio de Ensayo Eugenio Trías, conversó con este diario sobre el peso de la muerte a nivel individual y social.
“En las grandes ciudades ya no se hacen los rituales funerarios donde se lleva música y se vela el cuerpo, pero en algunos pueblos siguen existiendo, aunque cada vez menos. En España, hasta hace 40 años había rituales de velatorio, había rituales comunitarios, el libro Cinco horas con Mario de Miguel Delibes lo describe muy bien, pero estamos en sociedades que consideran que esos elementos de duelo no son productivos”, indica.
Carrasco-Conde menciona que hoy existe una profesionalización con los establecimientos de servicios funerarios.
“En España, los velatorios cierran por la noche y regresan al siguiente día, a las 10 de la mañana. Este es el nivel del momento sociocultural y económico que estamos viviendo, todo muy acelerado, pero es relativamente reciente y están desapareciendo los rituales que son importantísimos por varios motivos”, afirma.
Una de esas razones es que con el ritual dices adiós al difunto y lo recolocas dentro de la familia.
“Eso es algo que aparecía en los mitos antiguos que estuve revisando y leyendo, en los mitos mesopotámicos, romanos y griegos donde se considera que la persona que ha muerto sigue formando parte de la familia, pero en este turbo capitalismo, cada vez entendemos que el muerto está muerto, pasan dos días de duelo y al día siguiente debes de trabajar”, señala.
Otro motivo sobre la importancia de los rituales funerarios es que son performativos, añade la filósofa española.
“Eso quiere decir que el ritual a ti te cambia porque los seres humanos somos seres de procesos, diré un ejemplo muy malo: cuando quieres estudiar algo, no sólo lees en dos minutos un libro y ya lo sabes todo, no, empiezas a leerlo, tomas apuntes y haces resúmenes...con los rituales pasa lo mismo: aquello que tú haces, te va cambiando, te va preparando”, comenta.
En el libro, la escritora detalla cómo en el mundo griego se preparaba el cuerpo del fallecido, se lavaba y se cuidaba con ritos invertidos o paralelos a los del nacimiento (velarlo los nueve días). En palabras de la filósofa, eran procesos bien marcados no tanto por una tradición que se repite, sino porque ese hacer transforma.
“Anne Carson toma el poema de Catulo, entre otras cosas, porque tiene muy en cuenta que aquellos ritos funerarios tienen que ver con depositar ciertas ofrendas en el lugar donde está depositado el hermano, con ciertos cantos, con ciertas lágrimas. El ritual también es para recolocar al difunto en ti de otra manera y para que la comunidad pueda ofrecer un lugar de cuenco, de cobijo, para que aquellas personas cercanas puedan transformarse, puedan decir adiós y no se llenen de vacío”, destaca.
DESPEDIR PARA NO VENGARSE
La autora comenta que a la persona muerta siempre se le echará de menos, pero con los rituales funerarios uno se recoloca de manera distinta e intenta ver las cosas buenas que dejó el ser que ha fallecido.
“No hay que confundir la pérdida con lo perdido, es decir, no hay que confundir el momento más duro de la pérdida de alguien con todo lo que esa persona te ha ofrecido”, indica.
Carrasco-Conde resalta que gracias a los funerales hechos de manera pública y que implican cantos y música, se permite que una comunidad continúe en la justicia y no en la venganza.
“Cuando hablamos de la Guerra Civil es mirar la cantidad de resentimiento que hay en España, de la polarización que tenemos, porque el franquismo no ha sido superado porque muchísimos cuerpos no han sido enterrados, y aquí en México el tema del narco que es terrible. En ambos funciona la idea de qué tan importante es dar el último cuidado a la persona que quieres porque sino la sociedad se descompone”, señala.
La filósofa entra en detalles: una familia es la relación que se establece entre los individuos, una comunidad es la relación entre familias y una sociedad es la relación entre comunidades.
“No es una suma, es algo cualitativo y esto quiere decir que si una familia y una persona no ha podido hacer bien el duelo, está lleno de dolor, pérdida y vacío, eso necesariamente tiene un eco en el funcionamiento de la comunidad”, explica.
Comunidades y sociedades con altas tasas de depresión, llenas del sentimiento de que nada merece la pena, de que no hay futuro, de insignificancia, son temas candentes, agrega.
“Tiene que ver con la forma en que nos hemos dejado solos unos a otros para afrontar las dificultades de la vida porque es algo que nadie enseña, pero es así, la vida cuesta, hay que aprender a vivir y a morir, del mismo modo que hay que aprender a amar, el amor no es un sentimiento ni pasión, el amor es una actividad de responsabilidad, cuidado, distancia y respeto”, finaliza.