A los treinta y tres años, un joven Stephen King, ya con cuatro libros exitosos a cuestas (“Carrie”, “Salem’s Lot”, “El Resplandor” y “Apocalipsis”) recibió la invitación de escribir un ensayo sobre la historia del terror en la cultura pop: lo mismo en el cine, que en la radio, en la televisión que en las letras de la Unión Americana, por una “provocación”, más que una invitación, de su amigo y editor, Bill Thompson, tras una noche de cervezas y jugadas de beisbol en el final del otoño de 1978, un mes antes de iniciar unas clases en la Universidad de Maine donde hablaría de la creación literaria.
Este es el punto de partida con el que “inventor” literario del aterrador payaso It, decide introducirnos en su faceta menos conocida y, quizás, más divertida y didáctica en su “Danza Macabra”, el único libro de reflexiones sobre el origen y, si es que acaso lo tiene, el sentido último del horror en el divertimento de finales del siglo XX y la psique post-Vietnam del público al que se dirige, con mucha dosis de humor, en un ensayo que se convirtió en un clásico instantáneo en 1980, fecha de su publicación original, pero evasivo en su lectura, pues este libro ha tenido muy pocas reediciones en su idioma original.
“Danza Macabra” apareció, por primera vez, en el idioma de Cervantes hasta el 2020, en la editorial madrileña Valdemar, especializada en libros de ficción tenebrosa y fantasía oscura, que, en el fragor de la pandemia, adquirió los derechos de esta clase magistral literaria sobre tópicos tan interesantes sobre cuáles son los monstruos primordiales como La Cosa Sin Nombre, El Vampiro y el Hombre Lobo, además de El Fantasma, que dan origen a todos los seres aterradores que plagan el cine de miedo en la actualidad –la actualidad de King, que eran los últimos dos años de la década de los 70–, mezclado con anécdotas biográficas del propio creador de títulos como “Misery” o “Ojos de Fuego”, que narra cómo lo llegó a deslumbrar, a sus 12 años, las narraciones de Howard Phillips Lovecraft que encontró, en ediciones de bolsillo, en el desván de la hermana de su madre, su tía Ethelynn, al grado de querer dedicar su vida a construir el miedo en la mente de los que leyeran sus narraciones.
Es así que es este voluminoso ensayo no sólo será una delicia para los rendidos admiradores del autor nacido en Portland, Maine, en 1947; sino un feliz descubrimiento para quienes se quejan, quizás con razón, que hay pocos ensayos cimentados sobre los fundamentos del terror y su importancia para la cultura del último siglo: sólo basta echar un ojo a la cartelera de las plataformas de streaming o las desvencijadas salas de los Cinépolis para ver que, semana a semana, un nuevo “miedo” cinematográfico empuja a los espectadores a comprar un boleto.
Stephen King, tras la lectura de “Danza Macabra”, les dará pistas para darle a su placer culposo una cierta pátina de divertida teoría para que desmenucen la película con aires “culturosos”.
Y sarcásticos, el gran sello narrativo de King en este libro.
Para Saber
“Danza Macabra”
Stephen King
Valdemar, 2020
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