Cultura

Es el eje de la reciente novela del Premio Crónica y de la cual dice: Busco traer al presente ese pasado cercano que llevamos dentro y que “eran tiempos marcados por las campanas de las parroquias”

Tenemos un pasado provincial que nos habita: Carlos Martínez Assad

Novela.
Autor El escritor Carlos Martínez Assad. (page/Archivo)

“El cielo prometido y el infierno tan temido” es el reencuentro con ese pasado provincial que muchos mexicanos cohabitan con su presente y donde hay un sistema de educación, religiosidad, tradiciones y miedos que les marca la ruta de vida.

Es el eje de la reciente novela del Premio Crónica, Carlos Martínez Assad, de la cual dice: Busco traer al presente ese pasado, no tan distante, que llevamos dentro muchos mexicanos que vivimos en las ciudades y que “eran tiempos marcados por las campanas de las parroquias y todos sus preceptos, pero había lectura, poesía, pintura, el arte con su poder transformador

“¿Este libro nos remite a ese pasado que aún tenemos en el imaginario popular la mayoría de los mexicanos?

Esta novela es ciertamente una mirada al pasado inmediato del país y la búsqueda de la comprensión de un sistema de educación, no solamente religioso, sino el que los padres consideraban era el mejor para sus hijos. Y con esto, es dar una vuelta a la provincia, a esa provincia de la que habla López Velarde, donde acontecen muchas historias que podríamos decir que la literatura contemporánea dejó de lado, ahora que está tan involucrada con el presente y drástico por la delincuencia, el narcotráfico y los asesinatos.

Pero la novela también es la visita a un México distinto, con sus problemas de otra índole y un territorio poco visitado en la actualidad por la literatura; sin embargo, con grandes referentes que lo narraron como Juan Rulfo con “Pedro Páramo» y Juan José Arreola con su “Confabulario” y “La Feria.

Ahora es importante decir que el actual México está siendo el más narrado por sus terribles circunstancias. Así, consideramos a la provincia solamente como un referente del pasado, pero es tan variado en muchos aspectos que hay que traerlo al presente. Uno de estos temas es la educación de la actualidad, la cual no ha expresado cabalmente ese laicismo que se propuso y sería bueno, como se menciona ya en Francia, que debería haber historia de las religiones. Con esto, los estudiantes van a conocer las religiones y sus características como el hecho cultural que es y esta novela está relacionada con esa idea: que la gente, los jóvenes en particular, cuando vean un monasterio agustino o un templo franciscano, tengan idea de todo lo que representa esto en la historia de México.

Novela.
Carlos. Carlos Martínez Assad y las presentaciones de sus libros en la FIL de Guadalajara. (Archivo)

¿La historia narra esa cosmovisión que tenían las familias del Bajío en la década de los años 50 del siglo pasado?

Sí y en la novela me importaba ficcionar esa realidad que se vivía en esos años a través de insertarme en la sociedad del niño, quien tiene un proceso de aprendizaje y de repente vive esa disyuntiva: el cielo prometido o el infierno tan temido.

Es decir, esta dicotomía en la que transcurre esa educación y va llevando al niño también a una cierta madurez, pero comienza sin que pueda distinguir la diferencia entre una película en el cine y su realidad, o que pueda darse cuenta que un sismo puede provocar daños por causa naturales, pero en la imaginaría de su entorno religioso lo ve como la cercanía en el fin del mundo.

Estos preceptos religiosos que rigen la vida de ese tiempo, están presentes a lo largo de la novela con pasajes que a veces son divertidos y otros son un aprendizaje del dolor. Un sentimiento que llega a ser tan desconcertante para el personaje y cómo incide en su vida.

Además, es la familia el lugar de protección y también el sitio donde encuentra el refugio de manera contradictoria: tiene la seguridad de la madre y padre, pero conoce la información sobre los preceptos exagerados de que asistir a ciertas casas o ver ciertas películas es pecaminoso. Es decir: asistir a un baile nos es bueno en Sanpancho Sanaguato.

Son los tiempos marcados por las campanas de la parroquia, por las festividades religiosas que se vinculan a los juegos pirotécnicos, a los truenos de los cohetes, éstos que siempre dicen las autoridades que se va a acabar.

Y también son tiempos marcados por esa educación donde se leían historietas de vidas ejemplares, de conocer lo que hay en el mundo con otros comics y su encuentro con la “Divina Comedia”, de Dante, que va a incrementar sus temores y dudas sobre lo que le depara el mundo. Desde luego, esto lo vinculó con la presencia de sacerdotes que están narrándoles historias y les proveen de conocimientos. Porque ellos, en esta historia, tienen el afán de ofrecer conocimiento, es decir, impulsar el conocimiento en cualquier área, que por supuesto está muy atravesada por el mundo religioso, pero a partir de esto, el niño puede convivir con la obra pictórica de José Hermenegildo de la Luz Bustos, mucho antes de que lo descubra la crítica artística en México.

¿Y está el arte?

El niño convive entre las pinturas de Bustos, con todo el impacto que eso pueda causarle, porque Hermenegildo pintaba rostros sensacionales, retratos que ahora vemos maravillosos, pero era drástico saber que a veces pintaba a una persona muerta como si estuviera viva, a petición seguramente de la familia, como luego se supo.

Con estos encuentros, el personaje va recorriendo este pequeño trayecto de vida y que cierra con esta experiencia tan drástica: se da cuenta que hay una casa de ejercicios espirituales que es la casa de la flagelación, del llanto, del martirio, de todo este castigo que se inflige al cuerpo precisamente para alcanzar ese cielo prometido a través de una redención.

¿La historia del personaje relata el extravío en la vida por lo que se cree bueno y lo malo?

Esa es una de las constantes de la novela. Es lo que se vivía en provincia y se refleja en las escenas de besos que daban en las películas y eran prohibidas para niños. El personaje no entendía cabalmente todo eso y, en cambio, le generaba gran zozobra ver que Libertad Lamarque, en una película, perdía a su hijo por irse al teatro contra todas las recomendaciones de que no era noche para salir a divertirse.

Entonces, el niño se queda aterrado de que eso pueda suceder con sus padres con el hecho de que salgan a bailar, a divertirse y se pierdan. Esto le hace sufrir bastante tiempo y neutraliza los momentos felices por esas carga de preceptos religiosos exagerada. Era como si la felicidad fuera algo vedado, algo a lo que no se tiene posibilidades y cuando se logra, puede ser motivo de una condena, de condena eterna.

Ese es el universo de un niño que entra a la escuela primaria a los seis años y cuando culmina el relato, a sus 12 años, aparece el terremoto del 57. No ha pasado mucho tiempo en su existencia que lo enfrenta a la disyuntiva del cielo o el infierno.

La novela se presenta el 2 de diciembre a las 17:00 horas en la FIL de Guadalajara. Stand 20, Pabellón Guanajuat

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