El Colegio Nacional anuncia la publicación de Arqueología mexicana. Sus orígenes y proyecciones (El Colegio Nacional, 2024), obra de los arqueólogos y colegiados Eduardo Matos Moctezuma y Leonardo López Luján. Este libro ofrece una amplia visión sobre el desarrollo y futuro de la disciplina, consolidándose como un referente imprescindible para estudiosos y entusiastas del tema. La obra está disponible para su adquisición en la librería de El Colegio Nacional, (Donceles 104, Centro Histórico, CDMX). Para celebrar esta publicación, presentamos algunos pasajes destacados de la obra.
ADVERTENCIA
Eduardo Matos Moctezuma y Leonardo López Luján
La mayúscula relevancia que tiene actualmente en nuestro país la arqueología [...] se debe en buena medida a una larga y vigorosa tradición que hunde sus raíces en los siglos XVII y XVIII. Tanto el inicio como el prolongado recorrido de nuestra disciplina son ricos en lugares, personajes, relaciones y acontecimientos que [...] inciden en nuestro presente y en la particular forma en que abordamos, a través de sus vestigios materiales, el estudio de las sociedades que nos precedieron. Hoy invitamos a los lectores a remontarnos juntos a ese periodo en que la arqueología mexicana daba sus primeros pasos, a realizar un viaje a ciudades desiertas que servían de mudo escenario a exploradores deslumbrados por las civilizaciones extintas, a identificar círculos de anticuarios y coleccionistas que encontraban en sus tertulias un enorme placer al explicar los tiempos idos… Se trata de un momento seminal en el que nos podemos reconocer a nosotros mismos. Viene a cuento una aclaración acerca del contenido de esta obra. Cinco de los siete capítulos que la componen formaron parte de [...] La arqueología ilustrada americana. La universalidad de una disciplina. Este texto fue coordinado por Jorge Maier Allende y Leonardo López Luján, y publicado en Sevilla, España, gracias a la generosidad de Fernando Quiles García [...].Ahora bien, ¿cuál fue la intención de reunir aquí los cinco capítulos extraídos de su matriz original? Nos llevó a ello resaltar aspectos relacionados directamente con la arqueología y la historia de México. El título es claro al respecto: Arqueología mexicana. Sus orígenes y proyecciones. Tres de los capítulos son de la autoría de Eduardo Matos Moctezuma; otros dos lo son de la pluma de Leonardo López Luján [...].
Señalemos finalmente que el orden de nuestros nombres no obedece a méritos, reconocimientos, número de libros publicados y, mucho menos, a razones de edad. Todo se resolvió por medio de un democrático “volado” con una devaluada moneda de diez pesos. Leonardo la lanzó al aire y Eduardo optó por el águila… y ganó. Así de sencillo. Una vez más, la doble cara de la moneda estaba en juego. Eso fue todo. Demos vuelta a la página y transitemos pues por los orígenes de nuestra arqueología…
EL RETORNO DE LOS DIOSES. LA COATLICUE Y LA PIEDRA DEL SOL
Eduardo Matos Moctezuma
Con ocasión, pues de haberse mandado por el gobierno que se igualase y empedrase la Plaza mayor, y que se hiciesen tarjeas para conducir las aguas por canales subterráneos; estando excavando para este fin el mes de agosto del año inmediato de 1790, se encontró, á muy corta distancia de la superficie de la tierra, una estatua curiosamente labrada en una piedra de extraña magnitud, que representa uno de los ídolos que adoraban los indios en tiempo de su gentilidad. Pocos meses habían pasado cuando se halló la otra piedra, mucho mayor que la antecedente, á corta distancia de ella, y tan poco profunda, que casi tocaba la superficie de la tierra[...] pero en la parte de abajo que asentaba [...], se descubrían varias labores. Sacadas ambas, se condujo la primera á la real universidad, y la segunda se mantuvo algún tiempo en el mismo lugar donde se halló.
Las anteriores palabras se deben a don Antonio de León y Gama, sabio novohispano nacido en la Ciudad de México. Como buen ilustrado, incursionó en varias disciplinas, entre las que estaban la geometría, las matemáticas y, de manera destacada, la astronomía. [...] A raíz de los hallazgos mencionados, decidió estudiar y escribir acerca de los monumentos a que hace referencia, para lo cual se dio a la tarea de aprender la lengua náhuatl.
De su interés por profundizar en el contenido de las esculturas encontradas y como resultado de sus pesquisas nos dejó un libro de gran valor [...]: Descripción histórica y cronológica de las dos piedras que con ocasión del nuevo empedrado que se está formando en la plaza principal de México, se hallaron en ella el año de 1790.
Las obras emprendidas en la Plaza Mayor fueron ordenadas por el virrey don Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla y Horcasitas, segundo conde de Revillagigedo. [...] Algunos estudiosos no lo consideran entre los mejores —sino el mejor— de los virreyes de la Nueva España, la que gobernó entre 1789 y 1794. En tan poco tiempo logró hacer una serie de mejoras en la capital [como] mandar a emparejar la Plaza Principal y hacer atarjeas, lo que condujo al hallazgo de varios monumentos de la antigüedad, entre los que destacaban las “dos piedras”, como las llamó el sabio. Se refería, desde luego, a la Coatlicue y a la Piedra del Sol.
Antes de continuar, debemos atender la presencia de un singular personaje que escribió acerca de los hallazgos mencionados. Me refiero al alabardero José Gómez, quien prestaba sus servicios como guardia en el palacio virreinal y a quien se debe un Diario y unos Cuadernos en los que dio constancia de lo que consideraba relevante del mandato del virrey Revillagigedo, por quien profesaba una enorme admiración. [...] ¿Por qué los escritos mencionados son importantes para la arqueología? [Porque] a diferencia de don Antonio, sabio e ilustrado[...], el alabardero utiliza un lenguaje popular y señala con llaneza sus apreciaciones.
El día 4 de septiembre de 1790 en México, en la plaza principal, enfrente del rial palacio, abriendo unos cimientos sacaron un ídolo de la gentilidad, cuya figura era una piedra muy labrada con una calavera en las espaldas, y por delante otra calavera con cuatro manos [y] figuras en el resto del cuerpo pero sin pies ni cabeza y fue siendo virrey el conde de Revillagigedo.
Dejemos a un lado lo concerniente a los traslados de la pieza que finalmente es colocada en un rincón del patio del recinto universitario. Allí permanecerá por algún tiempo hasta que ocurre un hecho inusitado del que nos da noticia don Benito María de Moxó y Francolí, obispo catalán, en su carta de 1805. Rezan así sus palabras:La estatua se colocó […] en uno de los ángulos del espacioso patio de la Universidad, en donde permaneció en pie por algún tiempo, pero al fin fue preciso sepultarla otra vez […], por un motivo que nadie había previsto. Los indios, que miran con tan estúpida indiferencia todos los monumentos de las artes europeas, acudían con inquieta curiosidad a contemplar su famosa estatua. Se creyó al principio que no se movían en esto por otro incentivo que por el amor nacional [...] Sin embargo, se sospechó luego, que en sus recuentes visitas había algún secreto motivo de religión. Fue pues indispensable prohibirles absolutamente la entrada; pero su fanático entusiasmo y su increíble astucia burlaron del todo esta providencia. Espiaban los momentos en que el patio estaba sin gente[...] entonces, [...] iban apresuradamente a adorar a su Diosa Teoyaomiqui. Mil veces, volviendo los vedeles de fuera de casa y atravesando el patio para ir á sus viviendas, sorprendieron a los indios, unos puestos de rodillas, otros postrados […] delante de aquella estatua, y teniendo en las manos velas encendidas o algunas de las varias ofrendas que sus mayores acostumbraban presentar a sus ídolos. Y que este hecho […], obligó a tomar, como hemos dicho, la resolución de meter nuevamente dentro del suelo la expresada estatua.