“La Trampa” relata cómo el narcotráfico y la violencia perpetrada durante los años 70 del siglo pasado robó la mayor riqueza de los pobladores de la sierra de Oaxaca: esa riqueza de vivir en paz, de poder sembrar sus tierras, de tener una educación, acceso a la salud con el arribo de médicos, de libertad y libre tránsito…, dice Edgardo Aragón, artista y creador de esta video instalación que se exhibe en el Museo de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM.
Se trata de una muestra, explica en entrevista el creador, de videos en tres canales y en una sola pieza. “Se divide en tres partes y la primera es un documental sobre el lugar, la segunda es un performance que hace un avión simulando aterrizajes clandestinos como esos de los años 70s en ese lugar, y la tercera parte es el redescubrimiento de un corrido que narra una última batalla entre narcos y policías y que estuvo perdido durante 40 años”.
Por esto, añade, lo que vemos en la instalación, añade Edgardo Aragón, es una especie de documental de cómo en esta zona de Oaxaca se utilizaban las montañas para poder aterrizar aviones y cargarlos de mariguana y tomaran rumbo a los Estados Unidos. “Y justamente el corrido narra es la última vez que intentan cargar las avionetas y no lo logran porque el ejército se enfrentó con ellos y terminan destruyendo las cargas”.
¿En ese sentido, la muestra también describe las referencias a la cultura, a las tradiciones de Oaxaca, a la forma de vida, a la pobreza, a todo este ninguneo y olvido que se han tenido los pueblos originarios?
Creo que Oaxaca es uno de los estados más pobres del país. Y en una parte del documental habla justamente de que es un lugar inhóspito, de difícil acceso, con alta marginación y donde las condiciones de vida siguen siendo prácticamente las mismas desde los años 70 hasta hoy que casi llegamos al 2025.
Porque es claro que hubo poco cambio en la sociedad y si hablamos de riqueza, no hay para la mayoría, pero esa mayoría lo único que tiene es la supervivencia como rutina diaria.
De hecho, me atrevería a decir que les han robado la riqueza. Y no estoy hablando de los bienes materiales o de lo económico, sino de su riqueza, de vivir en paz, de poder sembrar sus tierras, de tener una educación, de tener cuando menos la llegada del médico cada mes, es decir, acceso a la salud.
Y no sólo les han robado la paz y su tranquilidad, sino que los han obligado a convertir su cultura en un circo, como sucede hoy en Oaxaca. Por eso, esa supervivencia de la que hablo está en el uso de la cocina, el mezcal o las tradiciones para mostrarlas a los visitantes, es la forma de rentar la cultura, de prostituirla, la están transforman a los gustos de los visitantes, se las hacen más digerible que éstos no se vayan a enojar.
Pero no solo se trata de la riqueza cultual y material, sino también está el hecho de que en esa zona estuvo el Ejército 40 años para tratar de controlar el tráfico de drogas y los sembradíos. Eso trajo, naturalmente, mucha violencia entre los mismos productores y, por ende, una transformación de las comunidades.
En este contexto, también se añadieron las concesiones mineras. Toda esta región donde sucede “La Trampa” hoy en día está ocupada por la minería.
Todo esto generó que la cultura de los pueblos originarios esté en proceso de extinción. Es algo triste, porque Oaxaca es uno de los epicentros culturales originarios del país más importantes.
Solo basta caminar por el Centro Histórico y es ver la tristeza. Hay muchas cosas que nada tienen que ver con las tradiciones.
¿Es un cambio muy drástico?
Sí, parece que tuviéramos un decorado de Hollywood. Oaxaca cada vez se parece más a San Miguel de Allende, en Guanajuato. Se está convirtiendo en la idea del Pueblo Mágico de una sola cosa. En lugar de ofrecerle su verdadera cultura a la gente que viene y sean ellos los que se adecuen a tu cultura, esto sería lo normal, la cultura oaxaqueña debe amoldarse a los visitantes. Triste, porque estamos terminando con toda una tradición que lamentablemente pocos recordarán.
Y entonces nos preguntamos, dónde queda toda esa lucha que hizo el maestro Francisco Toledo para evitar que se pusieran ahí los Burger King o los McDonald’s.
Ahora vemos que no sólo perdemos la cultura y tradiciones, sino hasta sus defensores de nuestras tradiciones y cultura. Y esto pasa porque no se da otra posibilidad a la gente pobre, a la gente morena, a la gente con orígenes indígenas, para dedicarse a algo más. No se nos dice: ustedes pueden generar tecnología, compañías, pueden exportar sus productos, pueden generar empresas agroalimentarias o cualquier otra cosa.
No, se nos dice: ustedes van a ir a Estados Unidos, van a trabajar allá, van a mandar dinero, se van a dedicar al sicariato o al narco, o van a ser la servidumbre de la gente que visita Oaxaca, o lo empresarios que ponen empresas grandes de turismo como Airbnb, hoteles y a esos pobres les dicen: “Ustedes están destinados a la servidumbre”.
EXPLOTACIÓN
Edgardo Aragón cuenta que esta forma de explotación capitalista contemporánea tiene que ver justamente con seguir relegando socialmente a la gente que habita Oaxaca u otros estados pobres. No se les da un valor que no sea más allá de utilizar nuestra fuerza física para poder complacerlos a ellos.
¿Pasemos a la realidad del arte como salvador?
La realidad es que nos ven como una curiosidad. Sí, somos una sobreexotización de lo que ya era exótico para poder placer al visitante y ver cosas raras.
¿La muestra en el MUC hasta cuándo está y que habrá más?
Va a estar hasta abril del 2025.
¿En cuánto al corrido, cómo fue que lo recuperaron?
“La Trampa” es un corrido que rescaté o que encontré y fue justamente como la raíz que utilicé para llevar a cabo el proyecto de corridos que estoy haciendo en este momento.
Lo escribió uno de los que participaron en el último enfrentamiento con el Ejército. Era músico y, pues, como no había otra cosa que hacer, se dedicaban también a trabajar en la música.
¿Él era de los campesinos que sembraban mariguana?
Creo que él cargaba nada más y lo invitaron simplemente porque tenía coche. Esa fue su razón por la que entró a trabajar con el narco. Entonces tenía coche, vivía en Ciudad de México, trabajaba allí y visitaba el pueblo de vez en cuando.
Y mucho tiempo después, escribió el corrido, lo grabó en un casete y éste estuvo guardado durante muchos años. Había un rumor de que el corrido existía, pero no lo conocían muchos. Y un tío mío, que es músico, lo localizó, y me lo mostró.
Mi tío me contó que el casete estaba en la casa del señor que compuso el corrido. Lo tenía su última viuda.
Después de esto, pudimos escuchar finalmente el corrido y la idea era que volviera a tocarse dentro de la comunidad. Entonces, los músicos se lo aprendieron para poderlo tocarlo en vivo.