Mariano Azuela nació el 1 de enero de 1873 en Lagos de Moreno, Jalisco, una pintoresca ciudad colonial rodeada de un entorno rural que, años después, influiría profundamente en su obra literaria. Azuela cursó sus estudios iniciales en su ciudad natal y, en 1892, se trasladó a Guadalajara para estudiar la carrera de médico cirujano, obteniendo su título en 1898, a los 25 años.
Al año siguiente, regresó a Lagos de Moreno, donde ejerció como médico hasta 1911. Su vocación médica lo llevó a trabajar en comunidades rurales, permitiéndole conocer de primera mano las problemáticas sociales y económicas de los campesinos, temas que más tarde se convertirían en pilares de sus novelas.
A pesar de su trayectoria en la medicina, Azuela mostró desde temprano una inclinación hacia la literatura, influenciado por las traducciones al español de los críticos literarios y novelistas realistas franceses, como Charles Sainte-Beuve. Se sabe que, alrededor de 1896, mientras era practicante en un hospital de Guadalajara, escribió algunos artículos para una revista de la Ciudad de México. Aunque no se conocen los detalles sobre la publicación o el contenido de estos textos, las fuentes coinciden en que fueron bien recibidos.
El primer hito significativo en la carrera literaria de Azuela ocurrió en 1903, cuando participó en la primera edición de los Juegos Florales de Lagos de Moreno. Este certamen literario, celebrado el 7 de junio en el Teatro José Rosas Moreno, buscaba promover la literatura y la cultura en la región. Azuela presentó el cuento De mi tierra, una obra que exploraba la vida rural y las complejidades sociales de su entorno. La narración fue ampliamente elogiada y publicada en el periódico El Imparcial, marcando su entrada oficial al mundo literario y consolidándolo como una voz emergente en la narrativa mexicana.
Entre finales de 1903 y principios de 1904, Azuela fue nombrado médico de Salubridad Municipal, cargo que alternó con su producción literaria. En 1907, publicó su primera novela, María Luisa, a la que siguieron Los fracasados (1908) y Mala yerba (1909), considerada su primera obra importante. De esta última surgió posteriormente Esa sangre (1956), publicada casi medio siglo después. En estas novelas, Azuela ya mostraba su habilidad para señalar y denunciar la corrupción, el abuso de autoridad y la desigualdad social, temas que definirían su legado literario.
MARIANO AZUELA, MADERISTA
Además de la literatura y la medicina, la figura de Mariano Azuela también tiene una dimensión histórica. Su realidad inmediata y su postura política lo llevaron a las tropas maderistas. A la caída del régimen de Porfirio Díaz, en 1911, fue jefe político de Lagos, cargo del que, según se dice, quedó con un trago amargo que lo motivó a escribir Andrés Pérez, maderista (1911). En 1914 fue director de Educación Pública del estado de Jalisco y en 1915 sirvió como médico en las tropas revolucionarias, principalmente bajo las órdenes de Julián Medina, un general villista.
Este papel clave le daría una visión más amplia y personal sobre la complejidad del conflicto y de las contradicciones internas de las diferentes guerras civiles que sostenían la Revolución. De estas experiencias germina el tema preponderante en su novela emblema: Los de abajo (1916), obra que inauguraría un nuevo estilo para retratar las realidades más críticas y dolientes de la guerra.
Los de abajo, considerada la primera gran novela de la Revolución mexicana, narra la historia de Demetrio Macías, un campesino que se une a la lucha revolucionaria. A través de cuadros rápidos, violentos y de un estilo frío, lleno de ira y venganza que refleja la desilusión y el caos que caracterizaron el conflicto, en sus páginas se muestra no sólo el heroísmo, sino también la ambigüedad moral y las traiciones que surgieron en medio de la lucha. Con un estilo directo y una narrativa cruda, la novela es un retrato fiel de la Revolución, lejos de las idealizaciones. Después del conflicto armado, Azuela continuó escribiendo y ampliando su obra literaria. Publicó más de una veintena de novelas, así como cuentos y ensayos. Aunque la Revolución fue un tema recurrente en sus escritos, su manera de retratarla fue a través de la mirada de la sociedad mexicana, como la desigualdad social, la corrupción y las tensiones sociales, como se puede leer en sus obras El desquite (1916), Las moscas (1918), Domitilo quiere ser diputado (1918), Las tribulaciones de una familia decente (1918), La malhora (1923), El desquite (1925). En 1932 publicó la novela La luciérnaga (1932), con la que se apartó de lo realista de sus descripciones del ambiente lugareño y de la denuncia de injusticias para situarse entre los escritores de vanguardia. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, alemán, japonés, portugués y a varias lenguas eslavas.
Probablemente su estilo literario refleja su estilo más propio: caracterizado por la sencilles, la observación aguda y un sentido muy marcado de la justicia social. De sus obras postrevolucionarias tenemos algunas novelas realistas como Regina Landa (1941), Nueva burguesía (1944), La marchanta (1944) y La mujer domada (1946).
AZUELA Y EL COLEGIO NACIONAL
Mariano Azuela fue miembro fundador del Seminario de Cultura Mexicana y, en 1942, la Sociedad Arte y Letras le otorgó el Premio de Literatura. En 1943, Mariano Azuela fue invitado a ser uno de los miembros fundadores de El Colegio Nacional, una institución creada para reunir a las mentes más brillantes de México en las áreas de ciencias, artes y humanidades. Este honor reflejaba el reconocimiento de su contribución a la cultura y la literatura mexicana.
En El Colegio Nacional, Azuela desempeñó un papel importante como promotor de la literatura y la reflexión sobre la identidad mexicana. Además del tema revolucionario, Azuela dio una serie de conferencias sobre novelistas franceses, españoles y mexicanos, de donde sacaría material para el libro Cien años de novela mexicana (1947).
El hecho de que Azuela fuera seleccionado como miembro fundador subraya su relevancia no sólo como escritor, sino como un intelectual comprometido con los valores de justicia y equidad que había defendido durante toda su vida.
LOS ÚLTIMOS AÑOS Y LEGADO
Mariano Azuela vivió sus últimos años en la Ciudad de México. Un infarto al miocardio le quitó la vida también a inicios de mes, el 1 de marzo de 1952. Su muerte marcó el fin de una era, pero su obra y su legado perduran hasta hoy. Azuela no sólo capturó el espíritu de una revolución, sino que también ayudó a construir la identidad literaria de México. Su capacidad para retratar la complejidad humana y su compromiso con los ideales de justicia social lo convierten en una figura clave de la historia cultural del país que trasciende las páginas de sus novelas.