La apropiación de una nueva realidad
Introducción. Lengua, pensamiento y realidad
Dos principios de naturaleza filosófica cognitiva subyacen al funcionamiento social y cultural de la gran mayoría de las comunidades lingüísticas en el mundo, los cuales se hunden, por lo general, en una memoria histórica milenaria y suelen estar estrechamente vinculados al pensamiento mágico de esas sociedades. Uno es que para que algo adquiera existencia debe ser nombrado, esto es, debe asignársele una palabra; es decir, la realidad existe porque tenemos la capacidad de nombrarla y hablar de ella. El otro principio filosófico es que lengua, pensamiento y visión de mundo están indisolublemente asociados, o, en otras palabras, la lengua es el soporte de nuestra visión de mundo y de nuestra identidad, y somos como somos porque hablamos una determinada lengua o unas determinadas lenguas.
Ejemplos varios del primer principio aparecen en la tradición judeocristiana, en la Biblia, como se aprecia en expresiones del tipo “dijo tal y al instante hubo tal” [...] Dos ejemplos muy conocidos son el inicio del Génesis [Dijo Dios: “haya luz”. Y hubo luz] y el inicio del evangelio de San Juan [En el principio fue el verbo] —recordemos que verbo en latín significa ‘palabra’—. El mismo principio surge en la tradición maya quiché de Mesoamérica, cuando en el capítulo primero del Popol Vuh se dice: “Así fue en verdad como se hizo la creación de la tierra. ¡Tierra! —dijeron—, y al instante fue hecha”, y está presente en numerosas otras cosmovisiones.
El segundo principio está ejemplificado en [la] General estoria. Primera parte, de Alfonso X el Sabio, escrita hacia 1280. Cuando se menciona el mito de Babel; se nos dice que hablar lenguas distintas lleva a modos de sentir distintos y a costumbres distintas, lo cual podría desembocar en disensos fuertes que pueden terminar en enfrentamientos entre seres humanos: “porque desacordaron en las lenguas, terminaron con sentimientos y costumbres distintos”. En suma, hablar una lengua nos otorga pensamiento, cotidianidad e identidad.
Ambos principios nos dicen que gracias a la palabra existe el mundo. La palabra, la capacidad de nombrar, nos hace humanos, nos hace seres históricos y nos hace entender y enfrentarnos al mundo de cierta manera y no de otra. Lengua, pensamiento y cultura son tres aspectos inseparables del ser humano. La capacidad de hablar una lengua es lo único que nos hace ser seres históricos, porque ella es el soporte fundamental para transmitir experiencias de generación en generación. Todos los seres humanos hemos recibido la lengua que hablamos como una herencia del pasado, que, además de permitirnos la comunicación con nuestros semejantes, nos hace depositarios también de la cultura y de la visión de mundo de los seres que la utilizaron antes de nosotros. Lo que nos hace únicos en el planeta es, en efecto, la posibilidad de transmitir experiencias verbalmente, de manera oral en primer plano y, en segundo plano, mediante la escritura. La historicidad está cargada de rutinas ritualmente repetidas a lo largo de siglos y generaciones. Este conjunto de rutinas o hábitos aprendidos y, sobre todo, heredados por los hablantes, transmitido de padres a hijos fundamentalmente a través de la oralidad es, en esencia, la lengua. Hablar una determinada lengua nos hace, en suma, ser seres con una determinada historia y con una determinada identidad, que para el caso de México es la identidad mexicana, multidialectal, multisocial y multicultural, como cualquier realidad lingüística.
La naturalidad y la extrañeza del contacto
Dos hechos culturales, contradictorios pero en estrecha interdependencia, están en la base de la necesidad de nombrar para apropiarse de una nueva realidad: por un lado, la naturalidad del contacto, por otro, la dificultad y profunda extrañeza que éste entraña. En primer lugar, es una obviedad que el estado natural de los seres humanos es el contacto, y cosa sabida es que el contacto puede, y suele, devenir en recíproco enriquecimiento lingüístico y conceptual de las personas involucradas. [...] Toda lengua, sea cual sea su número de hablantes y sean cuales sean sus coordenadas geográficas [...] es autosuficiente para expresar el mundo que le es pertinente. La autosuficiencia cognitiva parece entrar en conflicto con la naturalidad del contacto, pero no es así, porque éste casi siempre termina por formar parte integral de las coordenadas vivenciales del otro. El contacto, debo insistir, es inherente a la vida de todo ser humano.
Las convergencias y los trasvases culturales y comunicativos resultantes del contacto introducen nuevas realidades y conceptos en los grupos humanos, de manera que en las respectivas lenguas y sociedades usuarias se produce un enriquecimiento, sea porque se incorporan voces para nombrar la nueva realidad o renombrar realidades parecidas, en forma de préstamos y de calcos léxicos, sea porque se suscitan [...] modificaciones morfosintácticas en las lenguas en contacto, sea porque [...] se generan nuevos hábitos de pronunciación, sea porque [...] se abre la puerta a nuevos modos de entender el mundo, ya que el contacto obliga a un mejor entendimiento de la otredad y resulta en una mayor tolerancia hacia el otro. No obstante la naturalidad del contacto, los préstamos y calcos suelen ser motivo de prejuicio y reticencia. Sorprende que su empleo sea estigmatizado e, incluso, que sean rechazados, tanto lingüística como socialmente, debido a que con frecuencia se consideran impurezas de las lenguas, en la falsa idea [...] de que existen lenguas puras, de que las lenguas se originan como constructos lingüísticos y culturales exentos de mezclas y así deben mantenerse a lo largo de su historia, o de que las lenguas son herederas de lenguas históricas patrimoniales que fueron, a su vez, puras y estuvieron ajenas a migraciones, intercambios y contactos entre comunidades de hablantes.
El prejuicio y el rechazo a los préstamos, si bien no tienen razón de ser ni gramatical ni semánticamente, son comprensibles, ya que se anclan en el temor a todo lo que nos es extraño y ajeno. Además, nos confrontan con las propias carencias —tecnológicas, económicas, educativas y culturales— y con lo desconocido —a manera de carencias referenciales, ya que el ser humano entra en contacto con cosas y conceptos que, hasta el momento del contacto, eran inexistentes en su propia realidad—.