Cultura

El libro es el resultado de una investigación de décadas, exhaustiva y documentada, sobre la comunidad libanes

“Libaneses”, de Martínez Assad, un canto de amor a la alteridad

liba

Novela.
Autor. Carlos Martínez Assad. (page/Archivo)

Ahora que políticos como Trump en Estados Unidos, Abascal en España, Meloni en Italia o Le Pen en Francia, por poner los ejemplos más estridentes, usan el miedo y el odio a los migrantes para obtener posiciones de poder y votos. Ahora que en el fondo del Mediterráneo miles de cuerpos de mujeres, hombres y niños provenientes de África y el Medio Oriente son alimento de peces, y el desierto de Arizona esconde cientos de esqueletos anónimos entres sus dunas. Ahora que caravanas de desesperados cruzan la selva del Darién jugándose la vida y la esperanza… el historiador y sociólogo mexicano de origen libanés, Carlos Martínez Assad, desafía este discurso absurdo y virulento de la amenaza del extranjero, del que viene de fuera, y nos narra una historia de éxito, feliz, en la que un grupo de personas, por los mismos motivos por los que la gente ha huido y huye de sus lugares de origen, el hambre, la violencia y la muerte, eligió hace más de un siglo México como destino para reinventarse, renacer, echar raíces y construir lo que todo ser humano desea en este planeta: una vida digna, próspera y estable dentro de lo posible.

Libaneses. Hechos e imaginario de los inmigrantes en México (FCE, 2024) es el resultado de una investigación de décadas, exhaustiva y documentada, sobre la comunidad libanesa, pero también una apuesta muy personal, autoetnográfica incluso, del autor de libros como Los rebeldes vencidos. Cedillo contra el Estado cardenista; Tabasco. Historia breve o El laboratorio de la Revolución. El Tabasco garridista, entre otros. Sin perder el rigor historiográfico ni la fidelidad al documento y al archivo, se cuela en estas páginas una suerte de crónica autobiográfica, además de los testimonios de los mayores de Martínez Assad, a los que siendo niño escuchaba narrar las peripecias de una empresa que a lo largo de la historia siempre ha conllevado riesgo e incertidumbre: emigrar, partir hacia lo desconocido, asentarse en tierras ignotas.

Uno de los temas más fascinantes del libro es el de la identidad cambiante de los libaneses. El autor reflexiona sobre esta singularidad de un pueblo que, en las primeras olas migratorias -–finales del siglo XIX-principios del XX–-, pertenecía políticamente al Imperio Otomano, por lo que sus integrantes llegaban a este país con documentos que los acreditaban como turcos. Martínez Assad nos cuenta que los primeros inmigrantes arribaron a México provenientes del Monte Líbano, hablaban siriaco y pertenecían a la iglesia católica maronita, cuyos orígenes se remontan al primigenio cristianismo oriental; no obstante, después de la Primera Guerra Mundial, pasó a ser un protectorado francés, por lo que los libaneses dependían administrativamente hablando del país galo; al fin, en 1946, devino un país independiente que, por circunstancias geopolíticas, se integró a la Liga de Países Árabes, de tal suerte que, aquellos emigrantes que venían del Monte Líbano, católicos maronitas, hablantes de siriaco y francés, amanecieron un buen día siendo árabes.

Historia
Libro. El volumen. (Neriugalde/Archivo)

Para mi gusto, este permanente interpelar del autor al hecho de ser libanés y sus constructos culturales, políticos e incluso míticos, convierte a este texto en un profundo tratado de cómo se construye la identidad y sobre la idea misma de nación, siempre frágil y veleidosa.

Gracias a las pesquisas testimoniales del investigador emérito de la UNAM, descubrimos el ingenio casi pícaro de los comerciantes libaneses para sortear los peligros de la conflagración revolucionaria, a través de caminos plagados de bandas armadas, fieles a los diferentes líderes militares, mientras que algunos de ellos se sumaban a la bola y esgrimían la carabina 30-30 al grito de tierra y libertad.

También nos ilustra sobre ciertos momentos críticos de repulsa y acoso, cuando, terminada la lucha armada y pacificado el país, el nuevo proyecto de nación se consolidaba con base en un nacionalismo radical que va a sufrir la comunidad china en el norte de México en forma de acoso, persecución y expulsión, o la comunidad coreana en Yucatán. En el caso de los libaneses, nos relata Martínez Assad, si bien vivieron ciertas tensiones producto de la xenofobia en boga en los años veinte y treinta, los costos fueron mínimos; la probada capacidad de esta comunidad del medio oriente para adaptarse y compenetrarse con el país de acogida evitó los escenarios terribles que sí vivieron otras corrientes migratorias, entre otras cosas (según una teoría que sostiene el autor nacido en Amatitán, Jalisco) gracias al credo religioso que compartían libaneses y mexicanos.

Aunque son muy conocidas las aportaciones de la comunidad libanesa en el campo de la economía y la política, uno de los capítulos más fascinantes del libro es el referente a las contribuciones en el terreno de la cultura.

Por las páginas de Libaneses… desfilan el poeta más popular y querido de las letras mexicanas, Jaime Sabines; el dramaturgo y director teatral Héctor Azar, a quien le debemos la constante reivindicación de nuestro máximo exponente del siglo de oro: Juan Ruiz de Alarcón; la extraordinaria novelista Bárbara Jacob y su asombrosa novela Las hojas muertas, narrada en primera persona de un plural inmigrante y comunal; o el intrépido Antonio Helú, gracias al cual existe en México una tradición dentro de la novela policiaca, endeble pero tradición al fin.

Y el gran director Miguel Zacarías, pionero de la época de oro del cine nacional; los actores Antonio Badú, Mauricio Garcés y los hermanos Bichir, además de pintores, escultores, músicos, historiadores… la lista es interminable. Una lista que reivindica los fenómenos migratorios como fuente de riqueza y crecimiento para la comunidad receptora, nunca esa terrible amenaza, ese peligro atroz que se empeñan en señalar los politicastros fascistoides de la actualidad.

Libaneses… de Carlos Martínez Assad es un canto de amor a la posibilidad de que dos culturas se abracen y se encuentren en el trabajo, el esfuerzo, la creatividad y la alegría.

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