Cultura

El período de entreguerras es el debut de todas las reivindicaciones sociales y feministas", explica Anne-Claire Duperrier

Un siglo de art decó: cuando la clase media y las mujeres empezaron a conquistar el mundo

Cambio.
Muestra. La Villa Empain de Bruselas, una joya arquitectónica reconvertida en centro cultural, acoge la exposición "Ecos del art decó", un viaje artístico a 1925 y al auge de las clases medias. (EFE)

En una Europa que resurge de la Gran Guerra comienzan a emerger las clases medias, las mujeres asumen el trabajo de los hombres en las fábricas y las granjas y conquistan derechos y libertades. Llega la producción en serie y el consumo se democratiza a ritmo de jazz y charlestón. Corre 1925.

“El período de entreguerras es el debut de todas las reivindicaciones sociales y feministas”, explica a EFE la co-comisaria de la exposición bruselense “Ecos del art decó”, Anne-Claire Duperrier, quien alude a Coco Chanel, Suzanne Lenglen, Marlene Dietrich, Greta Garbo o Joséphine Baker, pioneras en un mundo de hombres.

Lo peor estaba por llegar, porque detrás de la esquina acecha una Segunda Guerra Mundial mucho más sangrienta que la primera. Pero en los “locos años veinte” aún no se divisaba esa tragedia y la emergente clase media celebraba la vida como si no hubiera un mañana. Ellos lo llamaban sólo arte moderno; la taxonomía de art decó llegaría después de forma retrospectiva.

“En el subsuelo de la Villa Empain -bajo mármoles exquisitos y majestuosos ventanales, la Fundación Bogoshian ha recreado hasta el 25 de mayo- la casa ficticia e ideal de un coleccionista belga que compra cerámicas, vidrieras y otros objetos de arte”, en aquellos tiempos del art decó, relata Duperrier.

“Emocionalmente, Europa era un ascensor”, pues la corriente nace en 1925, sólo unos años antes del crac bursátil de 1929, la Gran Depresión, el auge de los fascismos y el fracaso de las instituciones internacionales para frenar esa deriva que desembocó en decenas de millones de muertes.

Villa Empain

A veces, unos cuantos muros capturan un siglo de historia, sofisticación y fantasía, porque la primera mansión de Bélgica con piscina fue después cuartel nazi o embajada de la URSS, hasta que una dinastía de joyeros de origen armenio, los Boghossian, restauraron Villa Empain y la reconvirtieron en un centro cultural con una residencia de artistas.

“Dentro encuentras la década de los treinta, la época en la que el joven barón Empain la construye y contrata al suizo Michel Polak”, que se convirtió en el “arquitecto estrella de Bruselas” y diseñó también el Résidence Palace, dice la directora del centro, Luma Salame, sobre la actual sede del Consejo de la UE, las oficinas de la ONU y las redacciones de la Agencia EFE o El País.

El impulso del art decó cabalga junto con avances tecnológicos como la aviación, la radio, el cine, los nuevos materiales, que brindaron a la clase media acceso a la belleza industrializada y al confort de masas, tras años de un “art nouveau reservado para las élites”, resume la comisaria.

“Exacto, porque supo aprovechar la industrialización, la automatización y una democratización sin precedentes para que cualquiera pudiera tener en casa una cerámica o una ventana preciosa”, desliza Salame.

Con la llegada de las vacaciones pagadas se consolida la sociedad del ocio, como un fenómeno clave para la integración social, añade la experta sobre un movimiento con epicentro en París, Ámsterdam y Bruselas, pero que se expandió arquitectónicamente por todo el mundo, desde Nueva York (Empire State) a Buenos Aires (Edificio Kavanagh), pasando por Shanghái (rascacielos del Bund), México (Palacio de Bellas Artes) o Madrid (Edificio Capitol y la Fundación Telefónica).

También en el Palacio de Tokio o el Teatro de los Campos Elíseos de París, ciudad donde en 1925 se celebró la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas, considerada la puesta de largo de la corriente.

Algunos de ellos presentan motivos como flores de loto o de papiro, inspirados en el reciente descubrimiento de la tumba de Tutankamón, que alumbró la “egiptomanía”, y por el despertar de la curiosidad europea por civilizaciones lejanas, como Japón, China, India o África.

Sensualidad geométrica

En esa arquitectura, las líneas curvas del art nouveau (1890-1905) se transformaron en una nueva sensualidad basada en la geometrización con el art decó (1925-1939).

Parece una banalidad, pero supone todo un avance de diseño e ingeniería porque es más fácil y barato producir cosas rectas que curvas, como cuando a Ikea se le ocurrió que las sillas y las mesas cupieran dobladas en cajas y revolucionó la decoración doméstica a finales del siglo XX.

Es más que arte o decoración; el art decó es el reflejo de un cambio social y económico, un mundo nuevo con un espíritu muy cercano a la Bauhaus (1919-1933), movimiento alemán incluso más funcionalista que ha inspirado la Nueva Bauhaus Europea, la apuesta de la Comisión Europea para afrontar los retos del siglo XXI a través de la sostenibilidad, el ecodiseño, las energías renovables y la circularidad.

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