Una sociedad precolombina del Amazonas desarrolló un sofisticado sistema de ingeniería agrícola que permitió cultivar maíz durante todo el año, según un descubrimiento de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), un hallazgo que contradice las teorías previas que descartaban la posibilidad de la agricultura de monocultivo intensivo en la región.
El estudio, liderado por el arqueólogo ambiental de la UAB Umberto Lombardo contó con la participación de las Universidades de Exeter, Nottingham, Oxford, Reading y Southampton (Reino Unido); la Universidad de São Paulo (Brasil) y colaboradores bolivianos.
La investigación, publicada este miércoles en la revista Nature, describe cómo la sociedad prehispánica casarabe, de los Llanos de Moxos en Bolivia, diseñó e implementó un innovador sistema de ingeniería del paisaje que incluyó la construcción de extensos canales de drenaje y de estanques agrícolas.
Este avance permitió transformar las sabanas tropicales inundadas en campos altamente productivos e impulsó de este modo el desarrollo de la revolución neolítica en el Amazonas, entendido como el proceso hacia una economía basada en la producción de grano.
Revolución neolítica en la Amazonia
Según explica Lombardo, la importancia de este descubrimiento reside en que es “la primera vez en toda la Amazonía” que hay culturas que basan su economía en la producción de un grano, algo más similar al “neolítico del mundo antiguo”, en el Medio Oriente, que no a otros lugares dentro de la región.
“El descubrimiento también nos dice que eran probablemente unas ciudades complejas, con jerarquías, con estructuras de poder y con control del territorio a escala muy grande, bastante más grande que la escala del mismo sitio arqueológico”, comenta además el arqueólogo de la Universitat Autònoma de Barcelona (noreste de España).
Así, este sistema dual de gestión del agua permitió al menos dos cosechas de maíz al año, garantizando el suministro de alimentos durante todo el año, esencial para sostener una población relativamente grande, una estrategia agrícola intensiva que “indica que el maíz no solo se cultivaba, sino que probablemente era el cultivo básico de la cultura casarabe”, precisa Lombardo.
El proceso hasta llegar a este descubrimiento nació después de que el arqueólogo observara durante años, desde que comenzara a trabajar en la zona en 2006, unas “depresiones circulares en el campo”.
Al estar inmerso en otros proyectos, no fue hasta hace dos años que Lombardo tomó junto a su equipo las primeras muestras, en las que encontraron “microfósiles de planta” que resultaron ser mayoritariamente de maíz, hasta seguir con su estudio y hallar finalmente que se trataban de estructuras de riego y drenaje precolombinas.
Además, este hallazgo reconfigura la percepción de la Amazonia en Occidente, ya que Lombardo sostiene que cambia la imagen que se tiene de “un pequeño grupo de cazadores recolectores, gente con arco y flechas que come los animales que caza”, para mostrar que se está ante “sociedades organizadas, basadas en la agricultura, que transforman el paisaje”.
Preguntas todavía sin resolver
El estudio del investigador italiano también plantea nuevas preguntas, debido a los pobladores de los Moxos bolivianos, tal y como ya publicó Lombardo en 2020, que domesticaron las plantas hace unos 11 mil años, pero no fue hasta aproximadamente el 1250 que se convirtió en una sociedad agrícola.
“El paso de domesticar plantas a establecer sociedades agrícolas suele ser relativamente corto, de unos 500 o 1.000 años –cuenta el investigador– y lo más interesante con este descubrimiento es estudiar por qué una gente mantiene una economía mixta de cultivo y recolección durante 9 mil años sin grandes cambios y luego, de repente, aparecen estas estructuras monumentales y eclosionan sociedades complejas”.
“Hay algo que pasa y que no sabemos qué es”, insiste el arqueólogo de la UAB, que añade que este es uno de los temas que trabajarán en el futuro, el de intentar averiguar “qué mecanismos y qué procesos hacen que después de 9.000 años de vida tranquila estas sociedades empiecen a cambiar”.
Tras la publicación de este artículo en Nature, Lombardo espera que dé inicio “el juego de la ciencia”, un periodo en el que colegas le escriban para dar su punto de vista sobre sus conclusiones, surjan nuevas colaboraciones y se abra un periodo de debate sano con críticas y controversias que ayuden a crecer la investigación.