Sólo a través de la proximidad, de la “distancia comunicativa” entre los hablantes, fue posible la definición de un español mexicano, afirmó la filóloga y lingüista Concepción Company Company, miembro de El Colegio Nacional, al continuar su Travesía por el español americano.
Con el título ‘Dialectalización e identidad cultural. El español de México’, la colegiada expuso que la actual identidad lingüística de México, es decir, la dialectalización o la toma de una identidad propia de hablar mexicano, “se sostiene en una dinámica, en una tensión, nunca equilibrada, que tienen todos los hablantes".
Esa dinámica, agregó, incluye “fuerzas centrípetas que nos mueven todos a un mismo centro, que es la lengua general, y fuerzas centrífugas que afianzan la mexicanidad, y esas dos fuerzas dependen de la distancia comunicativa o la proximidad, dependiendo de si la cara es conocida o no".
Company recordó que una lengua es el sistema básico de comunicación humana y el vehículo, pues con ella “tenemos capacidad de abstracción, de hablar de alguna mesa, aunque cada mesa que veamos sea diferente. Tenemos capacidad de simbolizar, de darle contenidos simbólicos a nuestro mundo y de tener experiencias estéticas”. Pero, además, agregó, la lengua nos permite ser seres históricos.Está característica sucede porque se trata de un sistema adaptativo y sociocultural, muy complejo: “Imitamos a nuestros padres, a nuestros amigos, al grupo al que deseamos estar adscritos a través del sistema mimético, por eso se habla de memes, y al mismo tiempo somos seres de sintaxis libre y muy creativos, somos capaces de hacer una ruptura creativa, inventarnos un chiste, inventarnos un albur, inventarnos una metáfora”.
Por esta razón, los seres humanos tienen la capacidad de transmitir experiencias y la lengua se constituye en una herencia. “Esas experiencias son heredadas en gran parte: rutinas, tradiciones, hábitos lingüísticos. Nosotros compartimos el ritual de cómo se saluda, de cómo se insulta, de cómo hablamos, de cómo tenemos, incluso, que pararnos o sentarnos. Eso es un ritual: cómo decir sí, cómo decir no, es un ritual en lenguas romances. Se dice sí moviendo la cabeza para arriba y para abajo, y se dice no, de izquierda a derecha”.
De esta manera, la lengua es “un poderosísimo identificador cultural, identitario. Dime cómo hablas y te voy a decir quién eres. Nada más abro la boca y ustedes dicen, esta no nació aquí, pero tiene léxico mexicano, empiezan a ubicar al otro inmediatamente en cuanto abre la boca. La lengua, como hablamos, es un ADN cultural, es única para cada ser humano“.
En suma, definió Company, la lengua “es el soporte mayor, esencial, vehículo de identidad. No hay uno más poderoso que la lengua, es el soporte, además, de nuestra vida diaria, es nuestro soporte de percepción del mundo y es un vehículo de adscripción e interacción social. O sea, dado cómo hablo, yo me siento mexicana, funciono como mexicana y cuando oigo a otro digo, este no es mexicano".
A la toma de conciencia de una sociedad de su identidad dialectal, es decir, cuando se separa de otra comunidad y reconoce su forma de hablar como propia, se le llama dialectalización: “Los mexicanos hablan como mexicanos, los bolivianos como bolivianos y los españoles como españoles, etcétera”.
Para que suceda este fenómeno, explicó la lingüista, existen ejes externos y ejes internos. “Los ejes externos son la geografía, es decir, si pensamos en las distancias americanas, hay más ríos gigantes, más montañas, y las montañas separan a los individuos. Las geografías complejísimas de América agudizan la dialectalización, o sea, enfatizan la separación de individuos y esa comunidad que queda separada empieza, al cabo de décadas, a hablar de manera diferente”. Otros ejes que explican la deriva dialectal son la distancia y el tiempo de desplazamiento, así como la historia político-administrativa y la migración.
Un tema de cercanía
En la dialectalización o toma de conciencia dialectal, abundó Concepción Company, actúan además fuerzas centrípetas y centrífugas. “¿Qué son fuerzas centrípetas?, que todos nos movemos hacia las mismas dinámicas, hacia el español general, hacia hablar de manera más general y menos mexicana, aunque ese español general es ya español de México también. Mientras que las fuerzas centrífugas, lo que hacen es recuperar mi dialecto, afianzan las identidades mexicanas, la dialectalización se respalda y privilegia los usos lingüísticos de la zona. El juego de fuerzas centrípetas y fuerzas centrífugas que está en la cabeza y en el funcionamiento social de todo hablante, día a día, depende de la distancia comunicativa, de las fuerzas centrípetas, o de la proximidad comunicativa, es decir, de las fuerzas centrífugas”.
Es decir, “si yo veo a la compañera y no la conozco de nada, no le voy a decir ¿quihubo, vas? Me va a decir, ‘esta señora de dónde salió’. Al contrario, ‘encantada de conocerla, ¿cómo está?’ Eso es una fuerza centrípeta, ese saludo de ‘encantada, mucho gusto’, está desde siempre y pertenece al español general. Cuando yo veo a la compañera, a mi exalumna, la veo y sí le puedo decir ‘¿quihubo?, ¿cómo estás?’, porque la conozco, y entonces estoy activando un saludo, se llaman saludos al paso y se activan porque le veo la cara y la conozco“.
En la progresiva dialectalización mexicana, dijo la colegiada, “se ha dado un proceso de desplazamiento de voces españolas por voces amerindias. Los mexicanos preferimos. Tenemos en nuestras casas molcajetes y no tenemos un mortero, ese lo tendrán en las farmacias o en el mundo bélico. Tenemos mecates y no cuerdas“. “Normalmente usamos papalotes, que es palabra náhuatl, que hace referencia a las mariposas, y no cometas, que es una palabra latina griega, que hace referencia a una larga cabellera. Usamos petates y no esteras, y un larguísimo etcétera. Esa sustitución le dio gran identidad dialectal al español de México".
Una estrategia más de la dialectalización es la prelación, que significa “darle jerarquía y preferencia a vocablos, a expensas de otros, que los conocemos también, pero están en nuestra cabeza de manera pasiva, en nuestra competencia pasiva, pero que no activamos en nuestra competencia lingüística; los mexicanos preferimos enojarnos a enfadarnos“.
“Tenemos barrancas más que barrancos, la Barranca del muerto, la Barranca del cobre en Chihuahua; decimos cuando yo era chica y no cuando yo era pequeña, preferimos chico a pequeño; cuando yo sea grande y no cuando yo sea mayor; nos demoramos, en vez de tardarnos, también entendemos tardarnos, por supuesto, nos dilatamos, no te dilates; somos prietos o somos güeros, en vez de morenos y rubios; preferimos platicar más que conversar, claro que conocemos conversar y claro que conocemos charlar, pero nos encanta la palabra platicar porque es nuestra, porque nos da identidad“.
Entre esas fuerzas centrífugas que afianzan la identidad dialectal, señaló Company, existen “miles de mexicanismos que surgen en esa proximidad comunicativa, en la inmediatez e, incluso, en la intimidad. Y decimos, ‘hay nos vidrios’, ‘ahí se ven’, ‘a toda madre’, ‘órales’, ‘quihuboles’, ‘chingar’, ‘fregadera’, ‘inge su’, ‘pa’su’, esos son nuestros y de nadie más”.
“Hay que nacer en México para saber lo que es ‘pa’su’, el acortamiento de ‘pasu madre’ o el ‘inge su’. Hay que ser mexicano para saber ‘pinche’, como adjetivo, ‘¿qué pinches quieres?’, cuando le metemos esa S ya no es adjetivo, se vuelve adverbio. ‘Pendejo’, ‘chingaquedito’, ‘rapidín’. Hay que ser mexicano para saber lo que es ‘un rapidín’. Hay mexicanismos en todos los niveles, pero las fuerzas centrífugas se activan mucho más cuando estamos en la inmediatez comunicativa, porque no estamos pensando en los coscorrones que me va a dar el maestro, sino que estoy en la inmediatez con mis amigos, con mi familia, y no tengo por qué estar pensando en que mi dialecto mexicano no aflore".
Como parte del ciclo Una travesía por el español de América, la colegiada Concepción Company Company dictó la cátedra “Dialectalización e identidad cultural. El español de México”, la cual se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.