El escritor argentino Jorge Fernández Díaz dice que madre solo hay una, pero que cada padre es un misterio, y para resolver el del suyo escribió ‘El secreto de Marcial’, novela ganadora en España del Premio Nadal 2025, que rinde homenaje a los migrantes españoles en Argentina, “una comunidad olvidada” y a punto de desaparecer.
“Fueron a la tierra prometida y terminó siendo una tierra venenosa”, dice a EFE el escritor y periodista, hijo de asturianos emigrados en los años 40 del siglo pasado, quien cree que Argentina empezó a hacer las cosas mal hace “50 o 60 años” y “no ha dejado de hacerlas hasta el presente”.
“Somos una sociedad fracasada, no podemos dar lecciones a nadie”, afirma en una entrevista, coincidiendo con la publicación de su novela en España y Argentina. Aunque luego matiza sus palabras: la gestión de la inmigración es algo que Argentina sí hizo bien, “de manera programada y no sentimentalmente, sin prejuicios ideológicos”.
“Es un tema que los sectores más progresistas de Europa no deberían regalarle a la derecha y a los que quieren agitar el odio”, considera, “deberían dejar el sentimentalismo y pensar racionalmente”, porque “no hay que regalarle a nadie ninguna causa que de verdad preocupa”.
Cronista de sucesos durante una década, periodista de investigación y actualmente columnista de referencia del diario La Nación, Fernández Díaz (Buenos Aires, 1960) dice haber estado en las listas negras del kirchnerismo y que ahora Milei le llama “imbécil”.
“Me gustaría creer que Argentina ha tocado fondo, pero no estoy seguro porque fuimos desmesurados a la izquierda, ahora somos desmesurados a la derecha, no conocemos lo que es acordar; la democracia se baila por lo menos de a dos, pero en mi país siempre viene alguien a borrar al otro”.
Y en cuanto a Europa, advierte que parece que “olvidó lo maravilloso que hizo”, una demostración de que “la prosperidad también estupidiza”.
De John Ford a William Wyler, el cine para descubrir el mundo
‘El secreto de Marcial’ es una continuación natural de ‘Mamá’ (2002), la crónica novelada que le dedicó a su madre. En este caso se trata de una “novela de autoficción” con mimbres de misterio.
Como la mayoría de los padres de esa generación, Marcial no venía “equipado emocionalmente” para comunicarse con sus hijos, señala el autor. El suyo, además, le retiró la palabra durante seis o siete años, porque no aprobaba su vocación de escritor. “Él entendió que yo quería ser vago y me profetizó la derrota y la miseria”, recuerda.
Ante esa falta de diálogo, Fernández Díaz pensó que lo único que padre e hijo tenían en común eran las películas que veían que un viejo televisor en blanco y negro en el entonces humilde barrio de Palermo. Revisó más de 200 títulos de su infancia y adolescencia y, ahí sí, encontró a su padre y todo lo que le no le dijo con palabras.
En el libro cuenta que John Ford le salvó la vida una vez, cuando sus padres le apuntaron a judo, inspirados por el boxeador de ‘Qué verde era mi valle’, y así terminaron el acoso y las palizas que sufría en clase, porque al hablar mezclaba palabras en bable y sus compañeros le ridiculizaban y pegaban.
Años más tarde, cuando “ebrio de patriotismo” y para ser “rabiosamente argentino”, quiso alistarse para la guerra de las Malvinas, su padre le habló de los veteranos de guerra de ‘Los mejores años de nuestra vida’, de William Wyler, y se lo pensó mejor. El cine le salvó la vida de nuevo.
“Somos lo que comemos, pero también somos lo que vimos en la pantalla y en los ojos de nuestros padres”, afirma el autor, que entrelaza en la novela reflexiones sobre el amor, la infidelidad o la amistad hilada a clásicos del cine.