Cultura

El 15 de febrero cerrará Mixup y así desaparece la última isla del archipiélago cultural que formaban las tiendas de discos en las colonias Juárez, Cuauhtémoc y Polanco desde hace más de medio siglo.

Se acerca ese triste día que dejará de sonar la música en la calle de Génova, Zona Rosa

Mix up cierra. La tienda Mix up es la última en su tipo en el área, con ella concluye una era en la forma en que se consumía música en la ciudad. (Adrián Contreras)

Para Tere y Montse

¡Voy a comprar un disco!

Era la frase que sonaba en mi cabeza cuando lograba juntar los 250 pesos que constaba un elepé importado o los 400 pesos que valía el álbum doble en ese sorprendente archipiélago cultural que eran las tiendas de discos que estaban en la Zona Rosa y alrededores. ¡Y era también la frase del principio del placer que duraba horas!

Porque no sólo se trataba de comprar un disco, aunque nunca sabía cuál elegiría al final, sino mi aventura de adolescente armado con los conocimientos de rock que tenía en ese tiempo, inicios de los años 80 del siglo pasado, y sorprenderme con la gran variedad que encontraba de los Beatles, los Stones, pasando por los Doors, Deep Purple o Led Zeppelin y otros dos grupos que sonaban en mis oídos y conocía poco: Pink Floyd y su álbum “The Wall”, con su canción Otro ladrillo en la pared que pasaban mucho en la radio, y el primer disco King Crimson. Los dos los había escuchado completos y al recordarlos me desatornillaban el cerebro.

La aventura íntima de un adolescente. En la calle de Génova no había ambulantes y la gente que me encontraba me parecía feliz, porque yo lo estaba, y aunque en ese tiempo no lo imaginaba, ahora pienso que me sentía como si caminara por las calles de Nueva York y pasaba al lado de sus clubes de jazz, o en las de Chicago para escuchar blues o a su sinfónica; en los cafés de París y estar frente a Charles Mingus, que murió en Cuernavaca el 5 de enero de 1979, poco antes de comenzar mis periplos; en Tokio, en Sidney… en todos los lugares musicales. Tiempos sin tanta inseguridad pública y a los 15 años podías ir por la ciudad sin problemas ni riesgos.

El primer paso, ya con el dinero en la bolsa y unos pesos más para pasajes y algún antojo, consistía en elegir por donde llegar a la Glorieta del Metro Insurgentes y luego caminar rumbo a la primera tienda que era Discos Zorba, donde hoy está Mixup, a la que le quedan pocos días: el 15 de febrero cierra tras 35 años de vender discos y ese sábado la música ya no sonará más en la calle de Génova. Desaparece la última isla sobreviviente de ese archipiélago cultural que eran las tiendas de discos.

La frase es triste y describe el fin de una etapa de poco más de medio siglo que marcó la vida de miles de hombres y mujeres en la Ciudad de México, quienes navegaban hacia ese archipiélago para comprar discos importados, una moda socorrida en ese tiempo, y satisfacer sus necesidades musicales, especialmente de rock, el cual aún estaba proscrito del país. Faltaría un tiempo para que los conciertos fueran algo cotidiano en la ciudad.

Y al bajar la cortina Mixup, sólo quedará el recuerdo esa historia que inició en los años 70 del siglo pasado, cuando en la Zona Rosa y las colonias Cuauhtémoc y Polanco se asentaron con todo lujo la serie de tiendas de discos. En éstas podías encontrar lo mejor y más nuevo del rock, el jazz, el blues y música de concierto o clásica, además de otros géneros de moda como la música disco, la balada mexicana…

Briyus En la calle de Génova estaban Discos Zorba, Briyus.

Evocar, recordarla, irremediablemente te lleva a lo que fue ese archipiélago: En la calle de Génova estaban Discos Zorba, Briyus y el Sonido Discoteque; en la calle de Niza, la gran Tower Records y en la Plaza del Ángel, la sensacional Hip-70, y aunque un poco más alejadas, en Tíber 100, colonia Cuauhtémoc, otra tienda excepcional: AB Discos, y al final Super Sound, en la calle de Luis G, Urbina, Polanco.

LA TRAVESÍA.

De regreso a la travesía y la decisión de cómo llegar a la Glorieta de Insurgentes, debía decidir por dos de los caminos: uno, subterráneo que era por Metro. Entonces debía caminar, desde mi casa ubicada en la calle de Arizona, colonia Nápoles, por avenida Pensilvania y cruzar el puente con el Viaducto Río Becerra, seguir por Puente de la Morena hasta llegar a Avenida Revolución. Luego cruzar el parque donde por un lado está la escuela primaria Justo Sierra y por el otro lado los extintos comercios Blanco y García.

De ahí, cruzaba la lateral de Avenida Jalisco para subir unas pequeñas escaleras que te conectaban con el Metro y luego tomar el tren hasta llegar a la estación Insurgentes y, al salir, caminar hasta el entronque con la calle de Liverpool. A un lado todavía existía el cine Insurgentes 70 y más adelante las famosas Chispas, esos juegos de maquinitas a los que nunca ingresé, pero que por mucho tiempo estaban llenos de adolescentes de secundaria que se iban de pinta.

Al cruzar la calle, a no más de 50 pasos estaba en primer lugar Zorba.., la otra forma de llegar era caminar desde mi casa por la calle de Arizona hasta Filadelfia y ahí llegar a Insurgentes y tomar el camión hasta la Glorieta.

… y ahí estaba Discos Zorba. Había que subir unas escaleras y fascinarse con sus estantes llenos de elepés y álbumes ordenados para que el comprador pudiera identificarlos. Luego, la siguiente parada, unos pasos enfrente estaba Briyus, donde también la fascinación se ensanchaba por lo que podía comprar, aunque los recursos no daban. Aun así, era la emoción e ilusión de lo posible. Ahí pude conocer los discos de Popol Vuh, Tangerine Dream, Can y Guru Guru.

Zorba Logotipo de Zorba

El siguiente puerto era la Plaza del Ángel y arribar a Hip-70. Un sitio sensacional, pero más caro. Una vez, ya cuando era alumno del CCH Sur y había encontrado dos amigos con la misma cabeza e ideas musicales, Enrique y Mauricio, fuimos a la sucursal de San Ángel y encontramos el primer disco original de Faust, el grupo alemán de rock en oposición, pero costaba en ese tiempo ¡mil pesos!, algo muy alejado a nuestros bolsillos.

Tras dejar Hip-70 los pasos se encaminan al Sonido Discoteque, que estaba muy cerca de avenida Reforma. Esa era la tienda que menos me gustaba por su tamaño, pero tenía un surtido muy exclusivo.

De ahí caminaba a Tíber para llegar a AB Discos y donde la emoción de adolescente se desbordaba. Ahí estaba todo lo que conocía y quería. Portadas de grupos que no imaginaba en ese momento, antes de entrar al CCH Sur, pero que después me serían muy familiares como PFM, Orme, Banco del Mutuo Soccorso, Area, Stormy Six, Quella Vecchia Locanda, todos italianos; los ingleses Genesis, Van der Graaf Generator, Caravan, Sof Machine, Yes, entre muchos más de Francia, Bélgica, y especialmente de Estados Unidos con The Residents y Frank Zappa.

La fascinación total de un viaje que lo alargaba por horas. De AB Discos me lanzaba a Tower Records. Ahí, años después, cuando ya era reportero, fui a una conferencia y conocí a Aldo Tagliapietra. Su grupo Orme vino a México a tocar y me firmó un disco recopilatorio. Y en Tower era otra subida al olimpo de los sueños. El extenso surtido hacía pensar que ya de grande, cuando tuviera una carrera profesional hecha, tendría miles y miles de discos. Estaría oyendo música todo el día.

Y el final feliz del viaje. Regresaba a Zorba, donde generalmente compraba el disco que me atraía y lo había visto en las otras tiendas, pero elegía Zorba porque siempre me gustó esa bolsa de plástico con sus líneas azules que te daban con tu elepé o álbum doble. Además, me podía quedar mucho tiempo escuchando los discos que ponía el programador. Uno de esos días conocí dos obras que hasta la fecha son de mis favoritas: “El Concierto para violín en re Mayor, Op. 35”, de Chaikovsky y “La sonata para violín en sol menor, GT 2.g05”, de Giuseppe Tartini. La primera, años después, la escuché en vivo con Viktoria Mullova y la Orquesta Sinfónica Nacional en el Palacio de Bellas Artes. De la segunda tengo varios CD.Y ahí en Zorba donde terminaban mis recorridos ahora está Mixup. Si entras a la tienda, puedes ver el vaciado de los anaqueles y los discos se irán a otras tiendas. Fui el martes 4 de febrero y quería comprar “Meanwhile”, el reciente disco de Eric Clapton. No había y adquirí un CD con los conciertos para violín de Johann Sebastian Bach. Será el último en esa tienda.

UNA TIENDA FASTUOSA

Mixup de Génova fue una tienda sensacional, cuenta uno de sus empleados. “En algún momento fuimos 100 personas las que trabajábamos y había una enorme cantidad de discos de todos los géneros. Algo especial era la sección dedicada a la música clásica y que después se convierto en otra tienda, de la misma Mixup, pero de tabletas y otros artículos”.

¿Cuántos discos tenía en su mejor momento?, se le pregunta y dice que aproximadamente eran como 10 mil y en los buenos tiempos lo que más se vendía el pop en inglés, el español, el rock y el alternativo.

Recuerda que venían muchos señores a comprar música clásica y había cabinas para escuchar los discos. Era un espacio muy grande con miles y miles de discos que fue cambiando, como cambió la calle. Antes, una de las cosas que hacía los jóvenes era venir a ver los discos y luego ir a los bares y discotecas que había en la zona. Eso también ya se perdió.

Lo más relevante en México